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Rosa Belmonte

Un chicle de furia

Salvame, como el cine de Schumacher, está lleno de sarcasmo y humor retorcido.

Salvame, como el cine de Schumacher, está lleno de sarcasmo y humor retorcido.
Jorge Javier (i) y Douglas (d) en 'Dias de furia' | LD

Mi película favorita de Joel Schumacher es Un día de furia (1993). Ninguna originalidad. Con ese Bill Foster (Michael Douglas) interpretando a un ciudadano normal al que se le hinchan las pelotas. No digo que no vaya a volver a ver San Telmo, punto de encuentro en cuanto la ponga Filmin. Pero que se hable lo primero de Batman forever y Batman & Robin con la muerte del director a los 80 años es de chiste. En Un día de furia, uno se siente identificado con Foster desde el principio, cuando todavía no ha cogido las armas. Agobiada por el tráfico, el calor y la miseria de la sociedad que se retrata. La nuestra. Y cuando la psicosis del tipo llega a lo peor, no tienes muy claro si está bien que te encariñes tanto con semejante energúmeno.

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'La increíble mujer menguante'

Lo que pasó el sábado con Belén Esteban y Jorge Javier Vázquez fue un rato de furia. La furia de una ciudadana enfadada con el Gobierno y la furia mucho más furiosa de un presentador que no está de acuerdo con lo que se dice y no tolera el discursito populista. Que alardea de un sentido del humor que tiene pero a la vez es capaz de ponerse como una hidra (dice que como su padre, una cosa que no soportaba). Al día siguiente se preguntó que por qué había gritado tanto. "Yo no me dirigiría a ti en la vida así", replicó ayer Belén, que antes había reconocido que se sintió humillada con el chorreo. Belén Esteban cabreada siempre ha sido la mejor Belén Esteban. La Belén de "Ni que fuera yo Bin Laden". Por eso ayer en la Cumbre de paz que montaron para los dos la cosa no funcionó. Porque no estaba cabreada, estaba dolida. Y no se puede hablar ni razonar ni pelear cuando estás a punto de llorar. Eso la hizo convertirse en La increíble mujer menguante, como la película mala de Schumacher.

En Sálvame no hay un policía en su último día de trabajo como Robert Duvall, un opuesto a la locura de Foster. Pero como el cine de Schumacher, está lleno de sarcasmo y humor retorcido. En Sálvame son como el cerdo, todo lo aprovechan y lo estiran como un chicle. La bronca del sábado continuó ayer con los dos contendientes en Camp David y Lydia Lozano como el presidente americano. Con Belén de blanco y llorosa. Con Jorge Javier entre un camarero de restaurante de medio pelo donde sirven tatakis y el Spike de Buffy (Schumacher también sabe de vampiros caprichosos). Y todo ese mundo, como Un día de furia, es deslumbrante y, a veces, cruel. Divertido y tramposo.

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'Un día de furia'

Nada es uniforme entre Jorge Javier y Belén. No hay posición de igualdad. Ella se sintió humillada. Para él sólo fue un desencuentro en su relación. "No me supe explicar", se empeñó ella en disculparse si dio a entender que él no estaba en la tierra, ni sufría como los demás. Él o su familia. Y Jorge Javier, con un mensaje citando a Pablo Alborán para romper el hielo y diciéndole el domingo que la había perdonado. "¿Qué me has perdonado de qué?". Porque el sentido del humor también separa. Pero mis frases favoritas fueron. "Ni ella ni yo somos pueblo" (Jorge Javier) y "Me voy a cambiar los zapatos" (Belén). De Un día de furia me gusta: "No somos iguales. Yo soy un americano y tú eres un gilipollas enfermo".

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