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Juan Pablo II y Francisco: dos Papas, ¿dos Iglesias?

Massimo Borghesi lo dejo escrito: "Francisco no provocó este conflicto dentro del catolicismo; simplemente lo sacó a la luz…".

Massimo Borghesi lo dejo escrito: "Francisco no provocó este conflicto dentro del catolicismo; simplemente lo sacó a la luz…".
Plaza de San Pedro, en el Vaticano, Roma. | Cordon Press

Al enfermar gravemente el Papa Francisco, apenas comenzado este año, muchos, como es natural, han empezado a pensar en el futuro de la Iglesia y en un nuevo Papa. Aunque la salud del Pontífice es delicada, no parece que estemos abocados inmediatamente, salvo conmoción inesperada, a un nuevo Cónclave para elegir sucesor. Aún así, ya se han publicado libros que se interrogan sobre la identidad de quien sostendrá sobre sus hombros el peso de la barca de San Pedro, probablemente el poder más importante del mundo aunque carezca de divisiones y armas.

En un libro de 2020, Edward Pentin, periodista y escritor, corresponsal en el Vaticano durante años, escribió, con la ayuda del Sophia Institute Press una obra titulada El próximo Papa. En su texto se investigan las trayectorias y posiciones, sobre toda clase de temas, de 19 cardenales seleccionados por sus posibilidades de acceso al Papado[i]. Son bastantes candidatos puesto que en el último Cónclave los electores fueron 115 (2 no asistieron).

Aunque es sabido que en los Cónclaves quien entra Papa, sale Cardenal[ii], no está de más ir pensando en quien tendrá que gobernar una comunidad católica seriamente dividida tras los pontificados de Juan Pablo II y Francisco. Las divergencias se intuían como causa de la celebración del Concilio Vaticano II, que enfrentó a la Iglesia más tradicional con otra Iglesia autoproclamada "progresista". Pero ha sido hace pocos años cuando la persistente disidencia se ha hecho pública, algo anómalo dado el secretismo vaticano.

El 26 de septiembre de 2015, Pedro Fernández Barbadillo, que ha lamentado que la Iglesia se haya degradado hasta el nivel de los partidos políticos, informaba sobre la existencia de una llamada "Mafia de san Galo"[iii]. No se inventó la expresión, porque fue el cardenal belga Godfried Danneels quien, con motivo de la presentación de su biografía, admitió formar parte del grupo de San Galo, al que él mismo calificó de "mafia". Benedicto XVI consideraba fuera de la fe católica algunas opiniones del cardenal, aunque no fue tan explícito con otros miembros de tal "mafia".

En esa biografía autorizada se dedica todo un capítulo, el 24, a dicha "mafia" de San Galo. "Desde 1996, el grupo se reúne una vez al año a principios de enero, siempre en San Galo o sus alrededores, siempre con Ivo Fürer[iv] como anfitrión y, en los primeros años, con el cardenal Martini[v] como motor e inspiración", se relata en dicho libro.

Y se añade: "Aunque el grupo incluye figuras de diferentes convicciones teológicas, su denominador común es la convicción de que la influencia de Ratzinger, Prefecto de la Congregación para la Doctrina de la Fe, en el gobierno de la Iglesia universal, favorece a las fuerzas centralizadoras y restauradoras en los últimos años del pontificado de Wojtyla. Esto da una idea del tipo de temas abordados: el centralismo eclesial, el papel de las conferencias episcopales, el desarrollo del ministerio sacerdotal, la moral sexual, la política de nombramiento de los obispos, la implementación de la colegialidad, etc".

De una parte, pues, se situaban los partidarios del conservadurismo eclesial, el mantenimiento de los principios y las formas como modo de preservar la unidad y la coherencia de la Iglesia aunque abiertos a cambios más sociales y económicos que políticos. De la otra, los proclives a un cierto relativismo en las costumbres vaticanas, en un reconocimiento, más civil que religioso, de la homosexualidad, en la comunión de los divorciados, en la ampliación del diaconado a las mujeres, tal vez del sacerdocio, en la simpatía por las ideas populistas de igualdad y la hostilidad hacia una organización económica y social regulada por el mercado y la libre empresa.

Juan Pablo II, un Papa defensor del Occidente democrático

Karol Wojtila, que venía del frío comunista, escribió 14 encíclicas. Su misión histórica, al margen de sus ideas, fue anudar la imagen de la Iglesia Católica a la caída histórica del Muro de Berlín y a la descomposición de la Unión Soviética sin caer en la fantasía del "fin de la historia" que hacía de la democracia, más o menos liberal, el estadio final de toda sociedad que quisiera convivir pacíficamente.

