Al igual que El Triángulo de la tristeza, la comedia de Ruben Östlund premiada en Cannes, la noruega Sick of Myself (que se exhibió en la sección Una Cierta Mirada) aborda la problemática del narcisismo desde una perspectiva actual. Sin aquella dos influencers acababan metidos en un naufragio de clases sociales, aquí la historia pertenece a Signe, una joven enferma de atención capaz de mancillar su cuerpo hasta extremos que harían feliz al David Cronenberg más juguetón.
Criticar la película de Kristoffer Borgli por lo que no es, por lo que no quiere ser -una película de género- es una tarea un tanto inútil. Pero duele pensar qué sería de Sick of myself, película perjudicada por la insensible distancia de una película de festival, podría haber supuesto un verdadero festival de horror corporal y comedia negra. El sangriento incidente catalizador de la deriva de Signe (un accidente en una cafetería), las heridas físicas provocadas por los medicamentos rusos, las fugas mentales de la protagonista e incluso la escena de sexo enfermizo alimentada por la afectación y no la lujuria hubieran sido un delicioso territorio para que un Verhoeven o un Cronenberg cultivasen su arte.
Es inútil lamentarse, como decimos. Lo que tenemos es lo que hay, y tampoco está mal. Se trata de un retrato distante que se mueve entre la compasión por la enferma y la lacerante risa que pronto queda congelada por el devenir de los acontecimientos, desde luego mejor acogotada que la expansiva El triángulo de la tristeza (otra comparación inútil) donde se empieza a manifestar, ya desde ámbitos artísticos, el sumo cansancio de tiempos inclusivos y psicóticos. Perjudicada por cierta planicie y desinterés visual, Borgli va moviendo su película de la comedia negra hacia el horror de una manera razonablemente entretenida y sin tampoco abusar de ese narcisismo autoral que uno podría presumirle.
Sick of myself se ha estrenado en cines españoles