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Gonzalo Suárez: "No creo en nada porque soy alguien que busca y no encuentra"

LD entrevista al escritor y cineasta asturiano con motivo del lanzamiento de El cementerio azul, su último libro de relatos.

La parca y la memoria vertebran El cementerio azul (Literatura Random House, 2022), el último libro de relatos de Gonzalo Suárez (Oviedo, 1934). El escritor y cineasta asturiano ha parido una obra muy divertida, lúcida y escurridiza en la que, como en el reino de los sueños, y suscribiendo a Kubin, las cosas que podemos llamar inexistentes constituyen el fundamento del universo en su sentido último y profundo. El autor arranca con el recuerdo del, siendo suave, accidentado rodaje de El detective y la muerte para, acto seguido, sumergir al lector en un mundo ficticio y loco en el que, por ejemplo, el pato Donald se pasea por un camposanto británico, un presunto robot critica las opiniones gregarias –porque "suplantan al pensamiento"–, y Don Quijote y Sancho forman parte de una enrevesada astracanada china, o algo así.

LD entrevista a Suárez en La Buena Vida, la efervescente librería sita al lado del Teatro Real, en Madrid. Conversamos sobre los temas que emanan de El cementerio azul… y de los que van surgiendo.

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Un momento de la entrevista | C.Jordá

P: Señor Suárez, ¿tenía razón el evangelista aquel que decía que "en el principio era el Verbo"?

R: Mmm… (piensa) Creo que no. La verdad es que la pregunta me excede y no conozco la respuesta. Tengo la sensación de que en ese principio que no consigo imaginar… Es evidente que en la construcción que hemos hecho de la llamada realidad y del entorno sí ha empezado todo por la palabra, ¿verdad? Para ponernos de acuerdo los unos con los otros, o en desacuerdo, porque por la palabra también nos hemos matado. Así que no me la sé (risas). Empezamos bien.

P: ¿Se ha devaluado la palabra? ¿Se habla mucho y se dice poco?

R: Que se habla mucho, sí. Ayer, sin ir más lejos, sufrí una especie de…, no sé, era muy angustioso. Uno mismo habla mucho si se descuida. Te diría que esta pregunta tampoco me la sé (risas). En realidad, voy a defraudarte: no sé nada que se pueda responder de forma absoluta.

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Gonzalo Suárez, durante la conversación | C.Jordá

P: Bueno, supongo que, en general, hay que desconfiar de las respuestas absolutas.

R: Y de las otras también (risas). Hay que desconfiar.

P: Usted ha escrito desde niño chico. ¿Qué consigue escribiendo?

R: Esta pregunta tengo que sabérmela. Escribir es buscar un poco la concreción. Es el "tiempo, detente". En realidad, la condena de Fausto no es la de acostarse y follar con Margarita, sino el momento en el que, satisfecho de sí mismo, dice: "Tiempo, detente". Esto está en la segunda parte del Fausto de Goethe, y lo entiendo porque creo que está en el ser humano desde los primitivos, desde la cueva de Chauvet. Siempre hemos tenido la esperanza de atrapar el tiempo. Y escribir forma parte de esto: al contar algo y fijarlo con palabras, parece que hemos atrapado un momento. De hecho, le hemos dado, si no cierta verosimilitud, carta de existencia. Dentro de mi creciente mala memoria, hay recuerdos ficticios que ocupan el mismo lugar que hechos reales.

P: Uno de los personajes de su relato "El cementerio inglés", incluido en su último libro, dice: "Ése es el principio de todo próspero negocio. Crear el problema y vender la solución". ¿Esa sentencia afecta a la literatura?

R: Puede ser. Aparentemente, podríamos pensar en determinada literatura, por ejemplo, de suspense o de intriga, donde el truco lo tienes en la manga. En realidad, cuando escribo, voy aventurándome y dejándome llevar por las palabras, jugando, al menos, a no saber a dónde voy. Muchas veces, de verdad, no sé a dónde voy: empiezo y sigo el ritmo y la cadencia de las palabras, y voy donde me llevan. En ocasiones, sí que tengo claro el rumbo. Por ejemplo, en una película, llego con el guion, aunque luego finjo que estoy haciéndolo por primera vez, y, por supuesto, tengo el final. Los finales son el momento preferido de las películas. De algunas, porque por fin se acaban (risas), y de otras, por la emoción. A mí me gusta mucho el final de Don Juan en los infiernos, cuando el barquero atraviesa la laguna Estigia. Hay finales que me gustan especialmente. De hecho, hago toda la película para poder plasmar esa idea. En la vida, en cambio, no tengo prisa con los finales (risas).

