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Juan José Mateos: "El mero encuentro de una víctima con un etarra da beneficios al último aunque la primera no lo sepa"

Juan José Mateos publica Inocentes, un alegato a favor de las "víctimas de segunda" que dejó ETA, "y que han sido abandonadas".

Juan José Mateos publica Inocentes, un alegato a favor de las "víctimas de segunda" que dejó ETA, "y que han sido abandonadas".
Juan José Mateos, con sus libros. | JJM
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Juan José Mateos es una víctima de ETA. Fue miembro del GAR, cuerpo de élite de la Guardia Civil que combatió a la banda durante los peores años del terrorismo. Ahora se define como activista y divulgador. Su obsesión es que la verdad de lo ocurrido no se tergiverse y caiga en el olvido. Por eso escribió Pikoletos (Arzalia), primero. Y por eso ha publicado Inocentes (Arzalia), después. Con las ganancias de sus libros organiza excursiones con estudiantes a centros de memoria y charlas con víctimas como las que aparecen en su último libro: un homenaje a ellas y una forma de rescatarlas del olvido. "Porque la verdad es que hay víctimas de segunda y de tercera", nos dice él, "que han sido abandonadas y de las que no se conoce nada". Hablamos con él:

Pregunta: Señor Mateos, ¿se está blanqueando a ETA, o quienes dicen eso sólo quieren sacar rédito político de una banda terrorista derrotada?

Respuesta: A ver, para empezar, ETA fue derrotada exclusivamente de manera policial. Hay que explicarlo. Como dice Rogelio Alonso, la de ETA es la derrota del vencedor. Claramente, además. Una cosa que es evidente es que ya no matan. Y eso es un logro importantísimo, por supuesto. Pero no matan porque su mafia fue desmantelada policialmente. Políticamente, la cosa ha sido diferente. Luego, más que a ETA, a las que siempre se ha usado de forma vil para sacar rédito político es a las víctimas. Antes, cuando convenía, salían en las portadas y protagonizaban los discursos más encendidos. Ahora, que no interesa, han desaparecido. La cosa se explica de forma sencilla. En 2008 ETA era uno de los problemas que más preocupaban a los españoles y ahora, obviamente, ya no. Así que los políticos prefieren correr un tupido velo; hacer como si no hubiese pasado nada, como si tantas décadas de terrorismo no hubiesen dejado secuelas dramáticas. Es algo que no entiendo porque el daño causado, que todavía late aquí, es incalculable. Es imposible calcular la magnitud real del éxodo vasco, por ejemplo. El número total de amenazados, no sólo de asesinados o mutilados. Y lo que no tiene parangón en Europa es que exista un grupo terrorista que, después de todo eso, goce de semejante apoyo social y político.

P: ¿Cómo explica ese apoyo?

R: Es un tema complicado y se puede enfocar desde muchos ángulos. Por un lado está el miedo que ha imperado aquí durante décadas. El silencio aquí es un hecho. Donde yo vivo, en Euskadi, lo que impera es el silencio. Y luego hay que analizar la política como lo que es, ¿entiendes? ¿Por qué se llegan a acuerdos con Bildu, exactamente? ¿Por qué a algunos les conviene, en determinado momento, legitimarlos? En fin, esa es otra historia. Lo que hay que pensar es que el dolor causado ha sido incalculable. Así que los políticos deberían pararse un poco y valorar que ese rédito político que buscan para seguir en el poder está hundiendo a muchas personas. Te lo digo porque lo sé de primera mano, porque tengo contacto constante con viudas y huérfanos. Y con un grupo amplísimo de víctimas y hasta de exetarras, con los que hablo a menudo. Creo que los políticos deberían tener pudor. No utilizar todo esto de manera torticera cada vez que pueden. Y también considero que sí que hay que echarle en cara a determinados políticos de este Gobierno que se vendan a cualquier precio.

P: El libro se centra en las víctimas…

R: Sí. Yo aquí lo que hago es mostrarle a la sociedad que hay víctimas de segunda, de tercera, de cuarta categoría. La gente no tiene ni idea.

