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Un nobel, un ex de la NASA y científicos españoles alertan sobre el fracaso total de los modelos climáticos

Modelos imprecisos crean políticas severas: John Clauser, Roy Spencer y la ARC denuncian la brecha entre la ciencia y las decisiones políticas.

Modelos imprecisos crean políticas severas: John Clauser, Roy Spencer y la ARC denuncian la brecha entre la ciencia y las decisiones políticas.
El hielo en el Ártico ha sido uno de los ejemplos fracasados de las predicciones climáticas. | Cordon Press

"La ciencia no siempre es cómoda. Tampoco lo es la verdad". Así lo afirmaba en 2023 el Premio Nobel de Física John F. Clauser al advertir que "el cambio climático no causa eventos climáticos extremos" y que la narrativa actual está "inundada de pseudociencia y desinformación".

Clauser, célebre por demostrar experimentalmente el entrelazamiento cuántico, alertó sobre cómo las agendas políticas moldean lo que se presenta como ciencia. Y pidió volver a los datos reales, no a consensos forzados ni a modelos mal calibrados.

Esa es también la tesis del último informe del doctor Roy W. Spencer, climatólogo y ex-investigador de la NASA, publicado en abril de 2025 por la Fundación Heritage. Su análisis denuncia que los modelos climáticos sobrestiman sistemáticamente el calentamiento global, y que esas proyecciones erróneas se están usando como base para políticas energéticas cada vez más restrictivas.

Modelos que calientan más que la Tierra

Según Spencer, el calentamiento observado en los últimos 50 años ha sido, de media, un 43 % menor que el proyectado por los modelos que predicen la evolución de la temperatura en el planeta. Sin embargo, pese a esa enorme falta de precisión de estos modelos, son los que se utilizan para imponer regulaciones severas sobre sectores primarios como la agricultura, la ganadería o la energía.

La Asociación de Realistas Climáticos advierte en una de sus publicaciones que los más de 30 modelos utilizados por organismos como el IPCC ofrecen proyecciones divergentes, con estimaciones de calentamiento por duplicación del CO₂ que van de 1,8 °C a 5,6 °C. Una dispersión tan amplia revela una preocupante falta de solidez física.

Para entender lo que está en juego, pensemos en algo cotidiano. Si pusiéramos a hervir agua y tres termómetros nos dieran 60ºC, 90ºC y 110ºC, dudaríamos de la precisión de alguno de ellos. Sin embargo, en el debate climático, se toma el promedio —o el extremo más alarmista— como guía para definir normativas globales.

La olla, el abrigo y el sol de la tarde

El calentamiento reciente puede explicarse por un pequeño desequilibrio energético entre la radiación solar que entra en el sistema climático y la que se emite al espacio. Esa diferencia es de apenas 0,6 vatios por metro cuadrado (W/m²), muy por debajo del margen de error de los satélites (±5 W/m²) y minúscula frente a los 240 W/m² del flujo natural de energía en el sistema climático.

Los científicos usan ejemplos sencillos para explicar el calentamiento. Una olla al fuego se estabiliza al perder calor, igual que el cuerpo en invierno sin abrigo o el aire al atardecer, cuando pierde más energía de la que recibe.

Estos casos muestran que se necesitan desequilibrios sostenidos para cambiar la temperatura. El actual, incluso si se debiera solo al CO₂, es tan leve que no justifica el alarmismo ni las políticas extremas.

Modelos sin equilibrio y con parches

Spencer advierte que muchos modelos ni siquiera prevén conservar la energía, algo imprescindible en cualquier simulación física. Se ajustan artificialmente para simular un mundo sin emisiones humanas, pero aun así violan la Primera Ley de la Termodinámica: la energía no se crea ni se destruye.

Además, procesos clave como el comportamiento de las nubes, tal como subraya el nobel Clauser, siguen siendo mal comprendidos. Por ello, los modelos recurren a "parches" empíricos para estabilizar las simulaciones. El resultado es una tendencia sistemática a sobrestimar el calentamiento, con proyecciones que no coinciden con las observaciones reales.

A esto se suma una suposición errónea: muchos modelos presuponen que todo cambio climático es de origen humano. Esta visión ignora la variabilidad natural documentada en registros históricos, desde el Óptimo Climático Romano hasta la Pequeña Edad de Hielo.

Como señala Spencer, atribuir el calentamiento actual al CO₂ solo porque "no se conoce otra causa" no es ciencia, es ignorancia.

¿Cuánto calienta realmente el CO₂?

La teoría del calentamiento global sostiene que duplicar el CO₂ atmosférico provocaría un aumento directo de unos 1,2 °C. Pero los modelos elevan esa cifra hasta 5 o 6 grados, al incluir retroalimentaciones climáticas —como el vapor de agua o las nubes— que no pueden medirse directamente.

Estas retroalimentaciones inflan las proyecciones más alarmistas, pero no se basan en observaciones reales, que muestran cambios mucho más moderados en el último siglo.

Incluso si se acepta que todo el calentamiento desde 1970 es de origen humano, los estudios basados en observaciones oceánicas sitúan la sensibilidad climática real entre 1,5 °C y 2,2 °C, muy por debajo del umbral de "catástrofe" repetido por los medios.

Además, es probable que ni siquiera se alcance una duplicación del CO₂, ya que buena parte del exceso es absorbido de forma natural por los océanos y ecosistemas terrestres.

Cuando los modelos mandan y la realidad calla

Las observaciones en superficie, atmósfera y océanos coinciden en que los modelos exageran el calentamiento. Aun así, son estos modelos —no los datos— los que marcan el rumbo político.

La transición energética, impuesta sobre simulaciones defectuosas, ha generado consecuencias sociales y económicas graves: subida de precios, pérdida de soberanía alimentaria y deterioro del medio rural.

"La buena ciencia siempre se basa en buenas observaciones, no en teorías especulativas ni en consensos artificiales", recuerda el Doctor Clauser. Pero cuando la ciencia contradice la narrativa dominante, es ignorada, censurada o ridiculizada.

El calentamiento global existe, pero no justifica el pánico. Los modelos actuales no reflejan la realidad observada y magnifican peligros hipotéticos. Como advierten el Dr. Clauser, el Dr. Spencer y los Realistas Climáticos, el camino responsable no es seguir simulaciones fallidas, sino volver a la base: observación, rigor y prudencia científica.

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