
Como ya contábamos en Libertad Digital, alguno de los mejores estudios publicados últimamente alrededor del cambio climático llama la atención sobre uno de los aspectos más polémicos de la investigación climática, que además es clave en toda la política que se está imponiendo desde –cada vez menos– estados: los modelos climáticos que predicen cuál será el aumento de las temperaturas en las próximas décadas.
A la luz de estos estudios, hemos querido profundizar más en cómo son estos modelos y en por qué quizá sea un despropósito cambiar la política económica en todo el mundo por unas predicciones que son, como mínimo, poco fiables.
Para ello hemos hablado con cuatro miembros de la Asociación de Realistas Climáticos, científicos llegados desde diversas disciplinas pero todos expertos en clima, a los que hemos empezado por preguntar cómo valoran la fiabilidad científica de los modelos climáticos que son usados por el IPCC.
"No están basados en la realidad física"
Javier Vinós, doctor en Biología y especialista en clima, empieza por advertir que "los modelos son absolutamente necesarios en ciencia y mucho más en una que no es experimental como la climatología". El problema es que "no producen evidencia científica y constituyen razonamiento circular, es decir, no están basados en la realidad física sino en nuestro conocimiento incompleto y a menudo erróneo de ella" por lo que en lugar de producir evidencias "reproducen nuestros sesgos y creencias, son un producto de nuestras mentes"
Y lo peor es que "a la mayoría, incluyendo a los que trabajan con ellos, eso se les olvida" y por tanto "les otorgan una fiabilidad que no tienen y un papel de árbitros científicos que les viene grande".
Vinós explica también que es cierto que "algunos procesos físicos son bien reproducidos por los modelos", pero hay otros "extremadamente importantes" que están "incorporados de forma esquemática y poco realista", lo que "los hace poco fiables". Entre esos procesos que los modelos no logran reproducir con fiabilidad están "la formación de las nubes, el transporte de calor por la atmósfera, la variabilidad natural del clima o la reflexión de la luz solar por el planeta".
Jorge Badules, doctor ingeniero agrónomo especialista en mecánica de fluidos computacional, afirma que la fiabilidad de esos modelos es "muy escasa". Nos explica que están basados "en la resolución de las ecuaciones de Navier-Stokes que determinan los movimientos de los fluidos" y que "tienen muchas limitaciones inherentes". "Muchos fenómenos de dinámica de fluidos –nos explica– son tan complejos y estocásticos que los resultados de los modelos de ordenador deben entenderse como tendencias, no como valoraciones fiables". Además, añade que "la modelización de la atmósfera, aún con el aumento de potencia computacional, tiene una fiabilidad más que dudosa".
Juan Mallo García, Geólogo por la UCM y MSC por el Imperial College, nos dice que los modelos climáticos "oficiales" no pueden producir resultados fiables poque la "complejidad del Sistema Climático" es enorme. "Está compuesto por decenas de parámetros, que actúan a distintas escalas y con periodos temporales diferentes, muchos de los cuales son ignorados por los modeladores por lo que, ya de entrada, no están representados en sus complicados cálculos".
Además, insiste, "es un sistema no lineal y caótico, algo que ya fue reconocido por el IPCC desde sus primeros informes". Esto implica que, si falta algún parámetro, "la insuficiente representación matemática de sus propiedades o incluso pequeñas diferencias en el número de decimales usados para representarlo producirá resultados muy distintos cada vez que se corran los programas". Esa es la razón, concluye, por la que "todos modelos climáticos difieren mucho de los valores reales obtenidos mediante los registros de los satélites".
Tal y como nos cuenta, estas carencias las reconocen muchos de los propios creadores de estos modelos. De hecho, "uno de los pioneros y desarrolladores de estos modelados, Syukuro Manabe, que en 2021 ganó el Nobel– afirmaba que constituyen una excelente herramienta para entender el clima, pero muy mala para predecirlo".
Por su parte, Saúl Blanco, profesor de ecología, cree que "la fiabilidad científica de los modelos climáticos del IPCC es cuestionable", ya que los modelos son "herramientas útiles para comprender el clima, pero poco fiables para predecirlo". Las razones son las "limitaciones técnicas, la incapacidad de reproducir con precisión" y también "su excesiva dependencia del CO₂ como variable principal, ignorando la complejidad de factores naturales que influyen en el sistema climático".
Por esta razón asegura que "el consenso científico en torno al calentamiento global antropogénico responde más a intereses institucionales y políticos que a una evidencia científica concluyente".
"Son fácilmente manipulables"
La siguiente pregunta surge con claridad: si es cierto que estos modelos no son fiables y sobreestiman el calentamiento, ¿por qué se siguen usando? Javier Vinós dice que, pese a sus deficiencias, "son muy necesarios en climatología" ya que "al tratarse de una ciencia no experimental, pues no se pueden hacer experimentos con el clima, sirven de laboratorio para testar ideas e hipótesis".
Jorge Badules admite que, aunque los modelos sean poco fiables, "tampoco hay muchas alternativas a nivel de simulación informática", pero además añade otra razón para su éxito bastante más perversa: "Son fácilmente manipulables, una pequeña variación de las condiciones de contorno del modelo da resultados muy diferentes, así que se pueden conseguir los resultados que busque quien hace el estudio".
