
La experiencia demuestra que el ser humano puede, literalmente, morirse de aburrimiento. Que la frase hecha no es tan inocente, que tiene las manos, digo, las letras, manchadas de sangre. Lo certifica en LD la filósofa Josefa Ros Velasco (La Alberca, Murcia, 1987), quien lleva más de diez años investigando un fenómeno inevitable y que, cuando se desmadra, puede convertirse en letal. Publicó una historia de la cosa en 2022, La enfermedad del aburrimiento (Alianza Ensayo), un recorrido fabuloso por la acedía, por el mal de aquel siglo que afectó a Emma Bovary, por lo que ahora reclama Yolanda Díaz. Galardonada con, entre otros, el Premio Nacional de Investigación 2022 para Jóvenes María Moliner en el área de Humanidades, el Premio Alumni-UCM Investigación (2021) o el Lincoln Book Prize for Excellence in Teaching and Service de la Universidad de Harvard (2019), abordamos a Ros Velasco con la excusa de responder a la pregunta que da título a esta serie de entrevistas estivales, en un café del centro de Madrid.
P: Señora Ros Velasco, ¿puede uno, literalmente, morirse de aburrimiento?
R: La expresión "morirse de aburrimiento" puede tener dos vertientes: una de ellas es que el aburrimiento te conduzca al suicidio, en cuyo caso has muerto a causa del aburrimiento; por otra parte, existe un estudio muy famoso, en internet lo encuentras, que demostró que las personas que se suelen aburrir tienen más probabilidades de morir antes. El hecho de ser propenso al aburrimiento, esto es, que te aburres con facilidad de las cosas o que te cuesta encontrar estímulos en distintos entornos, implica que eres una persona más sedentaria, con más probabilidad de desarrollar patologías a nivel anímico o de la conducta, como adicciones, consumo de alcohol desmedido, fumar más, desarrollar principios depresivos, trastornos narcisistas, etcétera. Si te aburres a menudo, es probable que mueras antes. Pero cuando digo que te puedes morir de aburrimiento me refiero, sobre todo, a que te puedes matar. No sólo está en la literatura, no es cosa de Emma Bovary: en la vida real hay estudios sobre personas que han intentado suicidarse y que, cuando se les ha preguntado el porqué, han dicho: "Porque estoy aburrido". No hastiado o deprimido: aburrido. ¿Qué significa eso? Que eres incapaz de encontrar estímulo en todo aquello que te rodea.
P: ¿Cuán armado contra el aburrimiento se halla el Homo sapiens hiperestimulado de nuestros días?
R: El problema de esa oferta infinita de oportunidades de engancharte a distintos estímulos es que, al final, esta batería de estímulos que nos sobreexcitan conforma un catálogo de opciones de respuesta frente al aburrimiento, o de opciones de llenar tu tiempo, predeterminado. Es un catálogo que está para ti, para mí y para todo el mundo. Lo conforma el entretenimiento masivo, ahora mediado por la tecnología, pero esto no es algo de ahora: viene de principios del siglo XX. ¿Qué sucede? Que somos muy cómodos. Nuestra tendencia es la de intentar gastar la menor energía posible. En el momento en que empezamos a sentir una situación poco estimulante, recurrimos siempre a ese catálogo predeterminado. Porque no te hace pensar en algo que sea significativo para ti. Simplemente, accedes a ese catálogo que está por doquier, seleccionas una opción, la haces entrar en escena y desaparece el aburrimiento. Es mucho más complicado que si tú tienes que ponerte a analizar el horizonte de posibilidades, evaluar cuáles opciones del catálogo que has diseñado poco a poco, a raíz de madurar, de conocerte, de regular tus expectativas… en definitiva, tener que poner a evaluar la situación y decir: "¿Qué opción podría introducir para que el aburrimiento no surja, o evitarlo, y que el bienestar permanezca a más largo plazo?". Esto es complicado.
P: Porque requiere un esfuerzo.
R: Porque hay que pensar. Construir tu catálogo, el que solo te vale a ti, te obliga a pensar, a revaluar tu situación. Dicen que el aburrimiento te ayuda a revaluar tu situación presente: eso no pasa nunca. El hombre del siglo XXI mata al aburrimiento, pero no de forma duradera. Muchas veces, estás en redes sociales y hay algo dentro que te dice: "¿Qué estás haciendo?". Te entretienes, pero el catálogo no te evita el aburrimiento. El aburrimiento no es lo contrario a entretenimiento, sino a significado. Esas opciones del catálogo predeterminado te entretienen, pero no te resultan significativas a nivel individual o personal.
