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Rosa Belmonte

Palestina

El sábado, los americanos se rieron de Catherine Deneuve y Brigitte Bardot a cuenta, claro, del manifiesto francés que atacaba el #MeToo.

El sábado, los americanos se rieron de Catherine Deneuve y Brigitte Bardot a cuenta, claro, del manifiesto francés que atacaba el #MeToo.
Kate McKinnon y Cecily Strong como Brigitte Bardot y Catherine Deneuve. | Saturday Night Live

En un episodio de Mujeres desesperadas, Bree van de Kamp accede a las prácticas sadomasoquistas que le gustan a Rex, su marido. Mejor en casa y conmigo que fuera con cualquier guarra, pensaría. Él le explica que necesitan una palabra de seguridad para cuando las cosas se pongan feas. Cuando uno la diga, el otro tiene que parar. Bree pregunta que cuál es la palabra. Rex le cuenta que él solía usar "Filadelfia". La pelirroja pone mala cara. "Es que mi tía Fern vive en Filadelfia y no quiero pensar en ella mientras te azoto con un látigo de cuero". Y sugiere usar Boise (la capital de Idaho). En el doblaje español decidieron poner "pasote" porque lo de Boise no se habría entendido "¿Boise?". "¿Cuál es el problema con Boise?" "Mira, Bree, es un juego psicológico y una palabra divertida como Boise lo estropearía todo, necesitamos algo más serio". "¿Qué tal Palestina?". "Boise está bien?" Pasote está bien.

En 1870 se publicó La Venus de las pieles, de Leopold von Sacher-Masoch. En la novela, Severin von Kusiemski cuenta cómo se enamoró de Wanda von Dunajew, a la que chantajea para que lo trate como a un esclavo. Para que lo maltrate. "Tengo miedo de no poderlo hacer, pero lo ensayaré por ti, bien mío, a quien amo como nunca amé a ninguno". También la convence para que le sea infiel y así sufrir más. En una de sus infidelidades, Wanda conoce a un hombre por el que se dejaría dominar. Leopold von Sacher-Masoch, que daría su nombre al masoquismo, firmó de verdad en 1869 un contrato por seis meses con la escritora Fanny Pistor. Él sería esclavo y ella tenía que vestirse con pieles, sobre todo si se sentía muy cruel.

Al libro y al legendario autor los recordaba el otro día Frédéric Beigbeder con mucha gracia en su columna de Icon. Proponía un Contrato Sexual para regular el problema del deseo entre la gente, para que los hombres aprendan a portarse como honestos y respetuosos seductores. "El Contrato Sexual es un documento emitido y distribuido por la Secretaría de Estado de Igualdad. La idea es que haya millones de copias disponibles en los ayuntamientos para que los ciudadanos puedan servirse de ellas gratuitamente y llevarlas en el bolsillo". El abajo firmante aceptaría en total libertad y en plena posesión de sus facultades mentales "un besito en la mejilla; una mano en el muslo; un beso en la boca; una caricia debajo de la espalda; un beso con lengua; una penetración digital, bucal, vaginal, anal (tache las menciones inútiles); un cunnilingus, una felación… ser atado como un salchichón con una bola en la boca…" El contrato serviría para una noche pero podría ser renovado y anulado. Ya le habría gustado tener uno a Aziz Ansari.

El sábado, los americanos se rieron de Catherine Deneuve y Brigitte Bardot, interpretadas en el segmento Weekend Update del Saturday Night Live por Cecily Strong y Kate McKinnon. A cuenta, claro, del manifiesto francés que atacaba el #MeToo. "No temas ser un hombre con nosotras", le decían a Colin Jost. Y también: "¡Liberad a Harvey Weinstein!" Es evidente que ninguna de ellas (ni Catherine Millet) ha defendido a Weinstein. Pero qué más da. Seguramente es porque me siento más cerca de las francesas que de las americanas, pero más allá de las arbitrariedades, falsedades y exageraciones lógicas de una parodia, quedaban bien. Porque tenían gracia. Pero si parecían Edina Monsoon y Patsy Stone en Absolutely Fabulous. Yo misma habría podido decir o escribir eso de Deneuve/Strong: "¿Para qué tienen tetas las mujeres? Pues para que los hombres agarren y tiren… Es la naturaleza". O esto: "Somos francesas. Brigitte una francesa muy vieja y muy equivocada". "Tú también eres muy vieja, zorra" (Brigitte/McKinnon).

El sábado en los Goya, se premió un corto de animación sobre Woody Allen (Woody & Woody). El domingo en Madrid caían chuzos de punta. Era uno de esos días para hacer caso a Pascal ("todos los infortunios de los hombres derivan de no saber quedarse tranquilos en su casa"). El domingo, en el cine Doré ponían Manhattan. Se acabaron la entradas. Un poco diferente si es Spain, aunque la ola nos arrastre. A Woody también le caen chuzos de punta. Las nuevas monjas le aprietan el cilicio a él como Mammy el corsé a Escarlata. Está a punto de decir Palestina. O Manhattan.

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