Sin intentar convertir Hermanos en un emblema de nada, la película de nueva factura surgida en el catálogo de Prime Video demuestra lo difícil que lo tienen en la actualidad las comedias políticamente incorrectas. Y decimos bien: surgida. Lo que antaño hubiera podido ser un razonable éxito secundario o fondo de catálogo de videoclub ahora parece relegado a convertirse en fondo, pero de escritorio, para la plataforma que por otra parte lo ha financiado y presentado al espectador con poca o ninguna promoción.
Tras este leve comentario de la tesitura puramente industrial, queda la película. Una que en principio parece un derivado rural de Los gemelos golpean los veces, con un punto grotesco a los hermanos Farrelly, pero que es, en manos de su inclasificable guionista Macon Blair (actor habitual de Jeremy Saulnier, guionista de comedias negras como I care a Lot y director de la aún inédita El vengador tóxico) deriva más bien un noir cómico basado en el carisma de sus actores, Josh Brolin y Peter Dinklage, por mucho que la película finalmente no aproveche todas las oportunidades que éstos (y el brillante plantel de secundarios) brindan.
Dos delincuentes comunes y, también, mellizos, se reúnen para recuperar un tesoro escondido hace décadas por su madre desaparecida, también atracadora. Lo que sigue es un retrato de la América Profunda y rural con tipos marginales muy similares a los de Me llamo Earl y ese toque Troma más cercano también a los hermanos Coen que a la película abiertamente comercial de Reitman (lo de Trama lo decimos con toda la intención: la versión de Blair de El Vengador Tóxico también está protagonizada por Dinklage).
Hermanos, obra finalmente menor por no saber explotarse a sí misma, está sin embargo recorrida de trazas de incomodidad casi siempre debidas a la escasa autoestima y menor estilo de sus personajes, dos tipos pintorescos encuadrables en el "redneck" rural que luchan por su posición pero sobre todo con su propia moralidad. La película tiene efectivamente cierta negrura compatible con la caricatura, aunque la reflexión sobre el éxito (o la escasez de él) quede un tanto manchada por un desarrollo estándar de la acción.
En todo caso, el aspecto desmañado y tono descarnado funciona si uno sabe apreciarlo. Lo hace, paradójicamente, mejor en sus momentos más familiares que en los abiertamente grotescos, un tanto insuficientes. Donde Hermanos sí da el do de pecho es en sus secundarios, como en esa impagable única secuencia juntos de Marisa Tomei y Brendan Fraser y, sin duda, la labor al completo de este último, demostrando que sigue siendo un as desaprovechado de la comedia.