P: Estudiando el aburrimiento, ¿qué ha aprendido del hombre?
R: Que somos tremendamente cómodos. Que siempre buscamos la opción más sencilla. No me parece negativo siempre y cuando se haga de una forma equilibrada. Es decir, a aquello que requiere un pensamiento más profundo hay que dárselo. Algunas veces, los atajos no sirven o no te llevan a donde esperabas, y te cuesta volver atrás y empezar un camino más largo.
P: ¿Y qué ha aprendido de sí misma?
R: Hay muchas personas que asocian el aburrimiento con estar sin hacer nada. Defiendo que el aburrimiento surge por falta de tiempo del "poder", surge en el tiempo del "deber", en el tiempo que tienes que dedicar a las obligaciones o a satisfacer tus necesidades primarias. A raíz de estudiar el aburrimiento, me he dado cuenta de que todo mi tiempo del "deber" se ha comido mi tiempo del "poder". Y que, en cierta medida, no estoy aburrida de estudiar el aburrimiento, pero soy una de esas personas a las que les gustaría tener más tiempo libre porque está aburrida del hecho de no tenerlo. Eso, por una parte. Luego, hay otra cosa: me he convertido en una persona hipervigilante con mis estados anímicos. Sobre todo, con los negativos y, especialmente, con el aburrimiento. En el momento en que empiezo a sentir aburrimiento, lo identifico corriendo y, de alguna forma, me obligo a desplegar ese catálogo personalizado y a tratar de construirlo.
P: Usted, ¿con qué se aburre?
R: Me aburren mucho las personas. Me aburre hablar con la gente, interactuar con otros seres humanos (risas). Por norma general. Hay personas que me resultan muy interesantes, pero el abanico es muy reducido. Y me aburre muchísimo la academia: me gusta, porque es el único lugar en el que siento que puedo crecer como investigadora y desarrollar mis proyectos de investigación, pero me aburre el sistema universitario español que, al final, es igual que el de las otras partes: he estado en una universidad alemana, en una de EEUU, en Harvard, que, supuestamente, es la mejor del mundo. Y, dentro de la universidad, me aburren mucho, mucho las conferencias.
P: ¿Y cuál considera que es la mentira o, si lo prefiere, la falsa creencia de uso común más aburrida, la que más pereza le da?
R: Hay una que me revienta y ya te la he dicho. El "necesitamos tiempo para aburrirnos". ¿Sabes a qué personaje público le he escuchado decir esto? A Yolanda Díaz. Yolanda Díaz hace suya esta mentira. Que necesitamos más tiempo para nosotros, tiempo para el aburrimiento. No, señora Díaz: lo que necesita usted es tiempo para usted. Eso no significa aburrimiento. Tiempo para estar contigo, pensando en tus cosas, descansando, eso no es aburrimiento. Ese, y el de que el aburrimiento nos hace ser más creativos. También me revienta muchísimo el discurso demonizador de la sociedad de la hipervelocidad, de la hiperconexión, de la ansiedad… Me aburre y me produce urticaria.
P: Permítame pasar al cuestionario que justifica esta serie de entrevistas: plagiando a Pilatos, ¿qué es la verdad?
R: ¡Madre mía, esta no me la esperaba! Supongo que la verdad es el relato que concibo de la realidad que más entra en concordancia, o que, de alguna forma, de mejor manera me permite convivir con esa realidad. Convivir de forma adaptativa con esa realidad, no al margen de ella.
P: ¿Sabe de la existencia de alguna verdad absoluta?
R: Creo que no hay vida después de la muerte. Es la verdad absoluta que contemplo. Y es muy dolorosa. Hace que, por una parte, la vida pierda sentido, pero, al mismo tiempo, le da mucho valor: te impulsa a vivir más intensamente siendo consciente de que no hay más. Me están preguntando últimamente por la cuestión de la inmediatez, por qué lo queremos todo ahora, y creo que porque cada vez más personas se están dando cuenta de esta verdad absoluta. De que no hay nada más.
P: ¿La búsqueda de la verdad humaniza?
