
La elección del realizador Barry Jenkins para dirigir Mufasa: El Rey León, producción de Disney perteneciente a su larga hornada de remakes "live action" de sus clásicos animados, podría pasar a la historia como una de esas jugadas insólitas que solo pueden suceden en Hollywood. El nominado director de Moonlight se estrena en el cine de gran estudio con un artefacto de animación digital destinado a explotar una de las películas míticas del estudio en una maniobra que recuerda a la del fichaje del ruso Andrei Konchalovski dirigiendo Tango & Cash… solo que, a diferencia de en aquella ocasión, todo en esta precuela y secuela de El Rey León funciona de manera bastante loable.
La película dedicada al legendario James Earl Jones, fallecido poco antes del estreno, presenta a un juvenil Mufasa interpretado por Aaron Pierre (Rebel Ridge) y su relacional con su medio hermano Taka, personaje de notable complejidad del que no revelaremos más detalles pero que verdaderamente eleva el resultado. Esta relación fraternal es el centro de un relato de aventuras en el que la pareja va incorporando al grupo a algunos de los personajes conocidos de El Rey León mientras huyen del acoso de Kiros, un malvado león blanco interpretado en V.O. por Mads Mikkelsen… de camino a una tierra prometida.
Jenkins parece ser consciente de que es imposible jugar con la propiedad de Disney, que afronta aquí la continuación de uno de sus mayores legados fílmicos de su segunda edad de oro. Pero, pese a que las cartas están marcadas y el relato le impone utilizar personajes previos (desde Rafiki a Timón y Pumba, hasta por supuesto el mismísimo Simba) sabe canalizar la débil narrativa del guion de Jeff Nathanson para construir un relato legendario, el del propio Mufasa contada a su nieta, para convertir un típico y desanimado relato de orígenes en la fundación de una fábula de leyenda.
El director de Moonlight trata de imitar a cineastas modélicos como Robert Zemeckis o Steven Spielberg en su puesta en escena para un film de animación, moviendo la cámara de manera ágil y constante por el escenario digital, enfatizando el dinamismo y buscando el punto de vista más original y espectacular para presentar la acción. Mufasa. El Rey León, sin ser un prodigio de visualización, sí es una película que parece querer no explorar, pero al menos sí explotar, las posibilidades del medio digital al que se adscribe y los infinitos medios de los que probablemente dispone sin traicionar tampoco la visión del mundo de su realizador.
Es una pena que Jenkins, pese a la gran seguridad y honestidad que aporta al film (incluso en aquellos elementos que contradicen el original: ver el origen "plebeyo" de Mufasa) tenga que jugar con elementos típicos de una IP como cameos y, sobre todo, con una serie de correctas canciones de Lin Manuel-Miranda que no llegan a los pies de los zapatos al trabajo original de Hans Zimmer y Elton John. Solo cuando la partitura utiliza los segmentos creados por los anteriores el film se eleva de manera adecuada, pese a la inevitable impresión de que nos encontramos ante un apéndice, una extensión, un derivado del film original más que uno que camina por su propio pie.
Mufasa. El Rey León es, en todo caso, una película a la altura de su precedente en imagen real-digital, ya en sí misma un remake; un relato bien defendido que recuerda de lo que es capaz el estudio incluso en su evidente deriva de secuelas actual.

