Los lugares a los que viajamos con la novela 'Cristóforo'

Repasamos lo muchos lugares que aparecen cuidadosamente reflejados en la novela Cristóforo, de Enrique Navarro.

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Desde su fundación, la ciudad en la que nació y creció Cristóforo Colombo fue uno de esos lugares que miran al mar y, a mediados del siglo XV, se había convertido en uno de los puertos más importantes del Mediterráneo y en una potencia naval y comercial que extendía su influencia por todo el Mare Nostrum. Probablemente no podía ser de otra manera en el caso de una urbe que creció en el centro de la inmensa bahía que forma la península italiana al unirse al continente. El hecho es que aún hoy la ciudad mira a su puerto tanto desde el punto de vista de económico como para el turístico: a él llegan los cruceros que visitan la ciudad y en el antiguo puerto, el mismo que vio el joven Cristóforo, se ha recuperado y modernizado para convertirlo en uno de los atractivos turísticos más destacados de Génova.

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Samuel, por su parte, nació en el call de Gerona, uno de los barrios judíos más importantes de la corona de Aragón aunque en el siglo XV ya habían pasado sus mejores años y se encontraba en la larga decadencia que siguieron la mayoría de las grandes juderías españolas después de los pogromos de finales de la centuria anterior. Hoy en día Gerona luce con orgullo ese pasado y su vieja aljama -en la imagen- es uno de los barrios judíos más famosos de España, tanto por la belleza de las calles recónditas y llenas de encanto como también por su Museo de Historia de los Judíos, uno de los pioneros en España en la temática y con una colección muy interesante.

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La isla de Quíos fue el primer gran viaje por mar que emprendió un todavía muy joven Cristóforo, participando en una gran expedición genovesa organizada para defender los intereses comerciales de la República en aquella remota tierra cuyo mayor valor era un producto natural, la almáciga, que hoy en día se usa sobre todo en la elaboración de helados. Ya en tiempos de Colón el gran problema de Quíos -y el motivo de la expedición genovesa- era la cercanía del Imperio Otomano, pues está a sólo unos kilómetros de la costa. Ahora esa cercanía llevó a la isla a convertirse en noticia por la gran cantidad de inmigrantes que vio en ella la puerta de Europa.

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La Ciudad Condal es la primera gran urbe que conoce Samuel y el lugar en el que empieza a labrar su fortuna, a pesar de que llega a la capital catalana en un momento dramático cuando está en una época de gran decadencia víctima de las guerras civiles y de unos desvaríos políticos que nos recuerdan -y obviamente no por casualidad- a la Cataluña actual. Entonces el Puerto de Barcelona era uno de los puertos más importantes de España y en la actualidad sigue siéndolo -aunque lo superan el de Algeciras y el de Valencia- si bien incluso allí donde estaba el Puerto Viejo -a la izquierda en la imagen- el panorama es radicalmente distinto del que habría visto nuestro protagonista en la segunda mitad del siglo XV.

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Un viaje a Cabo Verde cuya vuelta no sale como cabía esperar es uno de los acontecimientos centrales de Cristóforo. El genovés visita este archipiélago cuando está empezando a ser colonizado por los portugueses, que establecieron allí una base para el comercio de esclavos. Tras conseguir su independencia de Portugal cinco siglos después del momento histórico narrado en la novela, Cabo Verde se ha convertido en uno de los países más democráticos de África y tiene una renta per cápita por encima de la media del continente a pesar de la ausencia prácticamente total de recursos naturales.

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Después de pasar sus primeros años en Girona y Barcelona la aventura vital de Samuel le lleva casi a Saldaña donde, como en tantos pueblos de Castilla en aquella época, había una pequeña judería ya que tras los pogromos de finales del siglo XIV muchos sefardíes habían preferido instalarse en villas más pequeñas en teoría más seguras. Saldaña está a orillas del río Carrión y a unos 60 kilómetros al noroeste de Palencia. Su casco histórico, declarado Bien de Interés Cultural, es probablemente uno de los lugares de esta novela cuyo aspecto más se parecerá hoy en día a lo que era en la época que recrea Cristóforo y, las casas de su Plaza Vieja bien podrían ser las mismas en las que vivía, al menos en la imaginación del autor, el poderoso Don Abraham.

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Tras su accidentado viaje de retorno desde Cabo Verde Colón da a parar en un lugar inmejorable para su propósito explorador: la Fortaleza de Sagres que está en el suroeste de Portugal, muy cerca del cabo de San Vicente. Allí estaba la escuela de navegación y cartografía que había puesto en marcha Enrique el Navegante, el príncipe portugués que lanzó a su país a la exploración marítima. Aún hoy la fortaleza sigue en pie al menos en parte y es otro de los puntos en los que más cerca se puede sentir uno del viaje vital de nuestro Cristóforo.

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Cuando Samuel empieza sus negocios de paños decide establecerse en el puerto español que parecía más adecuado para comerciar con Flandes, que no era otro que el de Bilbao, ya entonces un punto importante en las rutas comerciales, sobre todo del hierro. La ría donde estaba aquel puerto viejo ha cambiado varias veces de aspecto de forma radical en estos siglos, y en el último de estos giros ha venido a convertirse en un polo de atracción turística con elementos tan relevantes como el Museo Guggenheim, que le ha dado una forma definitiva a esta parte de Bilbao.

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Colón intentó primero que fuesen los reyes de Portugal los que patrocinasen su aventura y para ello, por supuesto, tuvo que pasar por Lisboa, la capital de un reino que vivía entonces uno de sus mejores momentos históricos. Además, fue también el puerto en el que, empujado por las tormentas, tocó por primera vez el continente europeo a su vuelta. Esa Lisboa que miraba al mundo y a las zonas en blanco de los mapas dejó no mucho después del paso del descubridor alguno de los monumentos que todavía la definen hoy en día, como la Torre de Belem en el propio estuario del Tajo, muy cerca de la cual está el Padrão dos Descobrimentos, homenaje que la ciudad dedicó a aquellos descubridores en los años 60 del siglo pasado.

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Llevado por su interés en establecer un negocio permanente de importación de paños de Flandes, el lugar donde se elaboraban los mejores del mundo, Samuel se establece en la bellísima ciudad de Brujas, por aquel entonces todavía un importantísimo puerto comercial, aunque luego se vería desplazada por Amberes, en un proceso que narra con mucho interés la propia novela. Esa pérdida de preponderancia comercial y, por lo tanto, de riqueza fue una desgracia para Brujas, pero una suerte para nosotros: gracias a ella la ciudad se ha mantenido durante siglos casi como era en aquel momento de esplendor en el XV, lo que la ha convertido hoy en día en uno de los destinos turísticos más conocidos de Europa.

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Colón se casó con una noble portuguesa y fue a vivir con ella a Porto Santo, la más pequeña de las dos islas habitadas de Madeira, donde pasó años estudiando cartas de navegación y textos sobre geografía. Lo curioso es que en Porto Santo aún se conserva la casa en la que el descubridor pasó estos años -en la imagen- y es hoy uno de los reclamos turísticos de una isla que, además, ofrece a los viajeros la mejor playa de Madeira.

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Terminamos nuestra ruta en Sevilla, la hermosa capital andaluza fue la ciudad en la que más tiempo vivió Colon en los años que pasó en Castilla y también en la que está enterrado. Sevilla fue, además, una de las grandes beneficiadas del Descubrimiento al ser sede, durante 200 años, de la Casa de Contratación que gestionaba el comercio y la navegación con el nuevo continente. Hoy es el lugar en el que está el Archivo de Indias.