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Pedro Gil Ruiz

"La solución bromuro"

Dos años antes de ser defenestrado por los chequistas de la Lubianka, Borís Savinkov el epitafio de la "izquierda realmente existente": "Nos distinguimos por nuestras creencias, pero no por nuestros actos".

Dos años antes de ser defenestrado por los chequistas de la Lubianka, Borís Savinkov el epitafio de la "izquierda realmente existente": "Nos distinguimos por nuestras creencias, pero no por nuestros actos".
La ministra de Infancia y Juventud, Sira Rego; el diputado de Sumar Iñigo Errejón; la vicepresidenta segunda y ministra de Trabajo, Yolanda Díaz y el ministro de Cultura, Ernest Urtasun | Europa Press

El señor Urtasun, que cobra como ministro por desprestigiar la cultura española, venía de hacer un desplante a Julián López El Juli y a José María Marco, presidente de la Comisión Taurina de la Casa de Misericordia de Pamplona. Se entregaban los Premios Nacionales de Cultura y, en presencia de Felipe VI, el interfecto negó el aplauso a los citados. Pocos días después se le vio ojiplático y con el gesto ausente en el Teatro Campoamor de Oviedo. Obligado a sonreír a un pleno de borbones y a escuchar unos discursos que le desagradaban, no dejaba de darle vueltas a por qué habían "fallado los mecanismos de detección y prevención" con Íñigo. Las medidas extraordinarias que acordaron. De nada sirvió que, durante más de un año, en las reuniones semanales de coordinación de SUMAR, se disolviera una dosis de bromuro de potasio en el Cola Cao de Errejón. Siempre manifestó sus reparos y ahora él —como portavoz del partido— debía dar explicaciones. Nadie creería que la responsable fuese Ayuso. "Esta vez no", murmuró abrumado.

Todo empezó cuando la lideresa, que como todo el mundo sabe es gallega, recordó el caso de un paisano suyo, José Tojeiro, natural de Cariño —un pequeño pueblo de La Coruña—, que en 1993 acusó a tres "prespitutas" de haberle echado "droja" en el Cola Cao para robarle. Se convocó una reunión restringida del núcleo dirigente plurinacional y Yolanda planteó la "solución bromuro". "Parece una broma, pero no lo es", afirmó, tras reiterar que "no quería una visión distópica sobre la realidad". Los asistentes convinieron extremar las precauciones para afectar solo a la libido y preservar las capacidades intelectuales del portavoz parlamentario (desde que Sir Charles Locock emplease en 1857 bromuro para contener las convulsiones histéricas, son conocidos los efectos de una sobredosis).

Se aprobó un plan de trabajo para que especialistas de prestigio ajustasen la dosis que se le administraría y se mandató a dos "dirigentas" para que observaran con discreción la evolución. También acordaron que se disolvería en la bebida. Pero el plan no funcionó como se esperaba y pronto sospecharon de filtraciones. Íñigo conoció el complot y su excitación aumentó. Tras estallar el escándalo, el secretario general del PCE, Enrique Santiago, exigió a Sumar una "reparación política y ética al país", que es como se dice en idioma comunista: "hay que purgar". Una tal Loreto Arenillas ha sido la primera. Apuntan hacia Yolanda. La confusión es máxima y sí, esto huele a Moscú, a operación del Primer Directorio Principal. Cristina Fallarás (en el papel de vengadora de Irene Montero y Pablo Iglesias) habría sido la encargada de clavar un fálico piolet en el cráneo de la traidora vicepresidenta.

El ministro de Cultura se repanchinga en la butaca y —descartada la responsabilidad de la derecha— lucubra sobre la trola que contará al día siguiente a los sufridos plumillas. La entrega de los premios Princesa de Asturias comenzaba...

"Por increíble que parezca, durante las décadas de los cincuenta y sesenta del siglo pasado, en las cárceles comunistas de Rumanía se produjo una auténtica resistencia a través de la poesía". Discurseaba la escritora rumana Ana Blandiana, luchadora contra el régimen totalitario, que agradecía el premio de las Letras. Continúa: "El primer Memorial a las Víctimas del Comunismo del mundo —situado en la antigua prisión de Sighet, cerca de la frontera con Ucrania— incluye una sala con las paredes y el techo enteramente cubiertos de poemas nacidos durante las detenciones". El dictador Nicolae Ceaușescu fue uno de los más firmes apoyos del PCE de Santiago Carrillo. Pero eso forma parte de la desmemoria histórica de los comunistas "rojiverdes" como Urtasun.

Después intervino Marjane Satrapi, Premio de Comunicación y Humanidades: "Hay humanos que pierden la vida a manos de sus torturadores para proteger a sus semejantes, para no denunciarlos, y sé muy bien de lo que estoy hablando". Exiliada iraní. Perseguida por los mismos ayatolas que financiaron a Pablo Iglesias, se apuntaron a la Alianza de Civilizaciones de Zapatero y cuya estabilidad —y la de Hezbolá—, tanto preocupa a nuestro presidente. Marjane es una de esas mujeres iraníes, luchadoras por su libertad y dignidad, que son invisibles para los dirigentes y ministros de Sumar.

Urtasun salió de su sopor y escribió un tuit: "Para las formaciones políticas que defendemos un mundo más justo, humano y feminista, la coherencia entre lo que hacemos y lo que decimos debe ser una máxima exigible e ineludible". Al día siguiente, en la rueda de prensa del sábado 26, balbucirá incoherencias. La "superioridad moral" le había abandonado.

Dos años antes de ser defenestrado por los chequistas de la Lubianka —en 1925—, Borís Savinkov (miembro del Partido Social Revolucionario ruso, los eseristas de Kerenski) escribió su último libro, El caballo negro. En él se lee lo que bien podría ser un epitafio para la "izquierda realmente existente", socialistas y comunistas: "Nos distinguimos por nuestras creencias, pero no por nuestros actos".

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