R: Sí; el conocimiento de la verdad, no siempre. El ser humano es un ser reflexivo, tenemos la capacidad de ir más allá. La búsqueda de esas verdades o, al menos, de esos consensos mínimos que nos permitan vivir de forma adaptativa con el fenómeno que estamos recibiendo de la realidad, tenemos que hacerla. Si recibes esa llamada, debes responder, y claro que sí humaniza. Ahora, conocer la verdad, o más bien trasladarla, te da poder. Es Foucault. Conocer ciertas verdades te puede reportar ese poder. Y ahí pasamos de la epistemología a la moral: ¿qué vas a hacer con eso? Y a veces deshumaniza. Por ejemplo, el saber que eres finito, que vas a morir, uff…
P: ¿Cotiza peor la verdad que la mentira?
R: Si la verdad es dolorosa, sí. Ya te decía antes que somos muy acomodaticios y que buscamos hacer el camino lo más fácil posible. Es propio de la evolución. De alguna forma, si esa verdad es incómoda, si te dificulta, tu convivencia con el fenómeno de la realidad la vas a despreciar frente a una mentira.
P: Leonard Cohen, en "Everybody Knows": "Todo el mundo sabe que el barco se está hundiendo, / todo el mundo sabe que el capitán mintió". En primer lugar, ¿el barco se está hundiendo?
R: Creo que sentimos una especie de aburrimiento profundo. Un aburrimiento generalizado. Aunque no sé identificar en qué momento nace, me cuesta mucho hacer una fenomenología del pasado; peor aún, como me hagas hacer fenomenología del futuro, muero; del presente, se me da regular. Aunque soy una persona con tendencia a abrazar ideologías de corte neoliberal, me doy cuenta de sus deficiencias, no soy idiota, y me doy cuenta de que tanto el que comulga con este tipo de estructura como el que no viven bajo ella. Y, de alguna forma, es un sistema que a cada uno de nosotros, como individuos, nos despoja de la posibilidad de abrazar proyectos comunes. Al mismo tiempo, no nos queda otra que seguir viviendo en comunidad. Eso nos está poniendo una presión como individuos, una responsabilidad sobre qué tenemos que hacer que funcione nuestro mundo y el mundo del que formamos parte y en el que estamos con muchas otras personas con las que no tenemos un vínculo, que nos tiene agotados. Creo que eso nos tiene agotados.
P: En segundo, ¿mienten los capitanes del barco?
R: Todos los que somos en el barco somos capitanes y pasajeros. No soporto esta idea de "es que la sociedad, es que el poder neoliberal…". La sociedad somos nosotros. ¿Por qué se hunde o, al menos, hay grietas en el barco, pero no estamos dispuestos a bajarnos? Porque no estamos tan jodidos. No sabemos si hay más barcos. Tenemos la tentación de: "Cómo me gustaría saltar del barco y nadar a ver qué hay". Alguien dice que hubo un barco del comunismo, pero nadie se atreve a lanzarse del barco en el que estamos para ir en busca de otra cosa que sea distinta. Creo que esto va hacia adelante, no va hacia atrás. Aunque, en los últimos cuatro años, he muchas cosas que me generan dudas (risas).
P: ¿La verdad libera?
R: Sí. De nuevo: la información es poder. Prefiero, personalmente, conocer la verdad. Te da libertad de toma de decisiones y de actuación.
P: ¿Se ha prostituido el significado del significante "libertad"?
R: Mmm… Creo que tal y como estamos asumiendo ese concepto de "libertad" en la actualidad, hemos abandonado ese principio de "mi libertad termina donde empieza la del otro". Creo que ahora hay libertades que valen más que otras: "Mi libertad es la buena, porque estoy a favor de lo bueno y en contra de lo malo, y puedo imponerla sobre la tuya". Yo me siento menos libre actualmente que hace diez años. Debería ser al contrario, me relaciono con el entorno de otros docentes o intelectuales, debería tener más oportunidades de mostrar mis ideas públicamente sin miedo a señalamientos, sin miedo a que me digan: "Tu libertad no vale, la mía sí". También tengo que admitir que cada vez más personas se quejan de este tipo de cuestiones, y eso me anima. Pero hubo un tiempo en el que me sentía en la disidencia más descontrolada (risas).
P: Y, para finalizar, ¿la libertad da vértigo?
R: A todos menos a Sartre (risas). Claro que da vértigo. Muchas veces he pensado que no estamos preparados, a nivel individual, para asumir un cierto nivel de libertad que se nos da. Esto puede sonar contradictorio con lo anterior, pero me explico: cuando dispones de libertad, condiciona el hecho de que tienes opción de elegir, eres responsable de lo que hagas con ella y lo que sucede recae sobre ti. Entiendo que haya personas que se sientan más cómodas cuando le digan lo que tienen que hacer.

