
Si la semana pasada fue La llave de cristal, de Dashiell Hammett, el libro que en esta ocasión ha querido comentar Andrés Amorós en Es la mañana de esRadio ha sido El sueño eterno, de Raymond Chandler. "Dos obras maestras de dos genios del género negro", en palabras del crítico, pero con diferencias. "Hammett es seco, duro, inquebrantable. Chandler, por el contrario, se permite más licencias. Juega más con el lenguaje". Lo más atrayente de ambos, pese a todo, es su aportación a la historia de la literatura, renovando la novela policíaca clásica y elevándola a otro nivel. Escritores de obras sucias, cargadas de crítica social. Y perfiladores del arquetipo del detective duro, del "strong silent man", y de la mujer fatal. Los dos comenzaron a escribir en la década de los treinta, y ayudados por el cine consiguieron trazar algunas de las mejores historias que se rodaron durante la época dorada de Hollywood, en los cuarenta.
El sueño eterno es importante, también, porque supone la primera aparición del personaje icónico Philip Marlowe, "que los amantes del género tan bien conocen". Aquel que llegaría a la gran pantalla con la cara de Humphrey Bogart. En el rodaje de esta historia ya estaba casado con Lauren Bacall, a la que había conocido en Tener y no tener, por lo que la química entre ambos resulta insuperable. Pero la atmósfera creada durante aquella filmación ayudó a sentar las bases de un género en el imaginario colectivo.
Chandler es autor de grandísimas novelas. Amorós rescata varias: "Adiós, muñeca; El largo adiós; La hermana pequeña o La dama del lago, por ejemplo". Y también el guión de la famosa película de Billy Wilder, Perdición. Lo que más destaca el crítico es su estilo, tan directo como el de todas las grandes obras americanas, pero trufado de frases brillantes. Sus obras engañan, además. El sueño eterno puede parecer a simple vista una obra corta, pero su trama es tan compleja y enrevesada que se hace necesario leerla lentamente. Las escenas se recrean en los ambientes más turbios: oficinas de gánsteres, clubes nocturnos, librerías pornográficas. Y la acción va deslizándose entre asesinatos, chantajes y desapariciones. "Es necesario incluso apuntar nombres y situaciones a medida que se lee, para no perderse", recomienda Amorós. Y con eso explica un poco la esencia misma de la obra de Raymond Chandler.
Pese a todo, lo que más subraya el crítico es que "debajo de todo ese cinismo, pueden rescatarse una serie de valores ocultos". La lealtad, el respeto por uno mismo, la capacidad de sacrificio e incluso la preferencia por la propia muerte antes que vender a un ser querido. Los grandes rasgos del género, en definitiva, que idearon dos genios "a los que siempre es bueno releer, sobre todo ahora que es verano y se tiene tiempo", sentencia Amorós.