P: A mí una cosa que me llama la atención es su civismo. El ejemplo que han dado. Su determinación para no responder con violencia a quienes les han destrozado la vida, han matado a sus familiares y los han expulsado de su tierra…

R: La explicación a eso es tan sencilla como que las víctimas no son como los terroristas. No son asesinas. Son gente normal, como tú y como yo. Y no son capaces de justificar lo que llegaron a justificar sus verdugos. Su moral y su forma de ser se lo impide. No todo el mundo puede ser un asesino. Después, también influye otro factor muy importante: ETA fue capaz de silenciar a todos. Era una mafia que sembró el terror. Eso es el terrorismo, exactamente. Conseguir que se respire tanto pánico que nadie quiera acercarse a los señalados. Aislar a las víctimas y dejarlas todavía más indefensas, rechazadas por la comunidad. Solas. ETA arrinconó hasta a los suyos. Silenció a todos los vascos, como te digo. Los propios terroristas corrían el riesgo de ser eliminados si se arrepentían y se salían de la banda. La cosa era así.

P: Hubo vascos valientes.

R: Y muchos fueron asesinados. Mira, Fernando Savater me prologa el libro. Es un hombre de los que no se calló y de los que plantó cara, pero al final tuvo que irse. Hay grandes ejemplos de vascos valientes que contra todos los pronósticos se mantuvieron firmes. Lo que pasa es que al final la mafia te expulsaba. Y podías irte si tenías los medios para hacerlo. La gente que se tuvo que quedar aquí fue la que menos recursos tenía. Además, durante mucho tiempo no tuvieron ningún tipo de apoyo estatal. Hasta que el Gobierno de Aznar, con todos sus defectos, que los tuvo, puso una pensión para las víctimas, aquí esta gente se moría de hambre. Así de olvidada estaba.

P: ¿Qué hay del resto de la sociedad vasca? ETA ya no mata, pero la formación que persigue sus mismos objetivos políticos y que vende su historia como si se hubiese tratado de un conflicto entre dos bandos equiparables arrasa en las elecciones autonómicas.

R: Volvemos otra vez a lo mismo: al miedo. El miedo hace que aquí, en Euskadi, la gente no hable y no recuerde. Estamos hablando de un problema que siempre ha habido aquí, por la tergiversación de la historia, por las mentiras. Y por la estupidez ideológica. Aquí al principio hubo colectivos e instituciones que apoyaron el terrorismo creyendo que era una lucha revolucionaria y una causa antifranquista. La historia real lo desmonta, claro. Pero sigue existiendo una ceguera que se acrecienta todavía más si se le añade el miedo. La gente, ante el miedo, se callaba. Y otra gente ante el miedo incluso se unía a ellos. Los más valientes, tan valientes que podemos incluso calificarlos como temerarios, se la jugaban y los mataban. Ahora mismo lo que hay es una parte mínima de la sociedad vasca que está enferma, simplemente. Y el resto permanece en silencio. ¿Por qué? Esa ya es otra cuestión.

P: El documental Bajo el silencio, de Iñaki Arteta, refleja una sociedad que no se atreve a mirar a la verdad a la cara. Una sociedad que prefiere vivir en la comodidad del autoengaño.

R: Es que las sociedades son así. Al principio había más coraje. Se hacían manifestaciones de protesta. Hablo de los años setenta todavía, eh. Después, poco a poco, la gente se fue acobardando. Se quedaron sólo los más valientes. Savater, Mikel Azurmendi… Los que fundaron el Foro de Ermua y ¡Basta Ya! Yo los veía a ellos, o a Consuelo, y les decía que tuviesen cuidado. Durante los actos la cosa estaba bien. El grupo los hacía sentirse más a salvo. Pero después tenían que volverse solos a sus casas y la banda sabía dónde vivían. ¿Te das cuenta de lo costoso que era hacer lo que ellos hacían? ¿Ves por qué eran tan pocos? Es un problema del que podríamos hablar largo y tendido, pero sí que es verdad que esta sociedad se dejó engañar hace muchos años. Son muchas décadas de presión constante, de silenciamiento, de adoctrinamiento y de violencia. Por alguna razón, aquí surgió un movimiento asesino que quiso venderse en un principio como antifranquista, pese a que Euskadi fue de los lugares de España que menos sufrió la dictadura. Entonces, tratar de entender lógicamente todo esto es un sindiós. No hay justificación posible ante lo que ha pasado y sigue pasando aquí. Pero hay que hablar del miedo. Del miedo y de la ignorancia. Bueno, de eso y de que, como bien sabemos todos, hay gente que votaría hasta a Belén Esteban, si se presentase.

