El diputado comunista Ramón Tamames pronunció la sentencia: "100 años de honradez… y 40 de vacaciones". El PSOE celebraba en mayo de 1979 —con el eslogan de los "100 años…"—, el centenario de la creación del partido. Comenzaba la cantinela de la superioridad moral. Tamames los puso en su sitio recordando las largas vacaciones de los socialistas, ausentes de la lucha antifranquista.
En uno de los momentos decisivos de la Transición, en las semanas previas a la discusión en las Cortes franquistas del proyecto de Ley de Reforma Política que, de aprobarse, disolvería las Cortes para comenzar a recorrer un incierto camino hacia la democracia, la dirección socialista de González y Guerra dejó patente su irresponsabilidad. Su condición de políticos ventajistas. El PSOE convocó para el 4 de noviembre de 1976 el XXVII Congreso, a celebrar en Madrid. El Gobierno no lo autorizó temiendo sus efectos en la tramitación de la ley. Los socialistas no eran ajenos a las dificultades que enfrentaban el Rey, el presidente Suárez y el de las Cortes, Torcuato Fernández-Miranda, para lograr que el régimen se inmolase aprobando la reforma política, cuya votación estaba prevista para el 18 de noviembre. No ignoraban las tensiones que provocarían que un partido todavía ilegal aprobase una resolución política propugnando el "libre derecho a la autodeterminación por la totalidad de las nacionalidades y regiones que compondrán el Estado Federal que preconizamos". La dirección del PSOE dio muestra de su inmadurez.
Suárez y González, con la mediación alemana, acordaron que el cónclave se retrasara hasta que fuese sancionada la reforma política. Un cínico PSOE se comprometía a mantener reserva sobre este compromiso. El XXVII Congreso se celebró durante la primera semana de diciembre de 1976. Cuatro meses después sería legalizado el PCE. Los socialistas, tras 40 años de vacaciones, aparecieron como la izquierda moderada que tenía el respaldo de los líderes europeos. Los "herederos del franquismo", como afirman sus actuales socios de gobierno, contribuyeron a ello.
2.800 millones de pesetas en 10 años
El 23 de diciembre de 1983, José Comas, corresponsal de El País en la República Federal de Alemania, firma una información titulada "El oro del Rin". Citando fuentes del Ministerio de Cooperación Económica de la RFA, detalla que entre 1980 y 1985 la Fundación Friedrich Ebert había dispuesto de un presupuesto "de 26,75 millones de marcos (1.230 millones de pesetas, según los variables tipos de cambio del momento de la concesión) para formación y asesoramiento sociopolítico del PSOE y la UGT, según consta en documentos confidenciales a que hemos tenido acceso". Y detalla alguno de los importes:
"1.000 millones de pesetas se asignaron para el proyecto número 7.628.399, titulado ‘Medidas de formación y asesoramiento sociopolítico para el Partido Socialista y el sindicato UGT’, que se impartió en Madrid durante los años 1980 a 1985. Además de este programa, la Fundación Ebert realizó en España un segundo proyecto, financiado por el erario público de la RFA, con el número 7.928.567, denominado ‘Cooperación con el Instituto de Investigaciones Económicas y Sociales Aplicadas (ISEA)’, al que se destinaron 4,95 millones de marcos (237 millones de pesetas)".
De 1980 a 1985, 1.230 millones de pesetas ¿y antes? Sabemos, porque Dieter Koniecki lo escribe en sus informes, que en 1976 comienza a llegar el apoyo económico que canaliza la Fundación Ebert. No hay datos precisos desde ese año hasta 1980. La "memoria histórica" del PSOE aquí es desmemoria y negación. Sí hay estimaciones. Las hace el historiador Santos Juliá, quien afirma que la Ebert gastó unos "680 millones de pesetas en seminarios y reuniones entre los años 1976 a 1980". Por su parte, Charles T. Powell, actual director del Real instituto Elcano, citaba estudios que establecían que la Fundación Ebert habría hecho uso de 20 millones de dólares (1.600 millones de pesetas) para sus actividades en España entre 1975 y 1980.
Felipe González, a bordo del pequeño reactor Hawker Siddeley HS-125 aparecía en un mismo día en Tarragona y en Huelva. Con la información proporcionada por el estudio sociológico sobre los intereses y aspiraciones de los españoles, financiado por la Fundación Ebert, la dirección socialista pudo hacer una campaña amable, que conectó con un electorado esencialmente moderado, que huía del conflicto y aspiraba a ser europeo. Y dio resultado. El PSOE consiguió, con sus 118 diputados y 5,3 millones de votos, la hegemonía en la izquierda. El PCE, con 20 diputados, comenzaba su calvario hacia la irrelevancia. Hasta hoy, que resulta imprescindible para mantener a un presidente socialista en La Moncloa.
UGT, sindicato socialista y de la patronal
"Ferrer [Carlos Ferrer Salat, presidente de la CEOE de 1977 a 1984] siguió desgranando ante aquellos atónitos empresarios sus confidencias más secretas: si UGT desaparece, implantamos aquí un sistema como el portugués, donde la central comunista [Intersindical] es la única que existe", cuenta el periodista Mariano Guindal en su libro "A la sombra del poder".
