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FALLECE CARMELO BERNAOLA

Ante todo, una buena persona

Aunque muchos se empeñan en incluirle en la llamada Generación del 51, junto a compositores como Cristóbal Halffter, Luis de Pablo o el más joven Tomás Marco, Carmelo Bernaola se tuvo siempre por un músico libre, ajeno a modas y modos. Pero lo que nadie duda es que fue, ante todo, una buena persona.

L D (EFE) Carmelo Bernaola, muerto al mediodía de este miércoles en una clínica de Madrid, hubiera cumplido 73 años el 16 de julio próximo. Ese día, del año 1929, nacía en la localidad vizcaína de Ochandiano un niño que con los años se convertiría en un nombre fundamental de la música española de la segunda mitad del siglo XX. Un músico que ha sido compositor -de música sinfónica, para ballet, ópera, de cámara, para teatro, cine y televisión, además del himno del Athletic de Bilbao, su club de fútbol-, clarinetista y profesor, actividad ésta de la que se sentía especialmente orgulloso.

A los siete años de edad se trasladó a vivir a la localidad burgalesa de Medina de Pomar, donde empezó a estudiar música y a tocar el clarinete en la banda de música local y en el Trío Medinés. Con 14 años cambió su residencia a Burgos, donde estudió con los maestros Amoreti y Quesada e ingresó por oposición en la Banda Militar de la Academia de Ingenieros. En 1951, dada su condición de suboficial del Ejército, fue trasladado a Madrid, donde estudia en el Conservatorio. Desde su llegada forma parte de un cuarteto músico-militar junto con Cristóbal Halffter, Angel Arteaga y Manuel Angulo. Más tarde, opositó a la Banda Municipal y dejó el Ejército.

Obtuvo menciones honoríficas en los Premios Nacional de Música (1955) y Samuel Ros (1956). También en 1956 fue galardonado con el Premio Nacional de Compositores del SEU. A continuación se trasladó a Darmstadt, en Hesse (Alemania Federal), donde amplió formación con Bruno Maderna. En Siena (Italia) estudió dirección de orquesta con Sergiu Celibidache.

A su regreso a España compaginó sus facetas de compositor y clarinetista de la Banda Municipal de Madrid. En 1962 consiguió su primer Premio Nacional de Música. El segundo llegaría en 1992.Más tarde se dedica a la enseñanza como profesor de Armonía del Conservatorio de Madrid. En 1981 fue designado director de la escuela de música de Vitoria "Jesús Guridi", cargo en el que permaneció hasta de octubre de 1991.

Bernaola puso música a “El retablillo de Don Cristóbal, “La Celestina” y compuso música para televisión, teatro y multitud de películas de cine. Su primer trabajo para la gran pantalla fue en "Diálogos de la paz" (1964), de Jordi Feliu, a la que siguieron "Nueve cartas a Berta" (1965), de Martín Patino; "Juguetes rotos" (1966), de Manuel Summers; y "Si volvemos a vernos" (1968), de Francisco Regueiro, entre otras.

En el decenio de los 80 trabajó en las bandas de "Los paraísos perdidos" y "Madrid", de Martín Patino; y "Pasodoble" (1988), de José Luis García Sánchez, por cuyo trabajo recibió en 1989 el Goya a la mejor música original. Por su labor para este medio fue distinguido con premios como el Nacional de Música Cinematográfica (1967) y la mejor música del Círculo de Escritores Cinematográficos (1967, 1969 y 1972).

Medalla de Oro de Bellas Artes (1987), Premio Sabino Arana (1994) y Premio de Música de la Fundación Guerrero (2001), entre otros, una de sus mayores satisfacciones fue la investidura como doctor "honoris causa" por la Universidad Complutense, en marzo de 1998, al lado de sus compañeros Cristóbal Halffter, Luis de Pablo y Tomás Marco.

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