P: El libro indaga sobre el perfil de las víctimas de ETA y pone el foco en las menos visibles.

R: Sí. Una de las cosas que quiero es explicar que el problema de ETA no fue únicamente los atentados que perpetraron. Se trata de un mal mucho más profundo. Cuando hablamos de las víctimas de ETA, ¿de quién hablamos, normalmente? Pues de Gregorio, de Miguel Ángel, de Buesa… De las víctimas de primera fila que, por su repercusión, acapararon el foco cuando fueron asesinadas. Sin embargo, la realidad de las familias que no ocuparon titulares no se conoce. Tampoco la de los exiliados.

P: Muchos de ellos no quieren volver. ¿Cómo ha transformado eso a la sociedad vasca?

R: Pues como todo el mundo sabe, a poco que se quiera enterar. ETA no sólo mató a guardias civiles destinados en Euskadi. De hecho, ETA a quienes más mató fue a los obreros. Es algo que hay que recordar porque nadie parece querer hacerlo. Y quienes más sufrieron a ETA fueron los vascos. ¿Por qué no quieren volver, los que se fueron? Por miedo, claro. Por el trauma. Por el desprecio social que soportaron. Ellos ahora sienten también desprecio por una sociedad que no los quiso amparar. Mira, yo siempre pongo el mismo ejemplo. Mi madre se quedó viuda en Ciudad Rodrigo, mi padre murió de muerte natural y tuvo un apoyo brutal. Brutal. Instituciones, vecinos, nos dieron cobertura en todos los sentidos. La apoyaron los políticos de la zona. Todo. Aquí eso no existía. Iban, se sacaban la foto y punto. Después, eras un apestado. "No te arrimes a ellos, no vaya a ser que algún borroka te encasille y te amenace también a ti". Eso era lo que pasaba. Ahora todo esto no se dice. Se está blanqueando y lo quieren borrar. No interesa. Pero es que el número de exiliados vascos es incalculable. Las estadísticas recogen que de aquí se fueron alrededor de 200.000 personas debido a ETA. Bueno, de las cartas que yo meto en el libro, tres de ellas estaban indocumentadas por el Ministerio. Existe muchísima gente que se fue sin hacer ruido y de la que no quedó constancia. Gente a la que amenazaron y se fue sin decir ni pío, y que no ha reclamado nada y no ha cobrado ninguna ayuda de ningún tipo. Unos, por ejemplo, en el momento en el que asesinaron a su hermano dijeron: "Hasta aquí". Y se fueron. Otro, que también recojo, se fue sin decir adiós a nadie. Por tanto, las consecuencias del exilio son incalculables. No nos hacemos una idea real de la magnitud del dolor que ha causado ETA.

P: ¿Cuál fue el papel de la Iglesia?

R: La Iglesia, desde los púlpitos, dio verdaderos mítines. Primero con un enfoque de lucha antifranquista, algo que podía tener su significado ante una dictadura. Pero luego ya, posteriormente, lo que hizo fue lavar mentes. Había curas que decían que bueno, que Dios hay cosas que perdona. El que le daba catequesis a los hijos de José Luis Caso les decía que a veces había que utilizar las armas. Y claro, José Luis dijo: "Mis hijos no van a catequesis a escuchar estas barbaridades". Luego lo mataron a él. Por valiente. Por no callarse. La Iglesia fue una institución clave para adoctrinar a jóvenes, para lanzarlos a la calle. A los más tontos, siempre. Como dice Gerardo en un capítulo, había tontos con huevos y tontos sin huevos. ETA utilizaba a los dos. A los que tenían huevos para matar y a los otros para pasar información. Es una realidad. Y la Iglesia fue directamente responsable. Lo peor de todo es que después de los años que han pasado todavía no ha sido contundente al respecto. Ha hecho retórica. Ha condenado el terrorismo en genérico y con la boca pequeña. Ha dicho, por ejemplo, que se vivió una situación injusta. Pero es que no es injusto. Injusto es que me pongan una multa que no me corresponde. Que asesinen a mi padre y luego a mi hermano es mucho más que eso. La Iglesia, yo lo explico ahí bien claro, sin pelos en la lengua, fue absolutamente connivente con la banda. La Guardia Civil elaboró un censo antiterrorista. Y ese censo recogía que alrededor de un 90% de los curas estaban totalmente a favor de dar cobertura a la banda. Y, de hecho, los pocos que de alguna manera levantaron la manta fueron amenazados. Es una cosa terrible.