Esta apertura a los "signos de los tiempos" la combinó con un rigor eclesial interno bien visible en favor de contener los deseos de los reformadores animados por el pontificado posconciliar de Pablo VI. Precisamente sus adversarios consideraron que su intransigencia en temas como el aborto, el divorcio, el papel de la mujer en la iglesia, la verticalidad jerárquica y la preferencia por el capitalismo, con reformas, antes que por el socialismo, restaba fieles potenciales a la Iglesia.

Sus posiciones "políticas" (en el sentido amplio y general en que se sitúan los Pontífices) resultaban claras para todos. La estrategia vertebral era la opción por la inteligente libertad de Santo Tomás de Aquino: asumir todo lo útil posible de las filosofías paganas (aristotélica, sobre todo) para fundamentar la fe de la Iglesia desde un punto de vista lógico y racional, manteniendo a salvo el mensaje cristiano esencial. Por ejemplo, Juan Pablo II hizo un ejercicio de reconsideración cristiana del concepto marxista de alienación.

"El hombre que se preocupa sólo o prevalentemente de tener y gozar, incapaz de dominar sus instintos y sus pasiones y de subordinarlos a la obediencia a la verdad, no puede ser libre. La obediencia a la verdad sobre Dios y sobre el hombre es la primera condición de la libertad". Un hombre así, no el descrito por el marxismo, es el hombre realmente alienado razonó en su Encíclica Centesimus annus.

En su caso, la filosofía a considerar residía en una pluralidad de doctrinas convergentes en la defensa del orden democrático sin inclinarse por ninguna aunque la condena a los totalitarismos derivados del nacional-socialismo, del fascismo y del marxismo, cuya relación con el cristianismo declaró imposible, fue diáfana. Tampoco escapó de su condena todo fundamentalismo, fanatismo y consumismo como huidas de una libertad que sólo puede ser encontrada desde la verdad. Y un elemento de la verdad es la realidad de la fe.

Su perspectiva de la caída del comunismo no hizo del capitalismo una panacea: "¿Se puede decir quizá que, después del fracaso del comunismo, el sistema vencedor sea el capitalismo, y que hacia él estén dirigidos los esfuerzos de los países que tratan de reconstruir su economía y su sociedad? ¿Es quizá éste el modelo que es necesario proponer a los países del Tercer Mundo, que buscan la vía del verdadero progreso económico y civil?", se preguntó.

El capitalismo "reconoce el papel fundamental y positivo de la empresa, del mercado, de la propiedad privada y de la consiguiente responsabilidad para con los medios de producción, de la libre creatividad humana en el sector de la economía" pero deja de ser benefactor de la humanidad si "no está encuadrada en un sólido contexto jurídico que la ponga (a la empresa) al servicio de la libertad humana integral y la considere como una particular dimensión de la misma".

Su correlato político es la democracia: "El Estado totalitario tiende, además, a absorber en sí mismo la nación, la sociedad, la familia, las comunidades religiosas y las mismas personas…". Por ello, "la Iglesia aprecia el sistema de la democracia, en la medida en que asegura la participación de los ciudadanos en las opciones políticas y garantiza a los gobernados la posibilidad de elegir y controlar a sus propios gobernantes, bien la de sustituirlos oportunamente de manera pacífica".

Y sigue: "Una auténtica democracia es posible solamente en un Estado de derecho y sobre la base de una recta concepción de la persona humana. Requiere que se den las condiciones necesarias para la promoción de las personas concretas, mediante la educación y la formación en los verdaderos ideales…". Y recalca que una democracia sin valores, sumida en el escepticismo, el agnosticismo y el relativismo, puede caer fácilmente en nuevos totalitarismos desencadenados por su abandono del valor de la verdad.

Igualmente, Juan Pablo II reclamaba el papel histórico de la Iglesia Católica y el cristianismo en la formación de la Europa democrática. Consideraba necesario su reconocimiento y con él, la presencia de la acción católica en la educación, en la vida social, en la formación de la opinión y en las manifestaciones públicas de sus creencias. Podría debatirse sobre sus postulados, pero nadie podría poner en duda su claridad y su coherencia.

