Italia sigue sin saber la identidad real de su escritora de ficción más leída en Estados Unidos. Firma como Elena Ferrante, es referencia de la literatura italiana moderna, ha vendido 25 millones de ejemplares en el mundo y ha sido traducida en 42 países. Sin embargo, ella (o él) es el gran enigma de las letras italianas. Huye de la fama y nunca ha aparecido su fotografía en un medio de comunicación. A pesar de que el uso de seudónimos es tan antiguo como el hombre, el país vecino está fascinado por este secreto y se pregunta quién es y por qué se oculta.
Elena Ferrante se esconde bajo al anonimato desde hace veinticinco años. Publicó su primera novela en 1992 L'amore molesto (El amor molesto, Destino, 1996), pero su éxito en ventas llegó con la saga Dos amigas (compuesta por La amiga estupenda, Un mal nombre, Las deudas del cuerpo y La niña perdida), una historia que avanza en el tiempo con la difícil amistad de dos mujeres de los arrabales napolitanos, desde la infancia hasta la madurez de ambas. Las páginas de sus libros están marcadas por la violencia, una violencia que convierte en rutinaria, asumida sin remilgos por sus protagonistas y que va desde bofetadas a secuestros y violaciones. Las mujeres son el centro de su trama. Además, es muy crítica con la sociedad italiana, denunciando su hipocresía y sus prejuicios. En España sus libros no han causado fervor pero en Estados Unidos y Canadá es una de las escritoras más aclamadas.
Rara vez ha concedido entrevistas, siempre por escrito. En ellas acalla rumores y asegura que es una mujer. Asimismo, desvela que el contenido de los libros tiene mucho de autobiográfico. ¿Por qué se oculta? "Creo que los libros, una vez publicados, pueden y deben prescindir de la persona que los escribió", contesta.
El hecho de que una superventas sea un fantasma sin rostro trae de cabeza a los críticos literarios del país vecino. La prensa hace quinielas de todo tipo e incluso se han llevado a cabo estudios lexicográficos para conocer su personalidad. Por el momento, se cree que la escritura no es su principal fuente de ingresos, estudió Literatura Clásica, pasó su infancia en Nápoles, habría vivido en Grecia y usa seudónimo para no convertirse en aquello que tanto critica. Dice que la fama puede contaminar la labor creativa.
Puestos a esclarecer el misterio (que celosamente guardan sus editores) algunos medios se aventuran a lanzar nombres. Algunos aseguraron que Elena Ferrante es realmente Domenico Starnone, un guionista napolitano que anda ya cansado de negar tal extremo; su esposa, la traductora Anita Raja; o Marcella Marmo, una profesora universitaria de Nápoles, estudiante la prestigiosa Escuela Normal de Pisa.
Curiosamente, Elena Ferrante ha sido este año finalista del prestigioso premio británico Man Booker International por La niña perdida,novela que el jurado definió como una "densa, irresistible e ingeniosamente estructurada novela de amor y adulterio en el lúgubre mundo del Nápoles de hace 40 años". Finalmente, se impuso la escritora surcoreana Han Kang. Una decepción para muchos, no porque creyesen que Ferrante merecía el galardón por encima de los competidores, sino porque cabía la posibilidad de que, en caso de resultar ganadora, hubiera ido a recoger el premio personalmente.