P: ¿España ha abandonado a las víctimas?

R: La respuesta es clara. Como ya he dicho antes, el tema es que hay clases de víctimas. Y es normal. No pretendo hacer aquí un alegato demagogo. La gente con más recursos, o con más repercusión, puede hacer más fuerza y conseguir más cosas. Pasa en cualquier ámbito de la vida. Pero la realidad es que las víctimas que se conocen son las que más capacidad han tenido de hacer ruido. Hay víctimas como puedo ser yo, por ejemplo, o compañeros míos, que somos mutilados, que hemos recibido indemnizaciones normales. Las que son familias de políticos han tenido indemnizaciones importantísimas. Es como todo, ¿no? Hay viudas que por la relevancia de sus maridos tienen un apoyo brutal y después hay otras, como Rosi o como Ángela, de las que yo hablo, que no lo han tenido. Entonces, ¿la pregunta cuál es? ¿Las instituciones han tratado igual a las víctimas de primera que a las de segunda? Pues no, no las han tratado igual. Y también hay que decirlo. No como una afrenta contra las víctimas de primera, que no tienen culpa de serlo. Sino para denunciar el abandono que sufren las de segunda o tercera. Como he dicho antes: iban, se sacaban la foto con ellas y después que se buscasen la vida. Las propias asociaciones de víctimas no dan abasto.

P: Ese abandono contrasta con la repercusión mediática que tienen los presos.

R: Eso está orquestado. A los terroristas nadie sensato se atreve a tratarlos como víctimas. Pero Sortu o Bildu, junto con otras formaciones de izquierdas, sí. Y eso es una infamia. Aún así, la cosa va más allá de eso. El mero hecho de trasladarle las competencias de prisiones al Gobierno vasco es darle manga ancha a quienes defienden el relato que quieren los etarras. A quienes tienen interés por exonerar a los asesinos. Otro ejemplo: las políticas a las que se da tanto bombo para que las víctimas se reúnan con etarras. Bueno, pues eso es una estrategia más para conceder beneficios a los presos. El sólo hecho de que una víctima se reúna en prisión con un etarra es darle carta blanca para que reciba el tercer grado. Y eso muchas víctimas no lo saben. La Guardia Civil está luchando para informar bien e impedir que ocurra. Porque es una iniciativa que está promoviendo el Ministerio del Interior desde hace tiempo. El mero encuentro de una víctima con un etarra le da beneficios a este último. No hace falta ni que firmen nada. Todo esto que te cuento es verdad y lo puedo documentar. Igual que es verdad que, gracias a este tipo de iniciativas, los etarras tienen más derechos que los presos comunes. Han engañado a muchas víctimas con esto. Yo se lo he dicho a la cara a Maixabel Lasa, por ejemplo. Le he dicho que que ella se reúna con Ibon Etxezarreta, que es de mi quinta, le da beneficios incluso cuando todavía sigue sin esclarecer atentados. Son todo intereses, como te digo. Intereses de blanqueamiento. Todo lo que se ha hecho desde Zapatero, prácticamente, ha sido empezar a blanquear a ETA. Y nos revuelve las tripas a muchas víctimas. Porque es que ese señor que aparece ahí hablando de pasar página, si ha matado, si ha llegado a pegarle siete tiros por la espalda a Elósegui, por ejemplo, lo mínimo que podría hacer es quedarse calladito. Ya te has beneficiado, ¿no? Pues al menos quédate en tu pueblo, calladito. No. Encima lo que hacen es chupar tele, cobrar dinero y sacar beneficios. Es una vergüenza. Una infamia. Y yo con esos etarras hablo, eh. Por eso digo todo esto que te estoy diciendo.

