Menú

El origen de las natillas: historia y tradición de un postre clásico

Las natillas son un postre común, delicioso y sencillo de hacer. Es habitual en muchas casas, especialmente con niños. Pero ¿cuál es su origen?

Las natillas son un postre común, delicioso y sencillo de hacer. Es habitual en muchas casas, especialmente con niños. Pero ¿cuál es su origen?
Natillas caseras con canela. | Flickr/CC/juantiagues

Las natillas son un postre cremoso, dulce y muy versátil cuyas raíces se ubican en la tradición culinaria europea. Concretamente en España. De hecho, este delicioso plato, hecho a base de leche, huevos, azúcar y aromatizado comúnmente con vainilla o canela, tiene un origen que se remonta a varios siglos atrás, en el contexto de la cocina medieval.

Pero, ¿cómo ha podido llegar tan lejos un postre tan sencillo? Probablemente por eso porque unas natillas son básicamente una mezcla de huevos y líquido (normalmente leche o nata), espesada a fuego lento. No obstante, si que existe cierta dificultad en su preparación y es que pueden cocinarse demasiado. Para realizar este postre lo que se busca es que los huevos espesen, pero si se calientan demasiado se cuajarán o se volverán gomosos. Las natillas nunca deben hervirse sino que la temperatura óptima es de unos 80°C.

El término "natillas" proviene del latín nata, que significa crema, haciendo referencia a la capa cremosa que se forma en la superficie de la leche cuando se calienta. Las natillas surgieron como una forma sencilla y económica de aprovechar los productos lácteos y los huevos, que eran abundantes en las granjas.

¿Cuál fue su origen?

Las natillas suelen ser un plato fijo en cualquier restaurante y se trata de una apuesta segura si se quiere hacer un postre que guste por igual a pequeños y mayores. Seguro que se ha disfrutado de las natillas en multitud de ocasiones, pero… ¿te has preguntado cuál es el origen de esta receta?

Aunque se desconoce el origen exacto de las natillas, se cree que su nacimiento se originó en los conventos europeos, concretamente en los españoles y franceses. La principal razón de esta teoría es por la sencillez de su elaboración y el reducido coste de sus ingredientes (leche, huevos, azúcar), algo que lo hacía un plato idóneo para los conventos. En los conventos, los frailes habrían mezclado la leche con la harina de trigo y el azúcar, obteniendo como resultado un nutritivo, sencillo y delicioso postre.

Las natillas se hicieron populares a partir del siglo XVII. Esto se debe a que en realidad son más difíciles de hacer que los postres que se hacen con salsa. De hecho, en aquella época era bastante difícil utilizar los baños de agua de forma eficaz y controlar la «cocción» de las natillas en un fuego abierto. A medida que los hornos se hicieron más sofisticados, estas delicadas cocciones se hicieron más fáciles y aparecieron pudines como la crème brûlée. En el siglo XVII, la mejora de los hornos permitió elaborar postres más delicados.

Hay que destacar que Elizabeth Lafaldo era conocida como la reina de las natillas, y su libro de 1769, "The Experienced English Housekeeper", contiene nada menos que 13 recetas de natillas, incluyendo cremas, jugos, dulces y saladas. No hay que olvidar que la receta original de las natillas se basaba en calentar leche con azúcar y huevos hasta que espesara, obteniendo una textura suave y cremosa. Para aromatizar, se utilizaban especias como la canela y el clavo, que llegaron a Europa gracias al comercio con Oriente. Más tarde, con la introducción de la vainilla desde América, este ingrediente se convirtió en un complemento esencial para las natillas tradicionales.

A lo largo de los siglos, las natillas han evolucionado y se han diversificado en distintas versiones en otros países, como las custards en Inglaterra o los flans en Francia. Sin embargo, su esencia como postre reconfortante y versátil se ha mantenido intacta, consolidándose como un clásico de la cocina internacional.

En Chic

    0
    comentarios

    Servicios

    • Radarbot
    • Curso
    • Inversión
    • Securitas
    • Buena Vida
    • Reloj Durcal