
Introducción:
La rebeldía, entendida como un acto de desafío consciente frente a las limitaciones impuestas por la autoridad, el destino o la injusticia, constituye uno de los pilares fundamentales de la experiencia humana. A lo largo de la historia, desde los mitos fundacionales hasta las reflexiones filosóficas modernas, la rebeldía ha sido un vehículo para afirmar la libertad, la autonomía y la dignidad del ser humano. En este ensayo me propongo explorar esta dimensión esencial a través de figuras arquetípicas de la antigüedad clásica occidental y pensadores clave contemporáneos que han encarnado o reflexionado sobre el acto rebelde en el horizonte de nuestro pasado más lejano –de Eva a Prometeo pasando por Antígona, Aquiles y Sócrates– y también de nuestro inmediato pasado, o un presente continuo evanescente, con Camus, Aron y Sartre. Todo sea para que nuestro futuro sea, a pesar de las amenazas que se ciernen como espadas de Damocles sobre nuestras cabezas, lo más rebelde a fuer de liberal posible.
Antes de nada crearé un marco general basándome en tres autores contemporáneos que hicieron de la rebeldía la marca no solo de su pensamiento, sino también de su acción política y su activismo intelectual. Por un lado, Raymond Aron y Albert Camus, y en contraste las posturas de Jean-Paul Sartre. Cada uno, desde su perspectiva, ofrece claves para entender la rebeldía como motor de la libertad.
En el ámbito mitológico, la rebeldía ha sido una fuerza fundamental de la humanidad, manifestada en actos que desafían normas y poderes establecidos. Desde el gesto de Eva al tomar el fruto prohibido, que simboliza la búsqueda del conocimiento a pesar de las consecuencias, hasta el robo del fuego por parte de Prometeo, un acto de desafío divino para beneficiar a la humanidad, la rebeldía se presenta como un acto de valentía y sacrificio. Asimismo, la cólera de Aquiles, motivada por su sentido de justicia, la desobediencia civil de Antígona, que prioriza la ética personal sobre la ley, y la resistencia moral de Sócrates, que defiende la verdad hasta la muerte, ilustran cómo la libertad se ejerce a través de la transgresión consciente y la coherencia ética.
En una dimensión filosófica y contemporánea, esta tradición de rebeldía se refleja en pensadores como Raymond Aron, cuya lucidez liberal se opuso a los totalitarismos fascista y comunista, o Albert Camus, quien en sus meditaciones sobre la rebeldía cabalga el absurdo existencial. Cada uno de estos momentos, mitológicos y modernos, muestra cómo la libertad no es solo un derecho, sino un acto de desafío que requiere sacrificio y responsabilidad moral.
En un mundo donde la libertad es tanto un ideal fundamental en algunos contextos como una amenaza temida en otros, este ensayo celebra la rebeldía como el núcleo de nuestra humanidad. Invita al lector a reflexionar sobre su propio papel en esta tradición de desafío, preguntándose cómo sus decisiones pueden contribuir a la defensa de la libertad y la responsabilidad que esta conlleva.
Cuando Lenin le preguntó a Fernando de los Ríos para qué la libertad, el socialista español podría, debería, haber respondido: para ser rebelde. Pero la pregunta del comunista ruso era retórica porque este sabía de antemano la respuesta y de ahí su prohibición de la libertad1.
Conclusión
A lo largo de este ensayo se ha puesto de manifiesto que la rebeldía constituye un elemento esencial y definitorio de la libertad humana, tal como lo ejemplifican los gestos fundacionales de Eva, Prometeo, Aquiles, Antígona y Sócrates, dentro de un marco general de la rebeldía creado a partir de la obra de Albert Camus y Raymond Aron en su disputa con Jean-Paul Sartre. Los respectivos actos de libertad rebelde protagonizados por todos ellos, aunque separados por contextos culturales y religiosos distintos, revelan la tensión inherente entre la obediencia y la autonomía, entre la seguridad de lo dado y el riesgo de lo desconocido. Eva, al tomar el fruto prohibido, inaugura la autoconciencia y la responsabilidad moral, mientras que Prometeo, al robar el fuego, simboliza la emancipación colectiva y el progreso civilizatorio. Igualmente, la resistencia de Antígona contra el poder patriarcal, la rebeldía de Aquiles contra la tiranía, y la coherencia de Sócrates, nos muestran cómo la libertad se afirma como un acto de desafío ético. Camus y Aron prolongan esta tradición al rechazar los totalitarismos, mientras que el ejemplo de Sartre nos advierte de los riesgos de una rebeldía sin límites que pavimenta el camino al autoritarismo en lugar del camino de la libertad.
Todos estos mitos muestran que la libertad auténtica implica necesariamente la posibilidad de la transgresión y el peso de las consecuencias: la expulsión del paraíso o el castigo eterno. Sin embargo, lejos de ser simples advertencias sobre los peligros de desafiar la autoridad, estos relatos celebran la capacidad humana de cuestionar, elegir y forjar su propio destino, aun a costa del sufrimiento personal o colectivo.
La rebeldía, por tanto, no debe entenderse únicamente como un acto de desobediencia, sino como el detonante que enciende la creatividad, el pensamiento crítico y la dignidad. En un mundo donde la libertad es constantemente amenazada por fuerzas externas e internas, estas lecciones de liberalismo de facto y rebeldía crítica invitan a asumir la responsabilidad de nuestras elecciones, a no conformarnos con la ignorancia cómoda ni con la sumisión acrítica, y a reconocer que, aunque la libertad conlleva riesgos y sacrificios, es la condición misma de nuestra humanidad.
Así, el elogio de la rebeldía es, en última instancia, un elogio de la libertad consciente y responsable, aquella que nos impulsa a trascender los límites impuestos, a buscar el conocimiento y a construir, con valentía, nuestro propio sentido de la existencia.
Extracto del ensayo Elogio de la libertad rebelde que fue galardonado con el Tercer Premio del 20º Concurso de Ensayo Caminos de Libertad (2025)
1 En una entrevista que realiza Daniel Arjona en El Mundo (10 de junio de 2025), el historiador Robert Service advierte "La Revolución rusa inventó el Estado de partido único, el Estado de ideología única, el Estado del terror. Y ese modelo fue replicado en los países comunistas durante las décadas siguientes. También fue imitado desde la derecha por los despotismos totalitarios de los fascistas y los nazis en Europa, en América del Sur y en otros lugares. Lenin era un hombre impulsado por la ideología. Era un fanático. Era un creyente. Me recuerda a esos líderes católicos o protestantes fanáticos del siglo XVI que estaban dispuestos a matar para imponer en la Tierra el tipo de sociedad que creían dictada por Dios. En el caso de Lenin, claro, «Dios» no era una divinidad, sino Marx". La gran estafa intelectual, y la más peligrosa, como señala Service, es haber trazado una frontera entre Lenin y Stalin, cuando lo que hubo entre ambos no fue sino la evolución lógica del pensamiento totalitario.