P: ¿Cree que ese blanqueamiento está calando?

R: El problema es que la verdad no interesa. Y cada vez interesa menos. La gente abre la nevera, mira si está llena y no se preocupa por mucho más. Te cuento una anécdota. Una vez vinieron unos periodistas a hacerme una entrevista. No tenían ni idea de cómo es la situación aquí. Me los llevé a los pueblos y flipaban. Veían las pancartas con nombres de etarras, los buscábamos en internet y comprobábamos que tenían cinco, seis asesinatos a sus espaldas. Y los estaban enalteciendo. Bueno, pues incluso después de eso, recuerdo escuchar al cámara decirle al periodista, así en bajito, que sí, pero que es que ETA era como la Resistencia francesa contra los nazis… Me lo llega a decir a mí… Y se lo desmonto, claro. Porque es muy fácil de desmontar. Porque ETA, para empezar, mató sobre todo en democracia. Ya está bien de seguir vendiendo mentiras y enalteciendo a los asesinos.

P: ¿No es frustrante para usted?

R: Hombre, claro. Pero es que no podemos rendirnos. El nacionalismo, primero, y luego el nacionalismo radical, el terrorismo, ha hecho una labor importantísima de adoctrinamiento. Yo hago lo que puedo. Y más que voy a seguir haciendo. Hasta que se dejen de ver pancartas enalteciendo a ETA, seguiré dando guerra. Por ejemplo, el día 14 voy a ir al centro de memoria con los estudiantes. Van a ir tres clases. Casi los tengo que secuestrar de la universidad. Yo estudié allí, tengo buenos contactos y todos los años los llevo con las ganancias de mis libros. Ahí van chavalas hasta de Bildu. La mayoría son chicas. Y lloran allí como magdalenas. No tienen ni idea. Yo les llevo a una viuda. A Bárbara Durco, socialista. O a Francisco Javier, huérfano. O a un compañero al que han amputado las piernas. Y les explican todo lo que han vivido. Y se echan a llorar, porque no tienen ni idea. Aquí, el Gobierno vasco es totalmente reacio a que conozcan la historia de ETA. No les interesa. Y no les interesa porque su papel durante aquel periodo, como decían ellos mismos, era recoger las nueces.

P: ¿Qué medidas propondría usted?

R: Bueno, creo que es algo que ya está entrando en los planes educativos de algunas comunidades autónomas. Creo que en Madrid ya lo han metido. Pero es que mis hijos, que estudian en Francia, ya lo han dado. Fijate el contraste. Aquí, en Euskadi, sin embargo, que es lugar en el que más atentó ETA, se desconoce. Lo que hay es falta de información. Otra anécdota. Me invitó la viuda de Gregorio a su exposición itinerante. Y en la charla de después me llegó una chica y me dijo que qué opinaba yo de las torturas policiales. Le contesté que me dijese casos concretos y documentados, que yo le daba mi opinión sobre cada uno. No podía sacar ninguno, porque no sabía. Repetía simplemente un mantra que había escuchado. Me preguntó sobre Lasa y Zabala. Y yo qué le voy a decir, pues que eso fue una crueldad y una barbaridad. Pero una crueldad y barbaridad perpetrada no por la Guardia Civil, sino por algunos guardias civiles dirigidos por políticos. En la conversación directa, en el trato cara a cara, es fácil desmentir mentiras y aclarar falsedades. Pero el tema es que eso es difícil de hacer porque lo normal es informarse por la tele, que te edulcora todo y te vende sibilinamente un relato interesado. Los jóvenes van a lo que van, claro. Es normal. Y no se enteran.

P: ¿Cómo ve el futuro?

R: El futuro es picar piedra, simplemente. No bajar los brazos y seguir dando por saco. Para mí, que me hagas una entrevista es un logro brutal. Al final, cuantos más libros venda, más dinero y recursos tengo para seguir montando excursiones con los chavales y divulgando la verdad de todo esto.

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