El Papa Francisco y la reforma oscura

Lo contrario sucede con el Papa Francisco, cuya biografía y su trayectoria están envueltas en una densa niebla que genera tercas incertidumbres. Papa enigmático, le han llamado algunos historiadores como Massimo Franco. Desde sus supuestas afinidades peronistas ("Bergoglio es incomprensible sin el peronismo"[vi]), que él niega, a su relación con algunos militares de la dictadura argentina[vii], desde sus notables influencias comunistas en la juventud a posiciones apreciadas como muy conservadoras por la Curia romana, todo es confuso.

Más si cabe cuando el grupo "progresista" de san Galo lo admitió en su seno y finalmente logró elevarlo a la silla de San Pedro tras la abdicación, tal vez acordada, de Benedito XVI en 2013. Su inspirador, el cardenal Carlo María Martini, desconfiaba del cardenal argentino por sus penumbras. De hecho, se ha contado que, tras las tres primeras votaciones en el Cónclave de 2005, Martini decidió dejar de apoyar a Bergoglio[viii] e inclinarse por Ratzinger, tras una larga conversación entre ambos. Hay quien interpreta lo sucedido como un pacto de transición para no romper la unidad de la Iglesia, pacto que habría incluido la retirada del Papa alemán. Más bruma.

La jefa del gobierno italiano, Giorgia Meloni, conservadora radical europea, manifestó no entender muchas actitudes del Papa Francisco, algo que es extensible a numerosos católicos y no sólo conservadores. Por ejemplo, ¿por qué recibir con tanta simpatía a líderes de la izquierda social-comunista europea e iberoamericana y rechazar la presencia de personalidades conservadoras o reducir sus entrevistas a un tiempo ridículo? ¿Por qué insistir en que la economía de mercado mata y no subrayar el asesinato masivo del comunismo? O de otro lado, ¿por qué tanta lentitud en adoptar decisiones reformadoras más radicales, algo que decepciona a sus partidarios?

En los dos primeros artículos de esta miniserie, ya dejamos constancia de cómo los papados de Juan Pablo II (en el que incluimos el de Benedicto XVI) y Francisco han sido percibidos políticamente. Las fuerzas conservadoras y liberales, desde Meloni a Trump, prefieren a los dos primeros, mientras que los izquierdistas en general, desde Pedro Sánchez, Yolanda Díaz o los nuevos comunismos iberoamericanos, prefieren a Francisco.

El cardenal Martini, antes de morir, en agosto de 2012, dijo en El Corriere de la Sera, que la Iglesia llevaba 200 años desfasada. Una de las supuestas reformas encomendadas a Francisco habría sido la progresiva disolución de la "monarquía absoluta" papal en un entramado de decisiones sinodales y colegiales –una especie de parlamentarismo eclesial—, con prevalencia sobre el Pontífice. Sin embargo, hay quien ha insistido en que, bajo un ropaje de frescura y cambio, lo que se ha ido reforzando durante su papado es una intensa tiranía pontifical, esto es, una reforma "republicana" dictatorialmente impuesta. Brumas intensas.

Han sido llamativas, y muy discutidas, sus reformas de la financiación y contabilidad vaticanas, su preferencia por la periferia en lugar de por el centralismo, su introducción de la relación directa frente al control de la Secretaría de Estado, su comprensión hacia la catolicidad de los divorciados y vueltos a casar, sobre el aborto, sobre la homosexualidad, sobre el diaconado femenino o el posible acceso de la mujer al sacerdocio y el fin del requisito eclesial del celibato, entre otros espinosos temas de los que se ha hablado pero que siguen sin concretarse. Más sombras.

Pero donde más ha destacado el Papa Francisco es en su ataque radical al capitalismo, la economía que, según él, mata si bien ha producido reducción de la pobreza en el mundo de manera comprobable. El dinero, que para otros cristianos es espíritu y capacidad de obrar en el mundo, para él es el "estiércol del diablo". ¿No ha reparado en que la codicia que él atribuye casi exclusivamente al liberalismo capitalista existió mucho antes de éste en reyes, imperios e incluso en Papas? Es la reflexión crítica del liberal Axel Káiser, por ejemplo.

Suele mencionarse como uno de sus textos decisivos el prólogo al libro de su amigo Guzmán Carriquiry, Una apuesta por América Latina, 2005. En él se suma a la propuesta para que Latinoamérica (ignora lo ibérico) recorra "las vías de la integración hacia la configuración de la Unión Sudamericana y la Patria Grande Latinoamericana", el "extremo Occidente", muy alejado tanto del "imperialismo globalizador" unipolar como del "progresismo adolescente" y con toques indigenistas evidentes. Probablemente de ahí proceda su hostilidad hacia una España desdeñada por su evangelización "irrespetuosa", por la que le pidió perdón al pueblo mexicano.

