Narciso Yepes fue un extraordinario concertista de guitarra española, nacido en Lorca en 1927 y fallecido en Murcia hace diecinueve años, el 3 de mayo de 1997. Era de familia de labradores y desde muy niño se sintió atraído por la música. Veía una guitarra y denotaba el ansia por tocarla, hasta que su padre le compró una en 1931. Con seis años empezó a estudiar clases de solfeo y a familiarizarse con el dominio de su instrumento preferido. No le importaba que lo llevaran en un borrico desde su casa huertana a donde se encontraba la academia, distante siete kilómetros. Al término de la guerra civil vivió en Valencia seis años y para pagarse sus estudios, por cierto con libros prestados, daba él mismo clases particulares de guitarra. También recurrió a tocar en cafés cantantes concurridos de artistas flamencos.
Cuando comenzó su actividad profesional, se despojó de su primer apellido, García. Es el solista que más veces interpretó el "Concierto de Aranjuez" del maestro Rodrigo, desde que en 1947 actuara acompañado por la Orquesta de Cámara de Madrid dirigida por Ataúlfo Argenta. Cuando lo grabó en 1954 fue el disco clásico más vendido hasta entonces con esa versión. Por entonces, ya considerado un instrumentista de prestigio, fue requerido por el director de cine francés René Clement para que se encargara de la banda sonora de su película Juegos prohibidos, de la que en seguida sobresalió, nada más estrenarse el filme, el llamado "Romance anónimo", hoy pieza de difusión mundial, conocida por cualquier guitarrista.
Su autoría parece un misterio a juzgar por las sombras que existen acerca de su creación; lo que hemos comprobado desde hace tiempo cuando nos embarcamos para investigar hasta donde nos fue posible, recordando asimismo que fueron varias veces las que conversamos con el propio Narciso Yepes, quien siempre se remitía a la naturaleza del título: el anonimato del romance. Cuando se estrenó el mencionado filme y editado el disco con tal banda sonora, el maestro figuró como adaptador musical e intérprete. De eso no hay duda alguna. Por entonces se divulgó que había encontrado la partitura de un antiguo romance, de autor desconocido, que requería la vihuela como instrumento.
Los otros autores que han sonado como autores del Romance
Es natural que más de un estudioso se pusiera un día a la tarea de averiguar quién realmente compuso aquel "Romance anónimo". Y uno de ellos lo atribuye a Daniel Fortea (1882-1953) valiéndose desde luego no de una creación absoluta sino inspirándose en la versión de un manuscrito musical del siglo XIX. Hay una Biblioteca Fortea, por cierto, y en ella figura como autor del "Romance anónimo" nada menos que Fernando Sor. Y ahí no acaba la cosa, porque entre otros nombres está el de un tal Antonio Rubira, que aparecía en 1900 como responsable de la primera edición impresa del Romance. No vamos a extendernos demasiado al respecto pero empeñados en descubrir al verdadero responsable dimos con más de un compositor, más o menos conocido, que se atribuía la obra de marras. Así, un guitarrista madrileño, Vicente Gómez (1911-2001) aseguraba ser el responsable de tal pieza, que incluyó en la primera versión sonora de Sangre y arena, la que protagonizó Tyrone Power en 1941. Un año antes había editado la partitura con el título "Romance de amor".
Leyendo un interesante ensayo de Santiago Porras Álvarez, fechado el año 2002 en Detroit, conseguimos más datos sobre el particular. Muy interesantes. Uno de ellos referido a la entrevista que Fernando Argenta, (cuya probidad profesional no nos cabe duda) hizo a Narciso Yepes para sus programas en Radio Nacional de España, concretamente uno de 1982, en el que el virtuoso instrumentista confesaba que sí, que él era el autor del tan traído y llevado "Romance anónimo". Pero la pregunta que cualquiera podría formularse, sería ésta: ¿y por qué esperó tanto tiempo, desde 1954 nada menos, para decirlo?
