
De vez en cuando, salta la polémica porque alguien ha contratado a un enano para una fiesta. En este caso, el famoso futbolista Lamine Yamal realizó una fiesta de cumpleaños para la que el proclamado heredero de Pelé y Messi contrató, entre otros, a lo que un periódico llamó "chicas de imagen" y a Misterpeke. No me consta que ninguna asociación de personas con imagen y otras eufemismos artísticos haya elevado ninguna protesta respecto a las señoritas, pero sí la ha hecho la Asociación de personas con acondroplasia y otras displasias esqueléticas (ADEE) en relación con que Misterpeke –así se llama el enano, persona de baja estatura, persona con enanismo o persona con acondroplasia (táchese la expresión que le guste menos, siempre desde el respeto)– haya participado. Curiosa paradoja: ADEE pretende imponerle a Misterpeke cómo y dónde trabajar, lo que podría ser un atentado contra la libertad de expresión, la libertad creativa y el sacrosanto derecho fundamental al trabajo. Pero ADEE argumenta que la libertad y un derecho fundamental no son nada respecto a otro concepto ético, «desmontar estereotipos, visibilizar los retos reales del colectivo y defender una representación digna, profesional y variada». O sea, la dignidad de Misterpeke obliga a hacer caso omiso del deseo y el derecho de Misterpeke a trabajar en fiestas, cosa que sí pueden hacer, por ahora, las «chicas de imagen». Interesante problema filosófico: ¿qué tiene prioridad, la elección consciente y reiterada de un señor en concreto o la reclamación en abstracto de una asociación que pretende representarlo? O, dicho de otro modo, en la jerarquía ético-política ¿tiene preeminencia la agencia libre del individuo o un concepto en abstracto como el de dignidad?
El caso no es nuevo. Esta Asociación ya mandó al paro a un grupo de artistas –enanos, personas de baja estatura, personas con enanismo o personas con acondroplasia (táchese como antes)— que pretendían trabajar en espectáculos cómico-taurinos. Pero el debate viene de más atrás, siendo un clásico en las clases de Filosofía Política. Por ejemplo, en la década de 1990, el municipio francés de Morsang-sur-Orge prohibió el "lanzamiento de enanos", una práctica de entretenimiento donde enanos, personas de baja estatura, personas con enanismo, personas con acondroplasia (táchese, etc.) eran arrojadas sobre superficies acolchadas, argumentando que atentaba contra la dignidad humana. Esta decisión, respaldada por el Consejo de Estado francés y el Comité de Derechos Humanos de la ONU, se justificó como una medida para proteger el bien público, considerando que la actividad degradaba a los participantes al presentarlos como objetos de diversión, independientemente de las medidas de seguridad o su consentimiento.
Manuel Wackenheim, un enano (persona de baja estatura, persona con enanismo, persona con acondroplasia, táchetc.) que se ganaba la vida con esta práctica, impugnó la prohibición, defendiendo que restringía su autonomía y su derecho a elegir su trabajo. El caso de Wackenheim pone de manifiesto un conflicto entre la noción de dignidad, usada por las autoridades para imponer restricciones, y la agencia individual, que Wackenheim reivindicaba al argumentar que la verdadera indignidad era la falta de oportunidades laborales. Este debate subraya cómo las concepciones abstractas de dignidad pueden ignorar las circunstancias y elecciones de los afectados, reflejando un paternalismo que limita la libertad personal. Como argumenté en su momento, la dignidad consiste fundamentalmente en respetar la libertad y la agencia de los intervinientes. El argumento capcioso que se basa en una concepción reduccionista y abstracta de la dignidad contra el propio agente está conduciendo a una sociedad moralista, puritana, intervencionista, prohibicionista e inquisitorial que lleva a supuestamente liberar personas contra su propia voluntad, de guapas azafatas a las que prohíben lucir palmito, como si el feminismo fuese una conspiración de feas, a enanos (personas de baja estatura, personas con enanismo, personas con acondroplasia (ya sabe)).
