
Meta ha decidido no firmar el nuevo Código de Buenas Prácticas de IA impulsado por la Comisión Europea, alegando que su contenido excede con creces el marco normativo de la Ley de Inteligencia Artificial y que supone un freno para la innovación y la competitividad del ecosistema digital en Europa. La tecnológica estadounidense advierte que el camino regulatorio elegido por Bruselas no solo pone en riesgo la agilidad de las empresas europeas, sino que mina las bases para construir un liderazgo global en tecnologías emergentes.
"Europa va por mal camino en materia de IA", ha sentenciado Joel Kaplan, vicepresidente de Asuntos Globales de Meta, tras confirmar que la compañía no suscribirá el Código. Según Kaplan, el texto introduce una incertidumbre legal innecesaria para los desarrolladores de modelos y aplica exigencias que no están contempladas ni siquiera en la propia Ley de IA, que entrará en vigor el próximo 2 de agosto.
Lejos de tratarse de un gesto aislado, Meta se suma al creciente malestar del sector tecnológico europeo. A principios de mes, 44 grandes empresas, entre ellas Bosch, Siemens, SAP, Airbus o BNP, firmaron una carta abierta en la que pedían a la Comisión Europea que detuviese la implementación de estas normas hasta evaluar su impacto real sobre el tejido empresarial. Un mensaje que Meta respalda de forma explícita.
"Compartimos la preocupación de estas compañías: estas medidas desacertadas frenarán el despliegue de modelos de IA de vanguardia y limitarán la competitividad de las empresas europeas que apuestan por la innovación", ha afirmado Kaplan.
Bruselas, por su parte, insiste en que el Código de Buenas Prácticas es voluntario y que ofrecerá a los firmantes beneficios como una menor carga burocrática y una mayor seguridad jurídica. Pero lo cierto es que para muchos actores del sector, esta propuesta no supone una ayuda, sino un lastre añadido en un momento crítico de desarrollo global de la IA.
Una Europa a la zaga tecnológica
Mientras otras regiones del mundo, especialmente Estados Unidos y Asia, apuestan por modelos de colaboración público-privada, inversión estratégica y márgenes regulatorios flexibles para favorecer la innovación, la Unión Europea parece aferrarse a una visión hiperregulada que, según los expertos, podría tener un efecto boomerang: más control, pero menos capacidad real para liderar el cambio.
Meta defiende una IA segura, transparente y alineada con los valores democráticos, pero advierte que los marcos regulatorios deben construirse desde la cooperación y no desde la penalización preventiva. "Innovar con confianza no significa regular en exceso", concluyen desde la tecnológica.
En plena carrera global por liderar la próxima revolución industrial basada en la inteligencia artificial, la negativa de Meta marca un punto de inflexión: o Europa escucha a los actores clave del ecosistema tecnológico, o corre el riesgo de quedarse atrás mientras otros diseñan el futuro.