La mejor fuente es la SGAE (Sociedad General de Autores y Editores), donde el maestro únicamente aparece como autor de "Romance de Juegos Prohibidos". ¿Por qué cuando se estrenó dicha película únicamente figuró como adaptador musical e intérprete? Cuando murió, su viuda hizo unas declaraciones a una cadena de televisión japonesa y allí se reafirmó en que su marido era el autor del Romance. Del "Romance de Juegos Prohibidos" o del "Romance anónimo", que es lo mismo. Aunque insistimos que de la banda sonora del filme de Clement únicamente destacó el Romance, pero no el resto de las piezas incluidas.
Y si hemos relatado todo este embrollo ha sido porque en cualquiera de las grabaciones que uno encuentre (salvo, al parecer, una sola, con grabaciones antológicas de Yepes) en sus títulos de crédito nunca ha aparecido éste como autor; en todo caso, adaptador, y desde luego intérprete con su guitarra fabulosa. Por cierto: en 1964 creó su guitarra de diez cuerdas, invento para conseguir mayor resonancia, sobre todo a la hora de tocar música barroca. Transcribió múltiples composiciones y está considerado en todo el mundo como un referente para los estudiantes de guitarra. Se pasaba gran parte del año fuera de Madrid, donde vivía, en agotadoras giras sobre todo en Japón, recibido siempre como un concertista genial. Sólo otro español podía hacerle competencia en ese sentido: Andrés Segovia.
Pero contado el embrollo que rodea a la universal pieza, digamos ahora tajantemente que Narciso Yepes fue el autor de "Romance anónimo". Su hijo Ignacio, fallecido ya el maestro, confesó a algunos de sus íntimos que, efectivamente, no había dudas sobre quién creó esa composición, tan utilizada por los jóvenes que quieren aprender a tocar la guitarra. Lo asombroso, según añadió Ignacio, es que padre hizo tal cosa ¡a los seis años de edad! Y dedicó a su madre esa pieza que, andando el tiempo, iba a dar la vuelta al mundo, interpretada por los más grandes solistas de guitarra y las más relevantes orquestas. Pero ¿por qué nunca registró en la Sociedad de Autores "Romance anónimo"? Un misterio que él nunca quiso desvelar. Tan sólo, como queda dicho líneas más arriba, aparece anotado pero en su condición de adaptador e intérprete de la banda sonora de la película de René Clément. Con aquella decisión, Narciso Yepes y ahora su familia podrían haberse convertido en millonarios.
Yepes, hombre de costumbres moderadas
Era Narciso Yepesfísicamente de mediana estatura, delgado, con poco pelo. Y en el trato, sencillo y muy tímido. Costaba arrancarle una sonrisa, al menos es lo que me sucedió a mí las veces en las que hablé con él. Lo recuerdo cuando con una extrema generosidad se avino a acudir a un programa en Radio España, donde yo colaboraba, portando el estuche con su guitarra. Aguantó más de tres horas sentado en el estudio hasta que, por fin, a las dos de la madrugada nos dieron paso para la entrevista, a la que puso como colofón, en aquel silencio de la noche, su interpretación, cómo no, del "Romance anónimo". Nunca olvidé aquel gesto. Impagable actuación. Era hombre de moderadas costumbres, que no practicaba el rito de la vida social. Formó matrimonio en 1958 con una joven polaca, estudiante de Filosofía, Marysla Szumlakowska, con quien tuvo tres hijos: Juan de la Cruz, fallecido en accidente; Ignacio, director de orquesta, y Ana, bailarina y coreógrafa.
El último concierto de Narciso Yepes fue el 1 de marzo de 1996, en Santander. Al año siguiente moriría a causa de un cáncer linfático. Dejó testado que sus cenizas reposaran en el Monasterio de Santa María de Buenafuente del Sistal, provincia de Guadalajara. Su familia, representada por su hijo Ignacio, se puso en contacto con las autoridades murcianas con el propósito de crear una Fundación que albergara instrumentos, partituras, libros, fotografías, diplomas y recuerdos del eximio guitarrista internacional. Pero aquel ofrecimiento no tuvo respuesta. España es así con sus hijos ilustres. Parte de ese legado ha sido expuesto hace pocas fechas, durante la Feria de Almería, en el Museo de la Guitarra de la bella capital andaluza. Al menos, las nuevas generaciones interesadas por la música clásica española tienen esa referencia de quien fue, sin lugar a dudas, un superdotado en el dominio de ese instrumento; creador, insistimos, de una auténtica joya del pentagrama.