
Conocer a Mario Vargas Llosa se lo debo, como tantas cosas, a Esperanza Aguirre. Fue hace treinta años, en una cena en casa de ésta última, en una divertida reunión en la que también estaba José María Aznar, junto con Esperanza los dos mejores amigos políticos de Vargas Llosa en España. Luego fueron muchas ocasiones, de entre las que recuerdo especialmente el privilegio de pasar un fin de semana en el Encuentro Liberal que entonces se celebraba anualmente en Albarracín, en el que Federico Jiménez Losantos nos dio la primicia de lo que pocos meses después fue Libertad Digital.
Ha muerto un intelectual comprometido. Comprometido con la Libertad. Comprometido con las ideas liberales. Comprometido contra todas las tiranías, y especialmente contra la de Cuba. Verla por dentro a finales de los años sesenta del siglo pasado le ayudó a darse cuenta de que el socialismo conduce a la supresión de la libertad y a la sumisión a las órdenes de un poder centralizado capaz de llegar a cualquier extremo de ingeniería social.
Mario Vargas Llosa tenía un compromiso tan profundo con las ideas de la Libertad que se impuso a sí mismo la obligación de no morir sin dejarlo escrito —maravillosamente bien escrito—, y así lo hizo en un gran libro que es La llamada de la tribu. Es mi libro favorito cuando quiero introducir a alguien, especialmente si es alguien joven, en las ideas liberales. Agarrado a la mano del escritor, con su palabra bien escrita y con sus reflexiones y experiencias personales, nos acerca a las ideas y a la obra de siete pensadores, empezando por los que más influyeron a Vargas Llosa: Popper, Hayek y Berlin. Si no lo leyeron en su momento es un momento perfecto para hacerlo, ahora que los ataques a la libertad vienen de todas partes, hasta el punto de que sea necesario explicar una vez más que el comercio tiene que ser libre y que de las restricciones a la libertad de comercio solo viene pobreza y a veces también el enfrentamiento.
El Premio Nobel peruano y español, además de ser un gran novelista, fue también un gran activista. Miembro activo de la Mont Pelerin Society, su gran obra fue la creación de la Fundación Internacional para la Libertad (FIL). La FIL es una de las referencias más importantes del liberalismo iberoamericano. Cada año organiza en Madrid el Foro Atlántico, una jornada imprescindible para el impulso de los ideales liberales a ambos lados del Atlántico. Lleva celebrándose desde principios de este siglo, siempre con un altísimo nivel de ponentes: Jean-François Revel, por ejemplo, acudía cada año casi hasta su muerte, lo mismo que Carlos Alberto Montaner, gran amigo de Mario Vargas al que secundó en todas sus iniciativas en favor de la Libertad. La FIL es una gran obra que el escritor fallecido deja construida y que perdurará. Su hijo Álvaro Vargas Llosa y su gran amigo Gerardo Bongiovanni se encargan de ello ya desde hace años, y hacen que la FIL sea el refugio seguro para que todos los iberoamericanos que quieren dar a conocer los desafíos y las oportunidades que la Libertad tiene en América Latina puedan hacerlo en una tribuna prestigiosa. María Corina Machado lo ha hecho últimamente muchas veces, para transmitir el estado de su proyecto de liberación de Venezuela. La Cátedra Vargas Llosa es la otra cara del proyecto, también creado gracias al entusiasmo y al ahínco del gran escritor, cuyas novelas son en sí mismas la expresión continua del ideal de una sociedad de personas libres y responsables, en la que nadie imponga su voluntad a nadie.
En una hora oscura, hace ahora cinco años, cuando el mundo entero quedaba encerrado en casa por causa del covid, Mario Vargas Llosa a través de la FIL alzó su voz para exigir Que la pandemia no sea una excusa para el autoritarismo. Esa defensa de la libertad la hizo durante tres décadas en sus columnas quincenales y en todos sus discursos e intervenciones públicas. Mauricio Rojas lo ha condensado muy bien en su libro Pasión por la Libertad. El liberalismo integral de Mario Vargas Llosa.
Escribió, y en él la escritura era acción, pero no dudó en lanzarse a la calle cuando vio que la libertad estaba amenazada. En 1987, cuando el gobierno de Alan García quiso llevar su socialismo populista hasta el extremo de nacionalizar la banca, Mario Vargas Llosa lanzó el grito que sacó a la calle a millones de peruanos. El insólito éxito conseguido le convenció de que debía participar en política en primera persona y el Movimiento Libertad echó a andar. Fue una campaña electoral peruana, en 1990, que desde todo el mundo seguimos con entusiasmo. No salió bien. Vargas Llosa había dejado muy atrás a la izquierda, pero no vio venir que otro populismo, el de Alberto Fujimori, estaba emergiendo con fuerza. El libro en el que lo cuenta todo, El pez en el agua, no solo es una novela autobiográfica trepidante y divertida, sino que también es un manual de política práctica que siempre recomiendo a los que quieren, como hice yo, dedicar una parte de su vida a la política.
Removió conciencias en el Perú, como también en España. Lo hizo con la valentía y la firmeza de un viejo defensor de la Libertad a los pocos días del intento de golpe de estado en Cataluña, en octubre de 2017, cuando encabezó la histórica manifestación de millones de personas en Barcelona. Lo hizo también cuando secundó a su amiga Cayetana Álvarez de Toledo en la creación de la plataforma Libres e Iguales.
Mario Vargas Llosa ha sido un liberal de cuerpo entero. Pocos escritores —y menos en la literatura de habla española— han defendido de forma tan consistente, tan brillante y tan valiente que la Libertad está por encima de todo, de absolutamente todo. Echaremos de menos tu generosidad intelectual, y echaremos sobre todo de menos tu voz y tu palabra siempre libres, maestro Vargas Llosa.
Javier Fernández-Lasquetty
Vicepresidente de la Fundación Internacional para la Libertad (FIL)