P: En ese relato, también escribe: "Vivimos sólo un instante. Siempre nuevo. Sin antes ni después. Lo demás no es vida. Es sólo memoria". También hay referencias a la memoria en "El color de tus ojos": "¿De qué sustancia están hechos los recuerdos olvidados que no se pueden recordar?". ¿Mira habitualmente su vida por el retrovisor? ¿Es nostálgico?

R: No soy nostálgico ni melancólico. Estas cosas no son tanto de retrovisor como que se me ocurren andando hacia adelante. Al menos, esa es la hipótesis. Es verdad que los recuerdos, a veces, surgen y se convierten en paso futuro. El hecho de recordar no es necesariamente ir hacia atrás: a veces, el paisaje te lo pone delante. No sé explicar muy bien lo que hago, porque creo que no tiene explicación. Ocurre porque se me ocurre. La explicación viene a posteriori y, en general, tendría que recurrir a eso que llamamos inspiración, que no sé a qué o a quién puedo achacar. Es evidente que hay momentos en los que estás más estimulado, y también es verdad que entonces no distingues tanto cosas que, en realidad, son recuerdos. Incluso hay un peligro. Mi hija me advertido: "Papá, esto ya lo has dicho o lo has escrito". Escribiendo, me dejo llevar. En realidad, mi apetito literario es ese: que todo sea una aventura. Predomina el juego.

P: En El cementerio azul hay también muchas referencias a la muerte.

R: La hija de puta está en todas partes (risas). Está agazapada. No es que estés pensando en ella todo el tiempo, pero tengo la sensación de que ella sí piensa en ti. Debe de ser una seducción especial que se ha tenido con esta mujer. Porque es una mujer, ¿sabes? O eso espero (risas).

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Gonzalo Suárez acaba de publicar 'El cementerio azul'| C.Jordá

P: ¿Usted teme a la muerte?

R: Moderadamente, sí. Es curioso. Luego, a lo mejor, en situaciones de peligro, uno podría considerarse valiente en el sentido de que lo arrostras con cierto grado de inconsciencia, y no es ese el momento en el que piensas en la muerte. Al contrario: a lo mejor, piensas en la muerte cuando no estás pensando en otra cosa, o cuando lo estás pasando muy bien y cabrea decir "qué pena, que esto se acabará".

P: ¿Cree en el Más Allá?

R: No. Bueno, en el Más Allá, sí. Todo es Más Allá.

P: ¿Cree en Dios?

R: No en un Dios infinitamente bueno, poderoso y tal, y que nos tiene en cuenta en esta pelota. La verdad es que no creo en nada porque soy alguien que busca y no encuentra. Tengo el vértigo de mirar hacia arriba o mirar hacia dentro. Por eso, prefiero agarrarme al juego con la idea, a veces, de que vas a descubrir algo. En el fondo, no tengo la esperanza de que nadie haya o vaya a descubrir nada que pueda arreglar un poco lo que es el mundo, o lo que nos pasa.

P: ¿Y cree en el hombre?

R: De uno en uno, sí; en todos juntos, da un poco de miedo siempre. Eso sí que da una sensación heroica. Incluso, el que vive una realidad cotidiana y normal… La creación de la normalidad es extraordinaria. Que hayamos conseguido crear un concepto de lo normal en un lugar que está rodando en los espacios siderales me parece impresionante. Y en el hombre claro que creo, para bien y para mal. Hay dos tipos de creencia: una es cuando utilizamos la palabra "creer" para adscribirnos, sea a una ideología o a un dios, que sirve para amueblar un poco el vacío que nos rodea, y dos, la cosa tangible, inevitable y heroica, diría yo, de sentirse vivo y con un entorno de seres con los que tienes una relación, ya sea de admiración o de odio.

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Gonzalo Suárez y un ejemplar de su libro | C.Jordá

P: ¿Le gusta el paisaje político de nuestros días?

R: No. Me gustaría un paisaje en el que se pensara de verdad en soluciones y que hubiera más relación de los unos con los otros, en lugar de estar pugnando por obtener un lugar y desplazar en la cuestión del poder. Pero bueno, no voy a pedir cosas que no han cambiado desde el principio de los tiempos, y que no creo que cambien jamás. Por otro lado, creo que sería necesario que cambiaran. He de confesar que soy un fugitivo que escurre el bulto. Me considero de izquierdas y no me gusta en exceso el poder directo, pero no me meto en este embrollo. Prefiero asumir la aventura de no saber a dónde voy. Y, en ese aspecto, la política, en general, no me ofrece soluciones prácticas.

P: Para finalizar, ¿es verdad eso de que "sólo de muertos disfrutamos de las pequeñas cosas de la vida"?

R: No tengo la experiencia ni tengo prisa en tenerla.

P: Esta sí que no se la sabe.

R: Ni me la quiero saber (risas).

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