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'Los pecadores': western, musical, terror... y la mejor película americana de 2025

Michael B. Jordan protagoniza por partida doble Los pecadores, un western de vampiros con una importante faceta musical.

Michael B. Jordan protagoniza por partida doble Los pecadores, un western de vampiros con una importante faceta musical.
Los pecadores | Warner Bros

En los días previos al estreno de Los pecadores se ha viralizado un video en redes sociales del director Ryan Coogler (Black Panther) explicando los diferentes formatos de su película de vampiros, rodada en celuloide y utilizando simultáneamente Ultra Panavision 70 y cámaras IMAX por primera vez en la historia. Un elemento que quizá pase desapercibido para gran parte de los espectadores que acudan al cine (la mayoría de ellos, probablemente, la verán digital estándar), pero que manifiesta un interés evidente en distanciarse de cierta mediocridad visual estandarizada y ofrecer al espectador una experiencia superior a la media.

Y eso es precisamente Los Pecadores, película que podrá gustar mucho o poco (algunas opciones narrativas de Coogler son, como poco, arriesgadas), pero que además de lo anterior, y al igual que Quentin Tarantino en -por ejemplo- Django desencadenado o Steven Spielberg en Tiburón (también afectada por el síndrome de las "dos mitades") trata de abordar un tema más propio de cine de género con el formato, ambición y credibilidad de, en este caso, un drama musical histórico ambientado en el sur de Estados Unidos, poco después de la abolición de la esclavitud. Cine de autor y serie B, sin que extrañamente una cosa y otra acaben a estacazos.

Eso da como resultado una película de vampiros que trata de anclar esta mitología en el pasado histórico del país, en una visión cultural concreta (a través de la música negra y el blues) y en el drama "real" de una serie de personajes que tratan en todo momento de trascender el cliché clásico de ser carne para una película de monstruos... antes de convertirse en ello. En el film, dos hermanos recién llegados de Chicago, Stack y Smoke (ambos Michael B. Jordan) tratan de montar un club para negros con dinero de la mafia, solo para descubrir en plena inauguración una amenaza sobrenatural inesperada...

Los pecadores tarda algo más de una hora en llegar a esa película, lo que sin duda va a ser amonestado por algunos espectadores. Coogler, afortunadamente, viste su relato criminal a lo Peaky Blinders mezclado con drama racial a través de conceptos más evocadores que la mera caracterización de los personajes, víctimas y victimarios. Pero estos también resultan un tanto esquivos, aunque distancian su historia del ya típico relato plano y, de acuerdo a la tendencia de los últimos años, meramente reivindicativo. La música como elemento transgresor de mundos, como llave para entender lo ancestral y el abanico de mil posibilidades futuras, en este caso a travçes del blues, es el elemento cultural que sustenta toda la película, la convierte en inseparable de sus raíces folk (que Coogler se llevará más tarde al folk-horror) convirtiendo Los pecadores en un extraño híbrido entre drama histórico, musical y película de terror cocida a ritmo de western que aborda la libertad como, también, un drama en sí mismo.

Cuando llega la hora de ofrecer mordiscos, Los pecadores ya ha mostrado toda la calidad en el tratamiento de la luz, formatos cinematograficos y banda sonora (un prodigio de Ludwig Göransson con aroma a las extintas de Michael Kamen con Eric Clapton a la guitarra). Y Coogler se divierte con una matanza que sí, revela que al final su ambiciosa película solo era una modulación de Abierto hasta el amanecer y La Cosa con ínfulas innecesarias de serie A, también con dos hermanos tentados por el Bien y el Mal de por medio. Pero, despojada de coartadas morales, vicios ideológicos del Hollywood contemporáneo y otras vicisitudes, ofrece más cine que cualquier cosa estrenada en salas a lo largo de este año, aparte de un espíritu extraño y desacomplejado, verdaderamente sentido en su faceta musical y todavía más en el retrato de un grupo de negros enfrentados, en realidad, a la tentación de la libertad y el inmenso abanico de posibilidades que proporciona. Saludemos a Los pecadores, por tanto, como ese revulsivo de autor, caprichoso y mágico, pero a la vez fresco, que este 2025 necesitaba (cinematográficamente).

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