En un mundo donde las criptomonedas se han consolidado como uno de los activos más valiosos y disruptivos del siglo, un fenómeno bastante desconocido está ganando protagonismo: la búsqueda de bitcoins perdidos. Si pensabas que esa ilusión que te inundaba cuando eras niño al jugar al tesoro escondido ya nunca podría volver, estás de suerte. Con más de 3,7 millones de bitcoins inaccesibles debido al olvido de claves privadas —lo que equivale a más de 300 mil millones de euros—, surge una nueva clase de buscadores de tesoros digitales que se enfrentan al mayor reto criptográfico de la historia.
El bitcoin
El bitcoin, la primera criptomoneda descentralizada, opera sobre una red blockchain que garantiza la transparencia y seguridad de las transacciones sin intervención de entidades centrales. Sin embargo, esa misma estructura impide recuperar el acceso a una billetera si uno pierde su clave privada. En sus orígenes, cuando cada bitcoin apenas valía un euro, muchos usuarios no le dieron importancia a la custodia segura de sus claves. O guardaron el código de sus bitcoins en memorias USB que borraron sin darse cuenta para guardar música o películas en ellas. Hoy cada bitcoin vale casi 100.000 euros y esos descuidos se han convertido en fortunas millonarias.
Este contexto ha dado lugar a una tendencia creciente: la de los cazatesoros de bitcoins. Se trata de individuos y colectivos que utilizan sofisticadas herramientas de recuperación de datos, análisis de la blockchain y ataques de fuerza bruta para intentar acceder a criptomonedas olvidadas. Aunque la blockchain de bitcoin cambió su protocolo para hacerse más segura hace poco, las criptomonedas que no hayan tenido ninguna transacción desde este cambio siguen protegidas por el algoritmo antiguo, lo que las hace más vulnerables, especialmente cuando la computación cuántica sea una realidad práctica.
Computación cuántica
El avance de la computación cuántica representa un hito histórico en la ciberseguridad y los algoritmos de encriptación. Empresas como Google, IBM y D-Wave han logrado avances relevantes en este campo y sus prototipos empiezan a poner a prueba las arquitecturas de seguridad digital diseñadas en el pasado. De alcanzar una capacidad cuántica suficiente, una sola persona u organización podría desbloquear millones de bitcoins olvidados y hacerse multimillonario en 24 horas.
En este contexto, los debates sobre la ciberseguridad, la obsolescencia de los algoritmos de cifrado y la regulación internacional de la criptografía postcuántica se intensifican. De hecho, la Unión Europea ha comenzado a diseñar marcos normativos y estrategias de defensa digital ante el inminente cambio de paradigma, como la nueva Ley de Coordinación y Gobernanza de la Ciberseguridad.
Oro digital
Mientras tanto, miles de entusiastas exploran cómo reventar las claves privadas de los bitcoins olvidados y otros, más pragmáticos, especulan invirtiendo en empresas punteras del sector cuántico, con la esperanza no solo de que facturen mucho cuando consigan sus ordenadores del futuro, sino que den el pelotazo descifrando esos bitcoins incluso antes de lanzar su producto al mercado. Esta nueva "fiebre del oro digital" refleja el espíritu de una era marcada por la intersección entre tecnología, codicia y resiliencia.
La historia del bitcoin, nacida como un experimento entre entusiastas de la descentralización quemados con el poder fiscalizador y el ansia recaudadora de algunos estados, se transforma así en una carrera tecnológica con implicaciones éticas, económicas y políticas. Y aunque aún es pronto para saber si alguno de estos cazatesoros logrará su cometido, lo cierto es que los millones de criptomonedas extraviadas seguirán siendo el Santo Grial de una generación obsesionada con los secretos del código.
Antonio Flores Galea tiene dos ingenierías superiores de Telecomunicación y en Electrónica por la Universidad de Sevilla y es MBA por la escuela de negocios IESE. Es profesor de Inteligencia Artificial y Big Data en la Universidad Francisco de Vitoria.