Uno de sus más respetados biógrafos, Austen Ivereigh[ix], expresa un sentir mayoritario sobre su presencia en Roma: "Si los católicos conservadores se sienten huérfanos —Benedicto XVI era una figura paterna para ellos—, los católicos liberales o progresistas se sienten de nuevo como en casa… antes de que las cosas se cerraran", desde los tiempos de Juan Pablo II. O sea.

Otro de ellos, Massimo Borghesi[x], lo destaca con más intención: "Francisco no provocó este conflicto dentro del catolicismo; simplemente lo sacó a la luz… El terremoto se ha reanudado ahora porque el pontífice argentino regresa a ese concilio (Vaticano II), algo descuidado por sus predecesores, porque proclama un catolicismo que no se entiende principalmente como un mensaje de moralidad, que no busca principalmente hacer prosélitos entre los no creyentes, reprender a los fieles por sus costumbres sexuales, ni forjar alianzas políticas en defensa de ‘valores innegociables’, sino que abre las puertas de la Iglesia a lo irregular, a lo distante".

Su Papado no ha terminado. De nuevo en un hospital, "tiró para adelante". ¿Cómo pasará a la Historia? En su último libro, Papa Francisco, mi historia en la historia (2024) tampoco él lo sabe. Juan Pablo II ya es el Papa de la fe, de la tradición, de la continuidad jerárquica y de la secular democracia occidental triunfante sobre el totalitarismo comunista.

De momento, Francisco, es el Papa ¿rojo? de reformas controvertidas, que no piensa renunciar, como su antecesor, y sostén explícito de la Agenda 20-30. Pero también es un Papa que tendrá que equilibrar mando y paciencia, cualidades sin las cuales la Iglesia podría dividirse sin remedio. Sobre todo, en el inesperado momento Trump de esta década. ¿Habría peor destino para un Papa que la turbulencia de una desconciliación universal?


[i] Sus nombres son: Cardenal Angelo Bagnasco; Cardenal Raymond Leo Burke; Cardenal Dominik Jaroslav Cardenal Duka , OP; Willem Jacobus (Wim) Cardenal Eijk; Cardenal Péter Erdő; Gerhard Ludwig Cardenal Müller Wilfrid; Fox Cardenal Napier, OFM; Cardenal Seán Patrick O'Malley, OFM Cap; Marc Cardenal Ouellet; Cardenal Pietro Parolin; Cardenal Mauro Piacenza; Patabendige Don Albert Malcolm Cardenal Ranjith; Cardenal Gianfranco Ravasi; Cardenal Robert Sarah; Cardenal Christoph Schönborn; Cardenal Angelo Scola; Luis Antonio Gokim Cardenal Tagle; Peter Kodwo Appiah Cardenal Turkson; Cardenal Matteo Maria Zuppi.

[ii] Con la excepción reciente de Benedicto XVI, que entró Papa y salió Papa.

[iii] San Galo es la abadía suiza en la que el grupo de altos cargos eclesiales se ha reunido durante años.

[iv] Fue el obispo suizo de San Galo desde 1995 a 2005.

[v] Cardenal Carlo María Martini S.J., Arzobispo Emérito de Milán y Cardenal-Presbítero de Santa Cecilia. Inspirador del grupo de San Galo. Puede ampliarse en el libro de Julia Meloni, La mafia de San Galo, 2021.

[vi] Eso se dice en la más reciente biografía profana del Papa Francisco: Zanatta, Loris: Bergoglio, una biografía política. 2025, Gius.Laterza & Sons. Sobre el aspecto peronista puede leerse también Zuleta, Ignacio: El Papa Peronista

[vii] Sobre todo Emilio Massera, al que la Universidad jesuita del Salvador nombró doctor honoris causa siendo Bergoglio provincial de la Compañía de Jesús en Argentina y en plena dictadura militar(1977).

[viii] Otros cuentan que fue el propio Bergoglio quien rogó entre lágrimas no ser el elegido. Siempre tinieblas. Él mismo ha contado que fue usado para contener a Ratzinger.

[ix] Ivereigh, Austen. El gran reformador Francisco, retrato de un Papa radical. Ediciones BSA, Barcelona, 2015

[x] Borghesi, Massimo, Catholic Discordance. Neoconservatism vs. the Field Hospital Church of Pope Francis. Ed. Jaca Book, Milán, 2021

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