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Las noticias son personas

Esta puerilización que digo puede traer consecuencias nefastas para el necesario avance de la cultura y la ciencia.

El formato digital de los medios de comunicación es hoy el dominante. Presenta la facilidad del archivo icónico, esto es, ilustrar las noticias, crónicas y comentarios con fotos o vídeos. Es una forma de personalizar las informaciones, que de este modo se reducen a personas concretas, los protagonistas de la noticia. Si el texto fuera un poco más abstracto o general, siempre cabría la posibilidad de ilustrarlo con la imagen del autor o de la persona más citada. Se entiende que, de este modo, se difunden mejor las ideas.

Los libros de historia y de otras materias humanísticas o sociales recurren también con frecuencia a ilustrar el texto con imágenes de los principales personajes, asociados a los hechos relatados. Definitivamente, la nuestra es la sociedad icónica. Todo lo que interesa al público debe estar referido a individuos con nombres y apellidos, y deben presentarse con su figura; no digamos los programas de televisión en directo.

Son indudables las ventajas de esta personificación de los contenidos informativos o de opinión. Presentan el inconveniente de que quizá se dejen de lado los textos orientados a realidades más abstractas.

Al asociar una información cualquiera con la figura de una persona, implícitamente nos disponemos a reconocer que ese individuo es el responsable de los hechos difundidos. En muchos casos, cuando existe un resultado dramático, se nos induce a interpretar que el individuo retratado es el culpable. Hay veces en que se pixelan o emborronan las caras para evitar esa intromisión de la audiencia en la intimidad de los protagonistas. Pero tal delicadeza resulta excepcional; se restringe, en la práctica, al caso de algunos niños. Es una medida un tanto hipocritilla.

Hay algunos géneros periodísticos (deportes, chismorreo, política) en los que esa técnica de identificar la información con una persona (o varias, claro) se hace imprescindible. Es una forma de mantener el interés de la audiencia. Supone la presunción de que detrás de los sucesos noticiables se encuentra siempre la presencia de un protagonista. Puede que sea una circunstancia ajena a la realidad, pero se resalta la personificación de la noticia para hacerla más atractiva. El mundo descrito en los medios de comunicación acaba siendo una especie de crónica novelada. Es evidente que no hay película u obra teatral que no tenga protagonistas. Sin embargo, en la realidad hay procesos y tendencias que no pueden ser asimilados fácilmente a personas. Tales abstracciones son necesarias para dar cuenta de la ciencia o de otros productos de la vida intelectual. Las nuevas generaciones actuales, educadas en la escuela con libros de texto con muchas ilustraciones, no están preparadas para digerir las abstracciones, los planteamientos generales. Se consideran, popularmente, rollos indigeribles. Ojalá me equivoque, pero esta puerilización que digo puede traer consecuencias nefastas para el necesario avance de la cultura y la ciencia. Toda exageración es mala.

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