Saúl Blanco, por su parte, también cree que se debe a una combinación de factores, entre los que cita "el arraigo de la hipótesis del Calentamiento Global Antropogénico en programas informáticos" y también la existencia de "intereses creados", desde "gobiernos que buscan justificar mayores impuestos y regulaciones" a "empresas de energía que se benefician de esquemas como el comercio de carbono" u "organizaciones que dependen de la preocupación pública para su financiación".
Pero, ¿hay alguna alternativa más realista que se pueda usar y esté siendo deliberadamente ignorada por razones políticas o ideológicas? La respuesta de Javier Vinós si apunta a un par de ellas, aunque "todos los modelos están basados en los mismos principios y conocimientos", por lo que todos son igualmente poco fiables. Hay no obstante, dos rusos (INM-CM4 y INM-CM5) que son más moderados, "pero son ignorados precisamente por constituir un caso atípico y estar lejos de la media de los demás".
Jorge Badules tampoco ve esa alternativa: "Creo que dentro de la modelización de fluidos no", asegura, "son los que son, no hay otros". Eso sí, advierte que en vista de sus escasa fiabilidad "lo que se tendría que hacer es no considerarlos como dogma".
Un grado de incertidumbre inaceptable
Pero no es eso lo que ocurre: actualmente esos modelos son la base que justifica decisiones políticas al más alto nivel y con un enorme impacto en las economías y las personas, pese a que su "incertidumbre es mucho mayor de lo considerado", nos dice Vinós, "y usar la media de ellos no mejora la situación, si acaso la empeora". Por lo que remata: "Ninguna persona prudente debería utilizar los resultados de los modelos climáticos como base para ninguna decisión importante".
"Incluso en los modelos más sencillos –explica Badules– de simulaciones aerodinámicas en túnel de viento, es habitual considerar un éxito un error del 25% en los valores de velocidad respecto del valor realmente medido". Es decir, que "no se puede marcar un grado de incertidumbre aceptable, porque la real es muy grande".
Pero, si esto es así, si estamos manejando como verdades científicas lo que son aproximaciones con un enorme margen de error, ¿por qué los medios de comunicación y muchos organismos oficiales evitan recoger cualquier información que contradiga esta narrativa dominante del "colapso climático"?
Según Saúl Blanco, porque existe lo que denomina un "complejo del culto climático", compuesto por una mezcla de elementos que a priori debería tener intereses distintos si no opuestos: "Gobiernos que ven en el calentamiento global una excusa para aumentar impuestos y regulaciones, empresas energéticas que se benefician del comercio de carbono, organizaciones benéficas que dependen de la ansiedad pública para su financiación" y, por último pero no por ello sin importancia, periodistas ambientales "que necesitan exagerar la amenaza para justificar su trabajo". Además, "los científicos que disienten de la narrativa alarmista son marginados, sus fondos de investigación desaparecen y son difamados".
Jorge Badules resume, de forma muy sencilla, que "hay mucho interés económico en mantener la narrativa" y Javier Vinós apunta que "el cambio climático se ha vuelto una cuestión política conflictiva", por lo que medios y organismos "consideran que cuestionar las bases de la alarma climática es jugar a favor de los escépticos".
¿Es bueno o es malo?
La última pregunta que planteamos a nuestros interlocutores no puede ser otra: ¿cuál creen que sería una política climática razonable, equilibrada y fundamentada en evidencia empírica?
Juan Mallo abre fuego asegurando que "la única" sería la que generada por un debate "entre científicos con posturas diferentes, manteniéndose alejados de las ideologías, los dogmas, los políticos y de los medios, solo fruto de discusiones netamente científicas", algo que reconoce que es "utópico".
Badules nos responde que esa no es una pregunta técnica, pero aun así decide mojarse: "Para empezar, y aceptando que la temperatura del planeta está aumentando, hay que debatir si eso es bueno o malo, porque hasta ahora, sólo se dice que es malo, sin demasiado fundamento". Además, "habría que explicar a la gente las consecuencias del abandono de los combustibles fósiles, si es que éstos son los responsables de ese calentamiento" y analizar las "ventajas y los inconvenientes", de su abandono y del calentamiento que, supuestamente, producen.
Finalmente, afirma también que "los que defienden la teoría del calentamiento por CO₂ deberían aportar evidencias de las causas de la pequeña edad de hielo o el óptimo climático romano", ya que en su opinión la teoría que defienden está demasiado ajustada "para los datos de las últimas décadas", nos dice recordando que antes ya nos ha advertido que los modelos "pueden ajustarse dentro de un margen para obtener datos que se adapten a lo que se quiere".
Finalmente, Vinós y Blanco coinciden en que la única política climática razonable es la adaptación "utilizando la tecnología y el conocimiento", del mismo modo que "nuestros antepasados se adaptaron a los cambios de sus épocas. Tratar de controlar el clima –concluye– está fuera de nuestro alcance e intentarlo puede tener, o más bien está teniendo, un coste muy elevado".
Blanco, por su parte, señala que esa política razonable "reconocería que el CO₂ es un impulsor marginal del clima y consideraría que invertir en adaptación es más sensato que implementar medidas con severas consecuencias económicas, especialmente cuando la evidencia científica que respalda la influencia dominante del CO₂ en el clima es cuestionable" como hemos visto. Además, "fomentaría la investigación científica abierta y sin sesgos políticos para comprender mejor la complejidad del sistema climático".
Por desgracia, no parece que a corto plazo vayamos a tener esa política razonable, si bien es cierto que muros que parecían invulnerables están empezando a caer.

