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'Emma' la gran novela que enriquece nuestra vida

Este mes se cumplen doscientos años de la publicación de una de las más grandes novelas de la literatura universal: Emma, de Jane Austen.

Este mes se cumplen doscientos años de la publicación de una de las más grandes novelas de la literatura universal: Emma, de Jane Austen.
Retrato de Jane Austen de 1810 | Cordon Press

La gran novelista inglesa, autora de otras obras acaso más conocidas como Orgullo y Prejuicio o Sentido y sensibilidad, siempre trae a la mente del lector actual esas escenas decimonónicas, con el vestuario de época y una trama surtida únicamente de romances, casamientos y finales felices, al que las adaptaciones cinematográficas tanto han contribuido a asentar.

Sin embargo, la lectura de un gran libro va más allá de su disfrute inmediato, también ofrece una valiosa oportunidad de extraer, a ese microcosmos en el que uno se zambulle, una utilidad práctica con el que enriquecer el acervo vital del lector. Y, ¿qué ofrece Emma? La imaginación casi científica de su protagonista, su buenismo invasivo y manipulador -tan de actualidad en nuestra sociedad a través, por ejemplo, de la política-, pero también su capacidad de redención y espíritu de superación, el elogio a la cotidianidad, y otros muchos temas clave...

La imaginadora

Uno de los primeros ejemplos sobre el que podemos reflexionar es el que ofrece la protagonista de la novela y que le da título: Emma Woodhouse. Una persona con una poderosa imaginación, pero no fantástica sino casi científica: estudia a las personas que le rodean y elabora posibilidades acerca de sus afectos, e incluso trata de validar las hipótesis que formula con sus maniobras y estrategias, algo que los lectores habrán podido experimentar o podrían ver en quienes les rodean.

En realidad, Emma podría ser vista como la propia Jane Austen, y como muchas otras personas, una creadora de historias sobre la vida de los demás. Aunque con una diferencia: a esta innata predisposición cabalística acerca de los demás no le acompaña el percibir realmente lo que la rodea, no sabe leer entre líneas y además llega a ser, en algunos momentos, bastante ingenua. Todo lo cual nos lleva a una conclusión: la imaginación (de Emma) puede ser una virtud, pero también un peligro pues es sólo una parte de la personalidad. Si se complementa, por ejemplo, con la ingenuidad o superioridad, y se aplica a temas tan delicados, puede resultar contraproducente y perjudicial.

El buenismo invasivo

Con la novela de Austen, el lector tiene la oportunidad de vivir el ejercicio práctico de un buenismo invasivo y manipulador. Interesante en estos tiempos que corren en donde la política tiene un papel tan importante en nuestra sociedad actual.

Austen dejó escrito que la protagonista de su novela no iba a caer muy bien a sus lectores y que sólo gozaría de la simpatía de ella misma, su creadora. La razón, sus defectos y errores. En realidad no es así porque la gran maestría de esta formidable escritora pone al lector de parte de Emma, aun con sus virtudes (que las tiene) y defectos.

Empieza describiéndola como una joven inteligente, bella y rica, una aparente perfección que va desvirtuándose a lo largo de las páginas centrales de la novela. Es decir, un personaje realista y, por tanto, con una personalidad en ocasiones contradictoria y que no siempre toma las mismas decisiones a lo largo del tiempo. Es la heroína que se equivoca, imperfecta y que comete errores, algunos graves, en su continuo afán de aplicar esa imaginación, con carencias, a los demás. En concreto, en tratar de arreglarles la vida, por ejemplo, a esa amiga correcta y amable, Harriet Smith, que sólo necesita más conocimiento y elegancia, es decir, su conocimiento y elegancia, y que aprecia su superioridad. ¿Cómo? Buscándole el marido que ella considera adecuado, y evitar que se contente con cualquiera. Emma aprecia realmente el valor intrínseco de su amiga, y sus cualidades -por tanto, no son sus no son malas-, pero cree que ella desea ser guiada, por lo que quiere serle útil. Un rico ejemplo del buenismo que se torna invasivo y que acarrea la posibilidad de sufrir nefastas consecuencias, como casi le ocurre a Harriet.

La regeneración

La otra cara de la moneda de esas imperfecciones es un ejemplo de la capacidad del ser humano de luchar por encontrar de nuevo la luz, de su capacidad de redención, una idea clave y fundamental a extraer de toda la historia. La emancipación de esa mala conducta, de ese autoengaño (creerse superiores a sí mismo y los fines diseñados para la otra persona) a través de un proceso de arrepentimiento verdadero y del propósito de enmienda. Y no es un proceso claro, sino con altibajos, incompleto al principio, abierto, pues Emma no abandona sus buenas e invasivas intenciones abruptamente, sino de una manera realista, esto es, con un arrepentimiento y una recaída, pero con una línea de mejora, no sin altibajos claros (como la excursión hacia el final del a Box Hill y sus malas palabras a la señorita Bates, de las que se arrepiente y por las que quiere disculparse de corazón).

Un proceso que le lleva a experimentar un desarrollo personal considerable y, además, mucho más valioso si tenemos en cuenta que en el pueblo no tiene iguales, ella ocupa la posición social más elevada, por lo que nada ni nadie le obliga a realizar tal proceso, sino que nace de ella y es ella la que debe examinarse a sí misma. Es un entrenamiento personal y reflexivo, más allá de los actualmente famosos coach. Verdaderamente importante para cualquier ser humano porque supone una actitud autocrítica de un modo constructiva, que busca la mejora y la superación.

Elogio al día a día, a la cotidianeidad

Austen crea un entorno sencillo en esta novela, probablemente pensando en su propia realidad vital y la de sus lectores: situaciones cotidianas, en las que lo más importante es cómo gestionar el día a día y el ocio de sus protagonistas. Ese control le permite desarrollar sus diálogos, la trama y los temas más importantes. Y precisamente este es uno de los temas, aparentemente poco importante, pero vital para la mayoría de los (posibles) lectores del libro: el tributo al día a día, a la posibilidad de encontrar y desarrollar la felicidad en las cosas cotidianas, en la mera organización y gestión del ocio, las reuniones sociales o de las actividades aparentemente más banales. Gozar la vida sin tener que ser un héroe o un personaje público.

En definitiva, Emma, como otras novelas de Jane Austen, no es sólo una historia de romances y amoríos, que también, sino una oportunidad de estar frente a frente ante temas muy comunes y relevantes para todos, de los que no sólo disfrutar durante su lectura sino también enriquecer nuestra vida.

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