
Se cierra un capítulo crucial en la historia del periodismo de moda. Anna Wintour, la todopoderosa editora que redefinió el papel de Vogue en el panorama cultural internacional, ha decidido abandonar su puesto como redactora jefa de la edición estadounidense tras 37 años en el cargo. El anuncio se produjo el pasado 25 de junio, en una reunión interna con el equipo de la revista, según han confirmado varias fuentes, entre ellas Daily Front Row.
Sin embargo, este movimiento no supone una retirada completa. La británica, de 75 años, seguirá desempeñando un papel central dentro del conglomerado editorial Condé Nast, donde continuará como directora global de contenidos —exceptuando The New Yorker—, directora editorial de todas las ediciones de Vogue, y directora artística del grupo. Tal y como apunta The Wall Street Journal, Wintour seguirá supervisando revistas clave del portafolio como Vanity Fair, Glamour, Allure y GQ.
Estilo con mirada nueva
Su trayectoria al frente de Vogue EE.UU. comenzó en 1988, tras haber ejercido como directora creativa y, más tarde, como máxima responsable de la edición británica. Desde su primera portada en noviembre de ese año —una arriesgada combinación de un jersey de Christian Lacroix y vaqueros de 50 dólares—, Wintour marcó un punto de inflexión al introducir un enfoque más accesible y menos elitista en las portadas de moda. Un año más tarde, en otra maniobra revolucionaria, colocó a Madonna en portada, iniciando así la era de las celebridades como imagen habitual de las grandes revistas de moda.
Desde 1995, también ha estado al frente de la organización de la Met Gala como presidenta del comité del Costume Institute del Museo Metropolitano de Nueva York. Bajo su liderazgo, el evento ha evolucionado de ser una cena benéfica a convertirse en el acontecimiento más importante del calendario de la moda, con una lista de invitados cuidadosamente seleccionada y una puesta en escena global.
Durante su mandato, Vogue ha sido testigo —y a menudo catalizador— de algunos de los momentos más emblemáticos de la moda y la cultura contemporánea: desde la portada de Cindy Crawford y Richard Gere en 1992, hasta la de Michelle Obama en 2016 o la polémica aparición de Kanye West y Kim Kardashian en 2014. Incluso Rihanna, embarazada, ocupó una histórica portada que rompía moldes.
Más allá de las pasarelas
La huella de Anna Wintour en la cultura popular es igualmente incuestionable. En 2007 protagonizó el documental The September Issue, donde se muestra el minucioso trabajo que hay detrás del número más importante del año para Vogue, el de septiembre. Y en 2003, su figura inspiró la novela El diablo viste de Prada, llevada al cine en 2006 con una Meryl Streep que encarnó con sospechoso parecido a la temida Miranda Priestly.


