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'Ofrendas de verano' de Robert Marasco, o la casa encantada que acabó con la clase media

Ofrendas de verano fue publicada originalmente en 1973, pero sigue siendo plenamente efectiva en la actualidad.

Ofrendas de verano fue publicada originalmente en 1973, pero sigue siendo plenamente efectiva en la actualidad.
Su adaptación al cine en 1976, Burnt Offerings (Pesadilla diabólica) | Archivo

"A veces tengo la sensación de que en algún lugar, dentro de mí, hay un pequeño botón. Un botón rojo, si queremos ponerle más detalle. Y que en ese botón ha una etiqueta…'autodestruccion'".

Ofrendas de verano, la única novela de terror que escribió Robert Marasco, vendió bien y tuvo una adaptación al cine con Oliver Reed y Bette Davis, Pesadilla diabólica, en 1976. Pero en el camino de ambas se cruzaron El Resplandor de Stephen King, y su correspondiente película de Stanley Kubrick.

La reedición de la editorial Minotauro, con una atractiva portada diseñada por Cover Kitchen, parece una consecuencia directa del éxito de Paperbacks from Hell, el recopilatorio de portadas de novelas de horror de los 70 y 80 a manos del novelista Grady Hendrix (publicada en España por la misma editorial). Al igual que El subastador de Joan Samson, Ofrendas de verano es una muy buena novela con potencial de gran relato americano que acabó siendo "el precedente de" alguna gran obra posterior.

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Ofrendas de verano es una novela de casa encantada. Tal y como cuenta Stephen Graham Jones (Mi corazón es una motosierra) en el prólogo, es una historia de enorme belleza comparable a los hallazgos de Shirley Jackson con otras casas en la colina. Hendrix situó el libro en la "ansiedad económica" de la clase media en los 70, cuando los americanos huían de las ciudades en busca de suburbios sin la criminalidad y los peligros de la urbe. Fue una huida que condujo a a hipotecas imposibles y, en algunos casos, invasiones de ultratumba como la de Poltergeist.

Y como extensión de aquello, también es una novela de quiebra personal e íntima, la de un matrimonio más o menos bien avenido sobre el que planean sombras cotidianas tan insidiosas como el peor fantasma. El cansancio de Ben, un profesor estresado con la vida en la ciudad, y la ambición y descontento de Marian, una esposa peligrosamente seducida por la bondad de sus benefactores.

Los Rolfe alquilan una enorme y preciosa casa de verano en las afueras a un precio sospechosamente bajo, y ese es el primer y único error que llevará a su destrucción. La única condición es dejar una bandeja de comida a la puerta de una habitación cerrada con llave para la señora Allardyce, que nunca sale del recinto. La habitación comienza a emanar una atracción que convierte a Marian en un siervo de la casa, y a Ben en un hombre que se sorprende de un potencial violento similar al de Jack Torrance en El Resplandor. Ya saben, la típica habitación con la puerta roja que esconde secretos de nuestra propia conciencia.

Lo sobrenatural (y la locura) se infiltra en Ofrendas de verano con deliciosa sutileza, y la prosa de Marasco conduce al lector por un suspense psicológico emotivo pero subterráneamente divertido. El autor sabe ir descubriendo los puntos flacos de los protagonistas, sus flancos débiles, esos mismos que utilizará la casa de los Allardyce para hundir sus garras. Naturalmente, hay atmósfera, ruidos en el pasillo, vibraciones extrañas en las paredes, y todo ese nutrido grupo de recursos que bien utilizados siguen funcionando para los fans del terror, que Marasco, pese a no ser un novelista de género, utiliza a las mil maravillas.

Leída en dos sentadas, Ofrendas de verano -publicada originalmente en España como Holocausto- puede presumir de una estupenda progresión, deliciosamente ambigua y ese aroma a literatura de terror de los 70 bien escrita y contextualizada. Es, como El subastador de Joan Samson o la recientemente editada Calliope de Michael McDowell, una estupenda aportación que apela a la faceta más psicológica y social de esos Paperbacks from Hell reunidos por Grady Hendrix. No se la pierdan.

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