Al igual que sucedía con el PSOE, el sindicato hermano era una cabeza sin cuerpo, carente de estructura, de cuadros y de afiliados. Pero, a diferencia del partido, la UGT estaba obligada a concurrir a una confrontación electoral endiablada. Decenas de miles de elecciones. Las primeras se celebraron durante el primer trimestre de 1978. Había que visitar miles de pequeñas empresas —hasta 50 trabajadores— donde se elegía el 60% de la representación sindical. Y se repetían cada dos años.
Los datos oficiales de esas primeras elecciones, realizadas en medio de una extraordinaria confusión informativa, nunca fueron considerados como válidos debido al descontrol en el recuento, pero sí señalaban una tendencia: Comisiones Obreras obtiene una representación que iba del 35 al 44% y la UGT del 22 al 28%; 20.000 delegados separan a comunistas de socialistas. No obstante, el trabajo de la Fundación Ebert había conseguido su primer objetivo: evitar una hegemonía abrumadora del sindicato comunista. No fue barato.
Crédito a cuenta del Patrimonio
El apoyo financiero hacia la UGT tuvo dos orígenes: el de la Fundación Ebert, que pagó miles de cursos de formación para sus cuadros, y el de los sindicatos, en especial la Confederación Sindical Alemana (DGB).
Para hacer frente a las primeras elecciones sindicales, que se iban a celebrar en 1978, la UGT necesitaba mucho dinero -también lo necesitó para las celebradas en el último trimestre de 1990 pero esta es otra historia-.
En marzo de 1977, Nicolás Redondo acordó con Enrique de la Mata, el último ministro de Relaciones Sindicales, que un banco español avalara el crédito que iba a conceder a UGT el Bank für Gemeinwirtschaft (BfG), el banco de los sindicatos alemanes. El importe era de 10 millones de marcos (unos 300 millones de pesetas). El aval estaría respaldado por el patrimonio sindical de la UGT incautado tras la Guerra Civil. El Gobierno de Adolfo Suárez accedió a la operación.
Veintisiete años después de esta pignoración a cuenta del patrimonio histórico, la UGT lo perdía definitivamente. El sindicato mantenía una deuda con el Instituto de Crédito Oficial de 138,2 millones de euros, más los intereses devengados desde 1993. El crédito lo tuvo que pedir para hacer frente a sus responsabilidades en el caso de la cooperativa de viviendas de la PSV. En noviembre de 2004, con Zapatero de presidente, se alcanzó un "acuerdo político" que canceló la deuda. La UGT renunció a su patrimonio.
La "operación rastrillo" de la CEOE
¿Cómo llegar a miles de pequeñas empresas y apuntarte el delegado sindical? A finales de 1980 se volvían a convocar elecciones y la UGT seguía siendo "una cabeza grande en un cuerpo pequeño". Su dirección ya había iniciado el dialogo con la patronal. La firma del Acuerdo Básico Interconfederal entre UGT y CEOE se produjo el 10 de julio de 1979 e inauguró la concertación social. En marzo de 1980 se aprueba el Estatuto de los Trabajadores, con la oposición de CCOO.
La CEOE de Ferrer Salat ya sabe quién es su interlocutor. La Fundación Ebert engrasa este proceso con seminarios y encuentros de sindicalistas y empresarios.
Se está diseñando el modelo de relaciones laborales y los dirigentes ugetistas Corcuera, Zufiaur y Romero piden a la CEOE que les apoye en las elecciones. Había que evitar que CCOO volviera a repetir el triunfo de 1978, lo que podría interpretarse como una desautorización de los acuerdos entre el sindicato y la organización empresarial.
"La CEOE jugó fuerte y coordinó con los hombres de Nicolás Redondo la llamada ‘operación rastrillo’", recuerda Guindal. ¿En que consistía? En asegurar que en las pymes se elegían delegados del sindicato socialista. La patronal organizó el dispositivo, se prepararon las actas electorales y las empresas esperaron la visita "del de UGT". Sucedió lo peor, los de Nicolás no tenían capacidad parar llegar a tantos centros de trabajo. La CEOE tuvo que "vestirse de sindicalista", recoger las actas y presentarlas en las oficinas del Ministerio de Trabajo.
El 22 de enero de 1981 se conocieron los primeros resultados oficiales: UGT el 29,6%, a menos de un punto de CCOO, con el 30,5%. Los sindicalistas socialistas celebraron su triunfo.
Desde hace años, ese modelo de relaciones laborales que dio estabilidad y evitó mucha conflictividad, está en barbecho. Unos sindicatos paniaguados son los palmeros de una ministra que amenaza y castiga a los empresarios si no se avienen a sus ocurrencias.
Hubo un tiempo en que la UGT afirmaba que a un sindicato se le mide por lo que consigue, no por lo que pide. Hoy, amenaza. Debe dinero. Está en juicios y ha sido condenada.
El "socialismo realmente existente" en España es esto. El resto, como cantaban Los Chichos: "Son ilusiones, que más me da / Son ilusiones, y así nací / Son ilusiones".