Los veterinarios rurales, en peligro de extinción: "Nos ven como bichos raros"
Álvaro Lagüera lleva más de 30 años velando por la salud de las vacas de sus vecinos en Cantabria: "Hay una reducción alarmante de granjas".
Los veterinarios rurales están en peligro de extinción. Estos ejemplares, víctimas de su propia vocación y su profunda conexión con el campo, ejercen su trabajo en condiciones difíciles, viven en ruta constante por las carreteras secundarias de esos pueblos que se están vaciando y cuidan de que se sigan oyendo cencerros en las explotaciones ganaderas que se resisten a cerrar.
Álvaro Lagüera es uno de ellos. Este veterinario cántabro lleva más de 30 años recorriendo las montañas y los valles de su tierra para velar por la salud del ganado vacuno de carne y leche de sus vecinos. Aunque de vez en cuando también se encarga de atender a ovejas, cabras y algún que otro caballo.
"Hay una idea bastante equivocada sobre los veterinarios de campo. Los alumnos que vienen a hacer prácticas nos miran como bichos raros y piensan que no tenemos conocimiento sobre la veterinaria, pero dentro del sector de producción hay un campo amplísimo. No se trata solo de operar a mascotas, sino de prevenir, de aplicar medicina de producción", explica Lagüera.
En los tiempos de la gripe aviar, la dermatosis nodular o la tuberculosis, la medicina preventiva, la bioseguridad y la gestión sanitaria son hoy el eje central de la labor de los veterinarios rurales: "El objetivo es eliminar los problemas antes de que ocurran", subraya.
Un sector primario castigado
Lagüera ha vivido en primera persona la profunda transformación del medio rural durante estas tres décadas: "He visto una reducción alarmante de granjas. El sector primario ha sido muy castigado. Antes, comer era muy barato, y eso afectaba a los ganaderos. Ahora el sector está algo mejor económicamente, pero se le ataca mucho desde la población urbana y eso limita su actividad".
Para Lagüera es cuestión de ignorancia por parte de una clase política que vive de sumar votos y, en eso, los pueblos siempre salen perdiendo frente a las ciudades: "Los políticos castigan a los ganaderos como si fueran los culpables de todo, incluso de la contaminación. Parece que los aviones o las grandes empresas no contaminan, y sí la pobre vaca, que lo único que hace es metabolizar y transformar el forraje, que sería un combustible precioso para los incendios".
Una profesión en peligro de extinción
La falta de veterinarios rurales es ya una preocupación en todo el país. "Hay muchos estudiantes de veterinaria, 13 facultades en España frente a cuatro en Francia, pero la mayoría se enfoca en mascotas o animales exóticos. El campo no les atrae, y eso que actualmente hay mucho trabajo y mejor pagado que en clínicas urbanas", explica.
Las guardias y el trabajo en fines de semana son también un freno. "Muchos no quieren hacer guardias, pero esta es una profesión 24/7. Aun así, la carga ha bajado mucho: los avisos nocturnos de antaño casi han desaparecido. Sin embargo, el campo no les atrae, y hay una gran demanda de veterinarios rurales que no se está cubriendo".
El papel de las normativas y la reducción de antibióticos
Lagüera critica que las nuevas normativas europeas y nacionales complican a veces el trabajo veterinario sin aportar soluciones reales. "Antes de que llegaran las leyes, ya habíamos reducido el uso de antibióticos más del 50% solo con concienciación y mejoras en bienestar animal. Ahora hay que justificar todo, y a veces te pone en dilemas éticos: ¿dejo morir al animal o lo trato y luego arreglo el papeleo?", reflexiona.
La clave, insiste, está en el bienestar animal y en la prevención. "Llevamos años trabajando con los ganaderos para mejorar el confort: agua limpia, buenas camas, instalaciones adecuadas… Cuando los animales están bien, producen más y enferman menos."
Por eso, Lagüera también se muestra crítico con la Ley de Bienestar Animal de 2023: "Es una norma hecha desde los despachos, sin contar con el Ministerio de Agricultura ni con la realidad del campo. Decir que los animales son 'sintientes' es absurdo: no están a nuestro nivel. Hay una gran hipocresía; tener un perro grande en un piso de 70 metros no es bienestar animal, por mucho cariño que se le tenga."
También observa un cambio de mentalidad en los nuevos veterinarios. "Antes queríamos curar animales, ahora quieren cuidarlos. Eso pertenece a otro ámbito. Cuando se enfrentan a la dureza del campo, les genera mucho estrés. Tenemos que cambiar la forma de entender la profesión."
Nuevas enfermedades
Vivimos bajo la amenaza constante de enfermedades que, aunque en ocasiones no afectan a los humanos, si suponen un peligro para las explotaciones agrícolas. Detrás de este panorama sanitario rural tan alterado, explica Lagüera, está la globalización, el transporte y la subida de las temperaturas.
"Desde nuestro punto de vista, tratamos de mejorar las medidas de bioseguridad, que son fundamentales, y de paliar la sintomatología. Hace dos años tuvimos un brote de enfermedad hemorrágica contagiosa que fue catastrófico en nuestra comunidad. Pero ya hemos empezado con vacunas, mejoramos el manejo y reforzamos la bioseguridad. Este año no ha salido ningún animal positivo, lo cual es un avance", explica.
Lagüera recuerda que la mayoría de estas patologías no suponen riesgo para las personas y da un pequeño tirón de orejas a los titulares, en ocasiones demasiado sensacionalistas, de los medios de comunicación: "Solo la gripe aviar es zoonósica. El resto no afecta al ser humano. La alarma social viene más por motivos comerciales y por la desinformación en redes sociales. Hay que aplicar criterios científicos, no opiniones de bar."
A sus más de tres décadas de experiencia, Álvaro Lagüera sigue defendiendo con orgullo la figura del veterinario rural. "Somos la primera línea de defensa ante las enfermedades animales, y garantes de la salud pública. Sin veterinarios rurales, no hay ganadería; y sin ganadería, no hay campo."
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