En estos tiempos de censores que han emprendido una cruzada contra el humor, este odio a los chistes es sintomático de un espíritu inquisitorial, Misterpeke (nombre artístico de Juan Torres) se lanza a contar chistes que caen como una bomba sobre ese sepulcro blanqueado que es el Ministerio de Igualdad:
«¿Sabéis por qué soy tan pequeño? Porque mis padres echaron medio polvo»
Recomiendo el canal de Misterpeke en Youtube para écharse unas risas. No de él, sino con él.
Para decidir quién tiene razón en esta polémica, ADEE o Misterpeke, hay que escucharlos a ambos. Argumentan desde ADEE que
«La libertad individual es un pilar básico en cualquier sociedad democrática. Pero para que sea auténtica, no puede reducirse a la mera capacidad de decir "sí" o "no" en un contexto vacío. La libertad no es una abstracción neutra: necesita condiciones materiales, sociales y culturales que la hagan posible (...) Una sociedad justa no es la que dice "cada cual es libre de hacer lo que quiera", sino la que garantiza que esa libertad esté respaldada por igualdad de oportunidades, respeto social y condiciones reales de elección. Porque consentir en un entorno desigual no es libertad: es supervivencia.»
Haciéndole caso a la asociación, vamos a conocer el contexto de Juan Torres, para comprobar si su consentimiento está viciado por un entorno desigual, explotador y alienante o, por el contrario, el ejercicio de su libertad está respaldado por la igualdad de oportunidades, el respeto social y condiciones reales de elección. Pues leo una entrevista en El Mundo que
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Tiene 43 años y lleva más de 30 años en el espectáculo, desde shows taurinos (1996-2015) hasta eventos privados como cumpleaños y despedidas. Reside en Madrid desde los cuatro años, es autónomo, paga impuestos y mantiene a sus tres hijos. Es una figura popular en redes sociales, con más de un millón de seguidores en TikTok y 75,000 en Instagram.
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Se dedica a animar eventos con humor (disfraces, shows en piscinas, monólogos), afirmando que su trabajo es digno, respetuoso y sin burlas. Sostiene que, de haber mofa, no habría continuado por tres décadas.
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Rechaza la representatividad de la Asociación de Personas con Acondroplasia (ADEE), que critica su participación en la fiesta de Lamine Yamal, argumentando que no consulta al colectivo y busca quitarles su sustento sin razón, ya que los artistas fueron tratados con respeto.
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Defiende su derecho a elegir su profesión frente a alternativas como vender cupones o trabajar en la construcción, enfrentando burlas similares en la calle. Su labor le permite autonomía económica y rechaza ser una carga para el Estado.
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Considera que la falta de empleo es más indigna que su trabajo. Educa a su hijo con enanismo para que sea libre y se ría de sí mismo, promoviendo su integración sin limitaciones por prejuicios.
En conclusión, aunque enfrenta estigma social (burlas en espacios públicos), su éxito en redes sociales, autonomía económica y capacidad para establecer límites en eventos demuestran un ejercicio de agencia en un entorno con oportunidades razonables, no viciado por coerción directa. Por tanto, ADEE debería de pedirle perdón a Juan Torres porque el ataque a su dignidad personal no lo ha cometido el heredero de Pelé y Messi al contratarlo y tratarlo con respeto, sino una asociación que opera en abstracto, es incapaz de escuchar realmente a sus supuestamente defendidos y es objetivamente un peligro para los enanos, personas de baja estatura, personas con enanismo o personas con acondroplasia (es la última vez que lo escribo) a los que trata con condescendencia y paternalismo, como si la baja estatura física se sumase una baja estatura mental y moral que les incapacitase para pensar y decidir por sí mismos. Los enanos, pdbe, pce o pca (mejor como acrónimos), ciertamente merecen nuestro respeto y, además, en el caso de Juan Torres, nuestra admiración por su determinación, ejemplaridad y coraje.
