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¿Por qué con el calor intenso se tiene menos hambre?

El hambre y el calor no siempre son compatibles, cuando sube uno baja el otro. ¿Es normal tener menos hambre en verano? ¿Por qué? ¿Cómo remediarlo?

El hambre y el calor no siempre son compatibles, cuando sube uno baja el otro. ¿Es normal tener menos hambre en verano? ¿Por qué? ¿Cómo remediarlo?
Vegan Pink Radish Gazpacho by Karolin Silja Baitinger (Bakd&Raw) | Unsplash/Bakd&Raw by Karolin Baitinger

La mayoría de la gente tiene mucha más hambre en invierno que en verano. Normalmente, en los meses más fríos el estómago pide guisos calientes, potajes, platos de cuchara o cenas más calóricas con queso y salsa en abundancia, y cuando llega el calor el hambre parece cerrarse. No todo el mundo sufre esta falta de apetito, pero es algo habitual. ¿Por qué sucede este fenómeno? ¿Es algo que deba preocupar? ¿Se puede combatir? ¿Cómo nutrirse sin hambre?

Antes de nada hay que saber que no hay que preocuparse ya que perder apetito en verano es un fenómeno de lo más común. El calor hace que la mayoría de las personas pierdan el apetito, pero el hambre es una cuestión del cerebro y no del estomago ya que quien controla el apetito es el hipotálamo. ¿Cómo es posible? Esto es así porque el hipotálamo trabaja junto con la hormona del hambre, llamada grelina, para regular el apetito y conseguir la saciedad. Esta compleja hormona tiene un papel clave en el metabolismo, la regulación del peso corporal, el almacenamiento de grasa o el ahorro energético.

¿Por qué se tiene menos hambre cuando suben las temperaturas?

El calor puede tener un impacto significativo en el apetito y en la sensación de hambre y es que a medida que las temperaturas aumentan, es común experimentar una disminución en el apetito y, por tanto, una menor necesidad de comer.

Hay que tener claro que el cuerpo funciona como un laboratorio, en el que todas las partes son engranajes de un todo, inteligentes y perceptivas, y que constantemente se adaptan buscando el equilibrio. Con la llegada del verano, el calor le roba la humedad al organismo, que intenta regular la temperatura de nuevo expulsando agua en forma de sudor. Los cambios termostáticos en el cuerpo son los que desencadenan la deshidratación, además, hay que tener en cuenta quien regula la temperatura corporal es también el hipotálamo. Por tanto, entre las tareas veraniegas de esta parte del cerebro destacan dos: mantener el cuerpo fresco y estimular la producción de la hormona gástrica grelina.

Dicho de otro modo, cuando el cuerpo suda, el hipotálamo le presta menos atención al apetito, ya que el proceso de la digestión también genera una cantidad importante de calor. Por tanto, suprimir el apetito aligera el trabajo para el cuerpo, mientras que es normal que la sed aumente para mantenerse fresco y regular la temperatura. Mientras, en otoño e invierno sucede un fenómeno a la inversa, esto es, aumenta la sensación de hambre y el cuerpo pide a gritos comida más grasa, calórica y caliente. Esto sucede porque precisamente el cuerpo busca que contribuyan a que se produzca la termogénesis o aumento de la temperatura corporal.

  • Aumento de la sudoración: Cuando hace calor, el cuerpo tiende a sudar más para regular su temperatura. La sudoración excesiva puede llevar a la deshidratación, lo que a su vez puede disminuir el apetito. Además, la deshidratación puede afectar la forma en que se percibe la sensación de hambre, haciendo sentir menos inclinación a comer.
  • Metabolismo más lento: En condiciones de calor intenso, el metabolismo puede ralentizarse ligeramente. Esto se debe a que el cuerpo está tratando de conservar energía y evitar el sobrecalentamiento. Un metabolismo más lento significa que se queman calorías a un ritmo más lento, lo que reduce la sensación de hambre.
  • Pérdida de electrolitos: El calor excesivo y la sudoración pueden llevar a la pérdida de electrolitos, como el sodio y el potasio, que son importantes para el funcionamiento adecuado del cuerpo. Esta pérdida de electrolitos puede afectar el equilibrio de líquidos en el cuerpo y afectar el apetito.
  • Cambios en la digestión: El calor puede afectar la función del sistema digestivo. La dilatación de los vasos sanguíneos en la piel y en el tracto digestivo puede llevar a una redistribución del flujo sanguíneo, lo que puede afectar la digestión y reducir el apetito.
  • Sensación de plenitud: Cuando hace calor, es posible que se busquen alimentos más ligeros y refrescantes, como ensaladas o frutas frescas. Estos alimentos suelen tener un alto contenido de agua y fibra, lo que hace sentir más llenos con menos calorías. Esta sensación de plenitud puede reducir el deseo de comer en exceso.

¿Qué comer si no hay hambre cuando hace calor?

Las frutas y verduras con más agua serán las principales aliadas para preparar platos crudos, frescos y ligeros, esto es porque ayudan a evitar la retención de líquidos, a estar permanentemente hidratado y a brindar al organismo una amplia gama de nutrientes. El verano es el momento de apostar por la versatilidad, la variedad y los aderezos caseros y saludables. En esta época se pueden comer este tipo de alimentos de origen vegetal en gazpachos y otras sopas frías, ensaladas, aperitivos, batidos, ceviches, macedonias y un largo etcétera.

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