
Con apenas un puñado de dólares y con un equipo técnico de amiguetes el cineasta Sam Raimi realizó en 1981 una imperfecta pero vital película de terror, Evil Dead (Posesión Infernal). El resultado fue el paradigma de buena y censurable película de sesión doble y autocine, pletórica de inventiva visual (y sonora) y un gore de mentirijillas pasmosamente tangible y desagradable. Sus subsiguientes secuelas fueron aumentando el presupuesto y empujando el pequeño esqueleto argumental del original hacia la comedia aupando, de paso, a su protagonista Bruce Campbell como un icónico Buster Keaton del terror devenido sujeto de culto. Hace diez años, el remake producido por Raimi, ya consagrado en el cine comercial por la trilogía de Spider-Man, cambió a sus actores, presentó en escena a un buen director de género, el uruguayo Fede Álvarez, y le dio a la reinvención/secuela un sucio realismo que se ajustaba a la época de los remakes post Amanecer de los Muertos.
Y llega la hora de Posesión Infernal. El Despertar, que recupera de alguna manera esos erráticos inicios de la saga, solo que adaptados a su manera a la era digital del streaming. Ideada inicialmente para HBO Max, hizo falta un cambio de directiva en el estudio para que la película producida por Raimi y dirigida por el irlandés Lee Cronin (Bosque maldito), otro talento pujante del género, diese el salto a la gran pantalla. El resultado, si bien sufre de algunos convencionalismos y no alcanza la talla de sus precedentes (ni en violencia ni intensidad, aunque nada falte en la película: ojo a cómo la cámara de Cronin va puntuando la presencia de objetos afilados en el escenario durante el primer acto), es una montaña rusa de emociones fuertes y bienvenidas en una sala de cine.
Ambientada íntegramente, salvo un prólogo con un guiño muy familiar, en un destartalado edificio de apartamentos de Los Angeles, Cronin acierta de pleno al concebir su película de posesiones como una prueba de resistencia puramente física, un ejercicio de slapstick grotesco no abiertamente cómico pero bastante satisfecho de sus mutilaciones. Da la impresión de que el irlandés se mide un poco por la presencia de niños en el filme y que lo que ganamos en cierta compasión emocional se pierde en golpes de efecto, pero Cronin entiende ciertas claves de la experiencia "Evil Dead" con la sensacional utilización del sonido y los telegráficos guiños a la saga original. La australiana Alyssa Sutherland es una excelente poseída con madera de estrella para el cine de género, si es que eso existe todavía.
Hay más virtudes que ayudan a esta nueva Posesión Infernal a destacar en el género en su faceta de propuesta seria pero festiva, saludablemente cinéfila pero desprovista de pretensiones intelectuales. La fotografía de Dave Garbett, sin llegar a deshacerse de cierto canon televisivo, resulta plástica y turbadora (el escenario del garaje es fascinante) y aunque el nivel de la matanza es menos perturbador de lo esperado, el monstruo final (que parece un homenaje al horror japonés como el filtrado en la industria USA por Andy Muschietti en It, o más aún, el monstruo lovecraftiano de Eugenio Mira en el desenlace de The Birthday) podría pasar a la historia de la moderna serie B. Posesión Infernal. El Despertar no es una gran, gran película, y probablemente rebaja a cierta mediocridad la saga de Raimi para encarrilar su industrialización en un goteo más regular de secuelas, pero hace su trabajo de hacer pasar un buen mal rato endiabladamente bien.
