
Cosas de la vida: la película rehecha de Pixar y Disney para eliminar el contenido LGBT y alejarse de polémicas previas es, en cierto modo, uno de sus trabajos más interesantes de los últimos años. Todo ello pese a que, es cierto, la labor de los directores Adrián Molina, Domee Shi y Madeline Sharafian no puede competir con el grado de excelencia de películas previas del estudio. Pero vamos a navegar a la contra: que el control de daños de Disney/Pixar haya aquilatado el contenido diferencial LGTB del film no resta encanto puramente sci-fi a una aventura a lo El vuelo del Navegante que, en sus mejores momentos (el primer y último acto) supone todo un homenaje a los relatos de fantasía extraterrestre de Steven Spielberg.
La película, condenada en la prensa por sus propios creadores y el mayor fracaso comercial de la historia del estudio, es una aventura desprejuiciada en cuestiones de género, pero de género cinematografico, en la que Pixar se aleja de sus propias simbologías y metáforas habituales, esas que ya manifestaron una abstracción difícil de asimilar por las audiencias masivas. No hay emociones personificadas (Inside Out 2 fue el título más exitoso del año pasado, pero una cinta regular) o experimentación retro, solo una aventura espacial donde el cielo es, esta vez sí, metáfora de ese Más Allá donde descansan los padres de Elio, retrotrayéndonos a ese 1977 en el que se estrenó Encuentros en la Tercera Fase (y una fecha que de alguna manera aparece en la película).
Memorable el primerísimo primer plano, lágrima incluida, del niño mirando las estrellas en el comienzo de su aventura, como también las notas de arpa que rememoran a John Williams de la excelente banda sonora de Rob Simonsen. Que los extraterrestres parezcan clones de The Abyss solo puede alegrar a los fans del olvidado film de James Cameron (se reproducen ciertas notas de la banda sonora de Silvestri en la primera aparición extraterrestre, café para los muy cafeteros). Son pequeños homenajes a la larga más interesantes que el sesgo y los intentos de romper clichés de representación del protagonista, al fin y al cabo un niño huérfano de padres que no encuentra su sitio y trata de aparentar lo que no es. Hay al menos dos escenas de homenaje a La invasión de los Ultracuerpos y La Cosa deliciosamente inquietantes, por mucho que se muevan en la esfera de la parodia, y el desenlace emocional conmueve.
El sesgo de Elio, de todas formas, permanece aquí en estado larvario, como también en el amigo del protagonista, anidando en la propia aventura, donde la apariencia y las proyecciones de ciertos personajes no son exactamente lo que parecen. Es probable que Elio sea un film de animación, es cierto, demasiado poco singular, poco memorable en la trayectoria de Pixar, pero resulta ágil, se sostiene por sí mismo y puede presumir de la excelente factura visual habitual del estudio. Ni de lejos el fracaso anunciado.

