
Con el nombramiento de Ernest Urtasun como ministro de Cultura, España ha dado un paso de gigante para convertirse en el país distópico que imaginó Orwell en 1984. Si el orwelliano Ministerio de la Paz se ocupaba de la guerra y el de la Verdad de las mentiras, el flamante Ministerio de la Cultura se dedicará, ha proclamado Urtasun, a propagar el analfabetismo. Eso sí con perspectiva de género y performance decolonial. En sus palabras, "superar un marco colonial o anclado en inercias de género o etnocéntricas que han lastrado la visión del patrimonio, de la historia y del legado artístico".
Usted, estimado lector, creerá que los Museos se dedican a enseñar el arte superior y los valores estéticos supremos. Pero eso es porque usted es, diría Urtasun, un boomer heterobásico, aficionado al fútbol y las películas de Stallone. Las sensibilidades posmodernas, progresistas e intelectuales, como la de Urtasun, piensan que los Museos tienen una diferente función. Hasta ahora han sido, piensan, símbolos del colonialismo, la expansión imperial occidental y la supresión de culturas nativas, indígenas, originarias (táchese lo que le parezca más ofensivo). Urtasun va a dejar los Museos y demás instituciones culturales que no las va a reconocer ni la madre que los parió.
Un ejemplo. ¿Quién debe ocupar el lugar central en el Museo del Prado, el privilegiado blanco, heterosexual y esclavista Diego Velázquez o el que fue su esclavo morisco Juan de Pareja, seguramente homosexual y quizás autopercibido como transexual? El esclavo, "de generación mestiza y color extraño", le molía los colores a Velázquez, pero la historia lo ha molido a golpes de ignorancia y olvido. Es hora de que la sociedad que había otorgado el poder y el reconocimiento a violadores como Picasso, taurómacos como Goya y fascistas como Dalí los ponga en su sitio, los sótanos, mientras eleva a los altares a los sujetos que habían sido borrados y silenciados. Para Urtasun un Museo como el Prado en su forma actual es el equivalente de Auschwitz por lo que implica de invasión, violencia y opresión.
Viene todo de EEUU
Esta deconstrucción y decolonización de los Museos y otras instituciones educativas forma parte de la moda woke que está arrasando el sistema cultural y educativo norteamericano. Tiene sus raíces en la teoría filosófica francesa en la que destacan los 4 jinetes del apocalipsis nihilista, Derrida, Foucault, Lacan y Deleuze (la verdad es que también podríamos formar un equipo de fútbol si añadimos a Bourdieu, Baudrillard y otros filósofos de la negación de la verdad, la realidad y el significado). De aquellos barros postestruturalistas, los lodos en los que se han sumido los museos norteamericanos con directoras como la del Smithsonian para la que "los cimientos de Estados Unidos se construyeron sobre una mentira". Tres cuartos de lo mismo para Urtasun que va a tardar menos de lo que dura un Padrenuestro o una canción de Rosalía en pedir perdón por Cortés, Elcano y Pizarro.
Ya no importa la verdad y la objetividad, considerados mitos burgueses, sino imponer una narrativa y un relato que sean solidarios. La solidaridad es mucho más importante que la verdad, defendía el filósofo posmoderno Richard Rorty, que recomendaba mucha ironía, en lugar de demasiado rigor, para tener conversaciones agradables en lugar de teorías poderosas. La narrativa de la decolonización consiste básicamente, y sin jerga pretenciosa de seminario heideggeriano, en revelar la "culpa blanca" y el "crimen burgués". Quizás pensaba usted que a los museos, como a las universidades, se iba a aprender. Pero para la nueva narrativa decolonial de Urtasun de lo que se trata es de compartir alegría y terapias para la curación. ¿Curación de qué? De ser blanco, heterosexual y burgués. Un modelo para Urtasun es el Artist Studio de Burke que crea espacios exclusivos para BIPOC por sus siglas en inglés para el acrónimo que significa "black, indigenous y people of color".
Este Artist Studio crea un espacio para dichos artistas negros, indígenas y personas de color para "demostrar que el arte indígena está vivo y en constante creación y no es algo del pasado". Quizás se esté preguntando usted si dicho arte indígena, negro y de PoC es realmente bueno desde el punto de vista estético, pero eso no haría sino confirmar que es usted una persona reaccionaria con todos los números para ser tachada de racista, porque "bueno" como opuesto a "malo" no son sino categorías capitalistas manejadas por supremacistas que tratan de humillar a los BIPOC exigiéndoles que creen un arte que además de "vivo" sea medianamente interesante.
Además de convertirse en centros de terapia colectiva para purgar el pasado genocida y colonialista –ya saben, de Colón a Cabeza de Vaca– Urtasun también obligará a los museos a la repatriación de los bienes culturales a las comunidades indígenas.
Una Dirección General contra la "censura"
Además de analfabetismo y propaganda, el Ministerio de Urtasun sigue con un lenguaje orwelliano para, dice, denunciar la censura y la injerencia política. Es decir, que va a convertir el borrado políticamente correcto en el eje de su actuación.
Están brindando con zumos ricos en fibra y probióticos todos los pachamamas de Chueca y Malasaña que sueñan con convertir el Matadero de Madrid en la versión teatral de la Cheka Artística que organizó Manuel Borja-Villel en el Reina Sofía con la indiferencia olímpica de Rajoy, al que no se le conocen más aficiones culturales que el dominó y el fútbol pipero. Para la derecha en este país, la cultura pertenece de forma natural a la izquierda, por lo que le concede todo el espacio en museos, filmotecas y demás instituciones culturales porque, al fin y al cabo, considera que el arte no es sino el juguete inofensivo con el que los progresistas de salón posmodernos creen que están haciendo la revolución. La derecha considera a los artistas y sus comisarios una mezcla entre bufones y titiriteros, pero de esta forma permite que se vayan erosionando los fundamentos de una sociedad abierta y una civilización de la libertad: el reconocimiento de unos valores estéticos objetivos. Y la estética y la ética son estructuralmente idénticas.
Los más astutos se adaptan a la nueva ideología descolonizadora. Va a ser enternecedor ver cómo el muy blanco Urtasun, al fin y al cabo un miembro de los pueblos dominantes del poder europeo-americano y occidental, haga el paripé de permitir que las comunidades BIPOC monten sus exposiciones en la sala central del Prado como Borja-Villel organizaba saraos tercermundistas en el Reina Sofía. Eso sí, sin que ni uno ni otro den ellos mismos un paso atrás renunciando a sus estratosféricos salarios y su cuota de poder y estatus. Va a ser paradójico que Urtasun y otros comunistas nos hagan la autocrítica para que reconozcamos nuestros privilegios, por ejemplo el patriotismo vinculado al orgullo por las grandes figuras del pasado. Menos Quevedo del siglo XVII, un poeta facha, y más Quevedo del siglo XXI, un rapero proletario.
Lo que Sánchez le están haciendo a España políticamente, destruirla, lo va a llevar a cabo Urtasun en el plano cultural. Hay que reconocerles coherencia en la deconstrucción y rigor en la decolonización. El hombre blanco progre ha cambiado la lengua de serpiente por la lengua de trapo, pero no hay quien lo aparte del poder. Hay cosas que no cambian bajo el sol, por mucho que se pretenda cambiar a Apolo por Tonatiuh, el dios azteca del astro rey.


