
En uno de los últimos mensajes que recibí de Pili, me contaba que tenía cáncer pero confiaba en salir. "Me aburro sin currar", decía. Llevaba ya algunas semanas en casa. Sabía que se ausentaba por fuertes dolores, pero no sospechaba que el maldito cáncer se había hecho con ella. Tampoco sospechaba que lo había hecho de manera tan profunda y fulminante.
Pese al dolor, cuando éste se lo permitía, acudía a la redacción a saludar a los compañeros y poder echar una mano. Nunca eludió el trabajo, ni sus responsabilidades. Disfrutaba con esto. Era una adicta a su propio resumen de prensa. Ese que se convirtió en un fijo en las redacciones de los principales periódicos de España. Todavía recuerdo los disgustos que le provocó a más de un tótem del periodismo patrio, cuando Pili dejaba al descubierto alguna de sus contradicciones.
Genio y figura, Pili podía presumir de no tener muchas cosas en común con las nuevas generaciones. Una personalidad fuerte, un compromiso aun mayor con sus propios valores y su estilo de vida refractario a ofendiditos y blandos. Una mujer implacable que, sin embargo, escondía un corazón que entregaba sin fisuras, lo que le costó más de un disgusto.
Enfrentaba los problemas de frente y sin ambages. Muy celosa de su intimidad, sospecho que fuimos muy pocos los que conseguimos asomarnos a la Pili de verdad, esa a la que tanto vamos a echar de menos.
Estoy seguro que allá donde esté se estará revolviendo, pues era profundamente alérgica a este tipo de homenajes. Pero, Pili lo siento, te los mereces todos.
Te echaremos de menos mucho más de lo que sospechabas.
Descanse en paz.
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