'La maldición del Queen Mary', una película de terror enrevesada

Hay en La maldición del Queen Mary una saludable intención de distanciarse de los modelos de éxito en el terror actual, ya sea los más refinados de la productora A24 como los productos ligeros de la Blumhouse. El director irlandés Gary Shore propone un tren de la bruja en dos tiempos distintos articulado sobre la pérdida de dos niños, una en el pasado y otro en el presente, que se van contestando uno a otro a medida que avanza la historia. Shore lo cuenta todo como si tuviera un evento realmente innovador entre manos, con un trabajo visual destacable y tratando de encajar cada pieza, cada plano, con la originalidad que uno le presume a un film memorable.

Estamos, de hecho, ante una de las películas más contradictorias vistas en el género de terror recientemente, donde se trabaja con el material de derribo con el convencimiento de manejar una delicatessen. La obra, elegantemente rodada y con planos inventivos que uno querría en producciones más ambiciosas, pone multitud de recursos visuales al servicio de una concepción del horror complicada por su fusión de tiempos, pero a la vez creativamente más cercana a la serie B y las emociones baratas de un carrusel de sustos.

Una gozada... si hubiera salido bien. Desgraciadamente, casi nada en la pieza que tiene entre manos acaba de funcionar como es debido y La maldición de Queen Mary resulta tan torpe y confusa como voluntariosa, aparte de poco eficaz en lo puramente emotivo. Shore consigue que, efectivamente, la nave varada en el puerto californiano parezca tener vida propia, pero el montaje paralelo que trata de convertir el barco en una suerte de máquina del tiempo acaba convirtiéndose en un mecanismo anticlimático. Al final, La maldicion del Queen Mary acaba resultando un film inquietante, pero más bien por esa discordancia que señalábamos al principio, por su vocación de extraña rareza que no sale bien: se trata de un trabajo visualmente más interesante que gran parte del cine de terror comercial actual, a la vez sin perder la vocación popular de una pieza de género como las producidas por la Ghost House en los 2000 con Steve Beck al modelo de las cintas de William Castle, Barco Fantasma o 13 Fantasmas, o incluso el remake de House of Haunted Hill de William Malone de la misma época. Pero la película se hecha la zancadilla a sí misma y acaba siendo devorada por el estilo igual que el barco por el moho.