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'The Last Showgirl' es el regreso de Pamela Anderson... pero merecía más

The Last Showgirl, estrenada en cines, supone el regreso de Pamela Anderson a la gran pantalla.

The Last Showgirl, estrenada en cines, supone el regreso de Pamela Anderson a la gran pantalla.
Pamela Anderson en The last showgirl | Vertice

Hay que reconocer que como maniobra de rehabilitacion artística para Pamela Anderson, una suerte de regreso a escena similar a los de Rourke en El luchador o Travolta en Pulp Fiction, The Last Showgirl se ha hecho esperar demasiado. Al mito erótico de los 90, quizá una de las representantes de los claroscuros de la cultura pop de esa época, se le debía la oportunidad no solo de interpretar, sino tambien de realizar un comentario sobre su propia experiencia vital, absorbida y escupida como figura del entretenimiento olvidada ahora por una generacion Z moralista.

Nadie a esas alturas deberá esperar un espectáculo de la estirpe de las Showgirls de Verhoeven. La película de Gía Coppola, nieta de Francis y sobrina de Sofía, sigue a pies juntillas la senda estética de esta última. Pero lejos de cristalizar en un Lost in Translation, The Last Showgirl resulta una afectada, forzada, narración adornada de interludios casi irreales de baile que hacen parecer la película un sueño ligero. En su voluntad de huir del tremendismo -el film no muestra los bailes-, Coppola se queda corta y convierte el relato en un videoclip indie facilmente parodiable, un facsímil de relato de caída clásico sin demasiada resonancia.

Lo mejor de The Last Showgirl es el relato del cambio cultural de los 90 hasta hoy que hay de trasfondo a la historia de Shelly o cómo la implacable evolución de los bailes de Las Vegas que han dejado atrás el ahora modesto show de la protagonista, sino esa superioridad moral con la que se mira el lúdico erotismo y el arte del pasado, enterrando símbolos como la propia Pamela. Pero incluso en esos términos, la relación de la showgirl con su hija veinteañera (Billie Lourd… hija de Carrie Fisher) resulta pobre, débil, deshilachada. La evidente nostalgia de las imágenes de Coppola, el tránsito por Las Vegas de unos personajes solitarios, tristes y desconectados, tiene cierta poesía, pero el film resulta simplemente insuficiente, y quizá eso decidió la balanza de los pasados Oscar por la mucho más potente (e igualmente discutible) virguería callejera de Anora.

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