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Santiago Navajas

¡Una calle, una placita, un callejón, una avenida en Madrid para José Luis López Vázquez!

Es tan malditamente español el olvido de sus mejores… Si López Vazquez hubiese sido estadounidense o francés hoy tendría el reconocimiento de Spencer Tracy o Jean Gabin.

Es tan malditamente español el olvido de sus mejores… Si López Vazquez hubiese sido estadounidense o francés hoy tendría el reconocimiento de Spencer Tracy o Jean Gabin.
Imagen de la película 'La cabina' (1972) de Antonio Mercero | YouTube

Era un poeta de la interpretación. No lo digo yo, sino George Cukor, uno de los mejores directores de cine de Hollywood, alabado sobre todo por sacar de sus intérpretes el mayor partido posible. Cukor idolatraba a José Luis López Vázquez, al que dirigió en Viajes con mi tía, hasta el punto de proponerle que aprendiera inglés para trabajar en Estados Unidos y convertirlo en un actor universal. Mejor dicho, actor de fama mundial, porque López Vázquez era un actor universal aunque no fuese conocido más allá de España, círculos cinéfilos en el extranjero y la mansión de Cukor en Hollywood a la que lo invitó.

Fallecido en 2009, López Vázquez está de actualidad debido al documental que emite Movistar, José Luis López Vázquez, ¡qué disparate!, donde se revela que su ciudad de nacimiento, Madrid, no le dedica ni una calle, ni una placa. Es tan malditamente español el olvido de sus mejores… Si López Vazquez hubiese sido estadounidense o francés hoy tendría el reconocimiento de Spencer Tracy o Jean Gabin porque tanto en Estados Unidos como en Francia se ocupan de "conspirar" a favor de sus leyendas. En la lista de mejores películas de la historia del cine que acaba de publicar Sight and Sound no hay una sola película de Berlanga o Buñuel, indiscutiblemente mejores que muchos de los que sí aparecen en ella, pero no existe un lobby hispano que apoye la cultura española sin complejos.

Precisamente con Berlanga despegó su carrera López Vázquez en su faceta humorística, en el límite del histrionismo y del sarcasmo. Era un tiempo de voces características, profundas y llenos de matices, recovecos y sonoridades, como la de su compañero de comedias Fernando Fernán-Gómez o la José Sacristán que narra el documental. Si el término histrión denota al hombre que representaba disfrazado en la comedia o tragedia antigua, nadie mejor que López Vázquez para ilustrarlo. Con Carlos Saura el giro de la carrera del actor fue radical, de 180º, de la comedia coral a la tragedia íntima. En cualquier caso, siempre se les apañaba para ser un admirador de sus compañeros, un amigo de los directores, un esclavo del público, un siervo de la propia profesión.

Con más de doscientas películas a sus espaldas me encuentro con que López Vázquez es de alguna forma despreciado por la intelligentsia debido a que la mayoría de ellas son malas. Trabajador estajanovista, capaz de hacer diez película al año, es una vergüenza, muy española por otra parte, que no se sea capaz de destacar los diamantes que hay en esa mina de carbón encendido que es José Luis López Vázquez (quién le mandaba llamarse con esos dos apellidos tan vulgarmente españoles en lugar de, yo qué sé, Lawrence Brando de Sica).

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En 2009 con el Goya de Honor

El pisito y El cochecito (Marco Ferreri), Pepermint frappé, El jardín de las delicias y La prima Angélica (Carlos Saura), La Colmena (Mario Camus), La cabina (Mercero), Plácido, El verdugo, Moros y cristianos y La escopeta nacional (Berlanga), La gran familia (Fernando Palacios), Atraco a las tres, De espaldas a la puerta y Un millón en la basura (Forqué), El bosque del lobo (Olea)... El documental suma a la constatación del talento de López Vázquez el descubrimiento de una faceta mucho menos conocida. Además de ser un admirador, un amigo, un esclavo, un siervo, López Vázquez era un un diseñador, un dibujante, un figurinista, un pintor que trabajaba para el Ministerio de Información y Turismo. Trabajo que le daba de comer mientras empezaba sus primeros pasos como actor en el teatro, donde Luis Escobar le dio uno de sus primeros grandes papeles, el Avellaneda del Don Juan Tenorio. Pero fue el cine el que lo retiró del dibujo, concretamente El pisito.

En el centenario de su nacimiento, ¿qué espera el alcalde de Madrid para dedicarle una calle, una placita, un callejón, una simple avenida, un teatro, incluso la Gran Vía ya que estamos, a uno de sus hijos más brillantes, más entrañables, más queridos, más recordados? (Sí existe en San Blas un centro cultural que lleva su nombre, pero es exigible algo más céntrico). Pero es una tradición española ignorar a sus más ilustres representantes. Ni RTVE, ni el instituto de la Cinematografía y de las Artes Audiovisuales (ICAA), ni el Ayuntamiento de Madrid, denuncia José Luis López Magerus, su hijo y creador del documental junto a Roberto J. Oltra, han dado un duro para el documental.

Decía López Vázquez de sí mismo que era un ser insignificante, casi vulgar. Pero así somos los españoles, señora, feos, católicos y sentimentales. Más del tipo enclenque de Don Quijote que el esbelto Hamlet, más al estilo gordinflón empanado de Sancho Panza que el histriónico de Falstaff. Pero, como en el caso de Charles Laughton o Pepe Isbert, López Vázquez era un enano físico con el espíritu de un gigante.

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