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'El Exorcista. Creyente', o cómo empezar bien y acabar... mal

El Exorcista. Creyente recupera los hechos de la película original planteando un nuevo y peligroso caso de posesión.

El Exorcista. Creyente recupera los hechos de la película original planteando un nuevo y peligroso caso de posesión.
El Exorcista. Creyente. | Universal

El mundo de las secuelas hace tiempo que se complicó. Segundas partes, remakes, reboots, recuelas y mundos cinemáticos conviven con, también, líneas de acción alternativas como la que el propio David Gordon Green, director de esta El Exorcista: Creyente, planteó en su trilogía de La noche de Halloween. La presente funciona de la misma manera: estamos ante una secuela directa de los acontecimientos de la película original de William Friedkin, ignorando las posteriores y convirtiéndose por tanto en otra (y legítima, pero odiadísima) El Exorcista II... solo que obviamente al estilo de la factoría del productor Jason Blum y no el de John Boorman.


Pocas veces se viene abajo una película con tanta claridad y en un momento tan concreto como esta El Exorcista. Creyente. Gordon Green comienza el invento con un convencional pero correcto drama de dos niñas perdidas y aparecidas, donde el director trata de aterrizar la carnalidad del terror de los setenta con la inmediatez de la estética digital moderna. Entonces, el film caracteriza con solvencia a sus personajes, sabe crear cierta ansiedad a partir del relato de lo cotidiano y, en definitiva, tutear con cierta confianza al original como un apéndice tardío pero decente. Al fin y al cabo, ninguna de las secuelas de El Exorcista gozó de excesivo prestigio en su momento, por mucho que esta afirmación sea como poco matizable.

Pero una vez que comienza la película de terror sobrenatural y la ceremonia en cuestión, y en concreto la aparición de la pobre Ellen Burstyn, el tinglado de Gordon Green se viene abajo y la credibilidad ganada, mucha o poca, se pierde por el desagüe. El director comienza a trastabillar, súbitamente acongojado por el legado del film original, y convierte el show en un terror pulp sin capacidad de afirmar su propia personalidad, sin decidirse entre ser un poco rebelde o entregar más de lo mismo, pero más impactante. El montaje mete la directa y comienza a telegrafiar los acontecimientos desperdiciando, u olvidando, la idea que detona en el desenlace, que hubiera resultado interesante (y cruel) si el filme hubiera llegado a ese punto con suficiente fuerza. Cierta capacidad de vestir de humor negro las situaciones no arregla demasiado la situación, dado que la película ha perdido totalmente la pista a los personajes.

A favor del filme, la hostilidad cotidiana y nihilismo con la que Gordon Green consigue vestir el relato en sus primeros compases, su gusto por lo marginal (representado de nuevo en los mendigos) y el prometido juego entre las dos niñas, que incita a cierta riqueza temática y a no desdeñar totalmente el film. No obstante, una vez que tiene que aterrizar lo sobrenatural en el mundo real, El Exorcista. Creyente se convierte en simplemente una película más del subgénero iniciado por la fenomenal película del recientemente fallecido William Friedkin. Su epílogo con voz en off es más digno de un capítulo televisivo, porque lo que le funcionó a Gordon Green con Halloween Kills y la infravalorada Halloween. El final, no tiene por qué hacerlo siempre.

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