La sorprendente razón por la que la red eléctrica no colapsaría con un encendido masivo
El escenario parece imposible, pero ayuda a entender cómo funciona la red eléctrica y por qué el cielo nocturno podría desaparecer.
¿Y si, de repente, todas las luces del mundo se encendieran al mismo tiempo? La pregunta, que parece un simple ejercicio de imaginación, tiene implicaciones muy reales para la estabilidad de las redes eléctricas y para el cielo nocturno tal y como lo conocemos. Un análisis publicado por The Conversation explica qué efectos tendría este encendido masivo y por qué, pese a lo espectacular del escenario, el resultado no sería un apagón global inmediato, pero sí un planeta mucho más iluminado y con menos estrellas visibles.
Una demanda eléctrica súbita y gigantesca
El efecto más inmediato de encender todas las luces a la vez sería un aumento repentino de la demanda de electricidad. La electricidad no se almacena fácilmente a gran escala, por lo que debe generarse en el mismo instante en que se consume. Cuando una persona enciende una bombilla, la red eléctrica necesita que un generador aporte esa misma cantidad de energía de forma casi instantánea.
Si la oferta y la demanda se desequilibran, aunque sea durante unos segundos, pueden producirse apagones. Por eso, los operadores eléctricos utilizan sensores y sistemas informáticos avanzados para ajustar continuamente la producción en función de la llamada carga, que varía según la hora del día y la época del año.
Cómo reaccionan las centrales eléctricas
No todas las fuentes de energía responden igual ante un pico de demanda. Las centrales de carbón y nucleares pueden producir grandes cantidades de electricidad de forma sostenida, pero reaccionan lentamente a los cambios bruscos. Las plantas que utilizan gas natural son más flexibles y suelen emplearse para cubrir picos rápidos, como los de las tardes de verano.
Las energías renovables, como la solar y la eólica, aportan menos contaminación, pero su producción depende del clima y no siempre puede ajustarse al instante. Para compensar estas fluctuaciones, algunas redes utilizan baterías de gran tamaño, aunque todavía no es viable almacenar suficiente electricidad para abastecer ciudades enteras durante mucho tiempo. En algunos sistemas hidroeléctricos, el agua se bombea a embalses en momentos de baja demanda para liberarla cuando el consumo aumenta.
Por qué no se apagaría todo el planeta
A pesar del impacto inicial, dos factores evitarían un colapso global. El primero es que no existe una red eléctrica mundial única. Cada país —o incluso regiones dentro de un mismo país— tiene su propia red, con interconexiones limitadas. Si una red falla, puede aislarse rápidamente para evitar que el problema se propague.
El segundo factor es el avance tecnológico. En las últimas dos décadas, las bombillas LED han sustituido en gran medida a las antiguas. Producen mucha más luz con menos electricidad, reduciendo la carga total. Según el Departamento de Energía de Estados Unidos, el uso de LED ahorra al hogar medio unos 225 dólares al año, y en 2020 casi la mitad de los hogares estadounidenses ya las utilizaban como iluminación principal.
El verdadero problema: un cielo sin estrellas
Más allá del consumo eléctrico, el efecto más visible sería el aumento del resplandor del cielo. Esta luminosidad difusa se produce cuando la luz artificial se refleja en partículas de polvo y niebla en la atmósfera, borrando el cielo nocturno. La luz es difícil de controlar y rebota en superficies como el hormigón o los cristales.
La iluminación excesiva ya es habitual: edificios vacíos con luces encendidas toda la noche o farolas que proyectan luz hacia arriba en lugar de iluminar el suelo. Incluso los sistemas bien diseñados contribuyen a que las ciudades sean visibles desde el espacio y las estrellas invisibles desde la Tierra.
Según explica Harold Wallace, conservador de Colecciones de Electricidad del Museo Nacional de Historia Americana de la Institución Smithsonian, un encendido global provocaría «mucho más resplandor del cielo y ninguna estrella en el firmamento nocturno». Además, la contaminación lumínica puede alterar los ciclos de sueño humanos y desorientar a insectos, aves y otros animales.
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