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Manual de verano para almas agotadas

Julio se ha convertido en un campo de batalla. No hay tregua ni sombra donde guarecerse del ruido.

Julio se ha convertido en un campo de batalla. No hay tregua ni sombra donde guarecerse del ruido.
Manual de verano para almas agotadas | Katy

Julio se ha convertido en un campo de batalla. No hay tregua ni sombra donde guarecerse del ruido. Ni del ruido físico, ni del ruido estético. Todo el mundo parece tener un plan, un jet, un vestido estampado con flores grandes y una reserva para cenar en un sitio donde lo importante no es la comida, sino que el camarero te conozca por tu nombre de usuario. Las agendas están llenas pero las almas no. Porque, ¿cuándo se descansa realmente? Descansar, hoy, es sospechoso.

Y hay una generación —la nuestra, por no señalar— que parece vivir en tránsito perpetuo. Te cuentan que están agotados mientras te envían fotos desde la costa amalfitana, con filtro sepia y expresión melancólica. Se levantan en un país y se acuestan en otro, pero su casa está por alquilar en Idealista. Porque sí, viajan mucho, pero no tienen cortinas. Ni tostadora. Ni estabilidad emocional. Como yo, la verdad. Sin sofá y sin tele. Pero les cuesta comprometerse con una hipoteca y no con un billete de avión de 600 euros para irse a ver una exposición en Berlín que no entienden. Porque lo importante es ir. Y contarlo.

En los eventos, el despropósito ya es norma. El protocolo ha dejado de ser discreción para ser una extravagancia. Nadie sabe presentarse, nadie agradece, nadie se sienta donde debe. El otro día me llegó a casa una vela de Loewe que me mandan las fundadoras del estudio Hurlé Martín (antes conocidas como COUSI) como muestra de gratitud por el premio que les dimos. Ya nadie tiene esos detalles.

Y es que el protocolo sigue brillando por su ausencia. La mesa larga y elegante que alguien montó con mimo se convierte en parque temático de espontaneidad y malas formas. Las invitadas aparecen con shorts blancos en cenas con dress code formal y los hombres se sirven tres copas antes de decir buenas noches. Todo vale, porque estamos en verano y, por lo visto, en verano no existen ni las reglas ni la educación.

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Y aún con todo, la verdad está en el vino. Y esta semana, sin ir más lejos, hemos celebrado la final de la Champions Design Wine en Doimo Cucine Cuoco Spazio dirigido por Borja Esteras. Arquitectos, interioristas, vinos del mundo y mesas infinitas. Todo pensado para ser una celebración del diseño, del gusto y de ese tipo de belleza que solo se alcanza cuando se logra cierto equilibrio entre fondo y forma. Pero ni el buen vino ni la buena arquitectura pueden salvarnos si no hay un mínimo de sentido común en el comportamiento. El lujo no está en lo que se sirve, sino en cómo se sostiene la conversación mientras tanto.

Y si hay un territorio donde el caos se revela con nitidez es en los chats. Ahí es donde se despliegan las verdaderas intenciones. Un WhatsApp puede contener más verdad que un currículum entero. El uso de las comas, los espacios innecesarios, las respuestas secas, los emojis pasivo-agresivos. Esa tendencia a escribir "ola, todo bien?" cuando sabes perfectamente que todo no está bien. Y luego la desaparición. Porque ahora el ghosting se maquilla con silencios largos, como si no contestar fuera un gesto de elegancia.

En medio de todo esto, hablemos también de la obsesión por el skincare como forma de sobrevivir a la angustia. Nunca se vendieron tantos sérums como ahora. Es el nuevo Prozac. Nos untamos ácido hialurónico como si alisando la piel pudiéramos también alisar el alma. Las rutinas de belleza se han convertido en liturgias privadas donde una pretende convencerse de que todo está bajo control. Porque la que tiene ocho pasos y dos brumas florales probablemente no duerme. De hecho, hace unos días, durmiendo en la casa de Lázaro Rosa-Violán en Barcelona, le pregunté a Ana María Martín —mi amiga y ya socia en SHAMELESS con quien compartimos pernocta— si tenía toallitas desmaquillantes. Y me contestó "no, toallitas no, pero ahora mismo estoy haciendo una rutina de cuatro pasos con Valmont." Yo la miré y dije: "No tengo tiempo para eso. Como empieces con la skincare me voy directa a la cama con jabón. Y que sea lo que Dios quiera." Y eso hice. Porque a veces, descansar también es desobedecer el manual.

Así va el verano. Con vestidos blancos, horarios imposibles, silencios tácticos y una compulsión feroz por mantener la estética incluso cuando se está desmoronando todo lo demás.

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