
En España, la Navidad se celebra alrededor de la mesa. Cenas familiares, comidas de empresa y reuniones encadenadas convierten estas fechas en un periodo de consumo muy por encima de lo habitual. Grasas saturadas, azúcares, sal y alcohol se concentran en pocas semanas y obligan al organismo a trabajar al límite. No es una percepción aislada. Las sociedades médicas llevan años alertando de que este patrón se repite cada diciembre y tiene efectos claros sobre la salud, sobre todo en personas con enfermedades previas.
De hecho, según la Sociedad Española de Ciencias de la Alimentación (SEDCA), una comida navideña aporta de media más de 1.100 calorías, sin contar el alcohol. En celebraciones completas, esa cifra puede acercarse a las 3.000 calorías en una sola ingesta, cuando las necesidades diarias oscilan entre 1.600 y 2.500. El problema no es solo una comida puntual. Entre Nochebuena y Navidad, muchas personas ingieren en menos de 24 horas la energía recomendada para varios días.
El impacto inmediato en el cuerpo
El primer sistema en resentirse es el digestivo. Hinchazón, ardor, náuseas y dolor abdominal son síntomas frecuentes tras las comidas copiosas. La Fundación Española del Aparato Digestivo (FEAD) explica que estas molestias se producen por la distensión excesiva del estómago, el aumento de ácido gástrico y la irritación que provoca el alcohol. Las comidas grasas y con salsas ralentizan la digestión. Las bebidas con gas facilitan el reflujo. El resultado es la sensación de empacho que muchos asocian a estas fechas.
Ocasionalmente, los excesos no solo se quedan en molestias leves. Según la Sociedad Española para el Estudio de la Obesidad (SEEDO), durante la Navidad las urgencias hospitalarias aumentan alrededor de un 25 %. Las causas más habituales son crisis hipertensivas, descompensaciones de la diabetes y problemas digestivos. El riesgo es mayor en personas con enfermedades cardiovasculares, metabólicas, en ancianos y en niños pequeños, cuyos estómagos toleran peor las ingestas abundantes.
No todo es "haber comido demasiado"
Los especialistas recuerdan que no todas las digestiones pesadas se deben a excesos puntuales. La dispepsia, un trastorno digestivo crónico, afecta a cerca del 25 % de la población y provoca síntomas similares incluso tras comidas ligeras.
También influyen factores como infecciones por Helicobacter pylori, hernia de hiato o diabetes. Cuando las molestias se repiten, los expertos recomiendan consultar al médico para descartar patologías.
Las consecuencias de la Navidad no se limitan a la digestión. El Instituto Médico Europeo de la Obesidad (IMEO) estima que los españoles ganan entre 3 y 5 kilos durante estas fechas. A esto se suman retención de líquidos, fatiga, picos de glucosa y alteraciones del sueño.
También hay impacto emocional. El cansancio, la sensación de pesadez y la pérdida de rutinas pueden aumentar el estrés y la ansiedad en algunas personas.
Por qué normalizamos el exceso
La comida abundante forma parte del imaginario navideño. Rechazar un plato puede interpretarse como falta de celebración. Esta presión social hace que el exceso se perciba como algo inevitable y se hable poco de sus efectos reales, más allá del aumento de peso. Los expertos señalan que el problema no es disfrutar de una comida especial, sino convertir el exceso en la norma durante semanas.
Las recomendaciones médicas son sencillas. Hidratación suficiente, volver a una alimentación ligera rica en verduras, frutas y pescado, reducir alcohol y retomar la actividad física. El descanso también es clave para que el cuerpo recupere su equilibrio. Además, en general, los especialistas desaconsejan dietas extremas o "detox" rápidos. El organismo ya tiene mecanismos para recuperarse si se le da tiempo y buenos hábitos.
La evidencia es clara y se repite Navidad tras Navidad. Los excesos tienen un impacto real en la salud, aunque sean socialmente aceptados. Disfrutar de las fiestas no implica ignorar al cuerpo. Escucharlo también forma parte de celebrar.

