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Aquel verano 'hippy' del 67

En San Francisco nació una corriente que no sólo tenía que ver con la música y que hizo famoso el lema "haz el amor y no la guerra". 

En San Francisco nació una corriente que no sólo tenía que ver con la música y que hizo famoso el lema "haz el amor y no la guerra". 
Hippies en el verano de 1967 | Cordon Press

Fue hace exactamente medio siglo. En el verano de 1967. Cincuenta años de una revolución juvenil que, desde el punto de vista musical algunos estudiosos consideran que fue más determinante que el nacimiento del rock and roll. Entiéndase: musicalmente, Bill Haley, Chuck Berry, Elvis Presley y tantos otros lograron un movimiento de ruptura con las canciones del pasado, en aquella mitad de los años 60. Y, poco más de un decenio después es cuando irrumpió en la costa Oeste de los Estados Unidos una corriente que no sólo tenía que ver con la música.

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Era mucho más, pues las letras de aquellas canciones hablaban de paz, en contra de la interminable guerra del Vietnam que se había cobrado miles de vidas de jóvenes norteamericanos. "Haz el amor y no la guerra" fue el lema que surgió entre aquellos denominados "hippies", los chicos-flor que vivían en comunas, practicando el amor libre, lanzando al mundo entero sus consignas pacifistas, sin relojes en sus muñecas porque el tiempo no contaba para ellos en días interminables, flotando en nubes artificiales producto del consumo intermitente de alucinógenos. Una especie de gurú para aquellos grupos fue Timothy Leary, que ensalzaba el consumo de LSD, prohibido por las autoridades.

Leían On the Road, de Kerouac, escritor maldito como el poeta de aquella generación beat Allen Ginsberg; todos ellos y algunos otros etiquetados como maestros de la contracultura. Repartían flores entre militantes y los curiosos que se acercaban a verlos, esparcidos por San Francisco. De entonces salieron aquellas luces psicodélicas que inundaron las discotecas de moda. Las que veían en su plácido sueño los jóvenes que consumían abundantes drogas. La música que sonaba era una mezcla de blues, y ritmos que se acuñaron también como beat o psicodélicos. La ropa que llevaban era cómoda, amplia, con blusones, camisetas con el círculo y el signo que simbolizaba lo hippy, la leyenda de "Peace and Love", o cortísimas minifaldas para ellas, y muchos adornos y grafismos florales.

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Ellos exhibían pelambreras de varios meses sin haber pisado una peluquería. Si Los Beatles llamaron a principios de los 60 la atención mundial con sus largos cabellos, estos "hippies" les superaron como si hubieran tenido en cuenta al Sansón bíblico. En España y otros países europeos todo esto que contamos procedente de San Francisco apenas si tuvo trascendencia, como no fuera en cuanto a modas se refiere: los modistas se inspiraron para producir con insaciable visión comercial ropa florida. La música sí que nos llegó, acaso gota a gota en algunos casos, con cierto retraso, pues para entonces las multinacionales discográficas ya se iban instalando en nuestro país. Lo que por supuesto no podían tolerar los prebostes franquistas eran las comunas y sus costumbres: lo del amor libre y el consumo de alucinógenos. Otra cosa es que la generación joven española de la época ya empezara con discreción, a espaldas de sus familias, a consumir marihuana. Aquello de "¿te hace un porrito?" No puedo pronunciarme sobre eso, aunque imagine sus resultados, porque jamás lo probé.

San Francisco, decíamos, fue la cuna del movimiento hippy en el verano del 67. ¿Quién joven de ese tiempo no recuerda la pegadiza canción que nos invitaba a ir a aquella ciudad con la advertencia de que no se nos olvidara ponernos flores en el pelo? Era, naturalmente "San Francisco", que fue número 1 en la voz de Scott McKenzie. Tenía reminiscencias musicales del típico y más comercial folk americano, y aquí surgieron muchas versiones en español de románticos vocalistas. Su autor fue John Phillips, líder de un cuarteto que está ligado a cuanto estamos evocando. Con espléndidas armonías vocales, dos varones y dos hembras (lo que no era muy habitual en las formaciones musicales entonces) The Mama´s and The Papa´s habían alumbrado primeramente "California dreamin´", ("Sueño con California en un día como éste", concluía la balada) y más tarde fue cuando se apuntaron su gran triunfo, "Monday, Monday".

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Los lunes siempre han sido para mucha gente los días de la semana más antipáticos. No para The Mama´s and The Papa´s, que exaltaban en su estribillo esa inicial jornada porque ese día, precisamente, era el que los enamorados mostraban su mayor felicidad, según el estribillo: "Lunes, lunes, tan bueno para mí, eres todo lo que esperaba que fueras…" No duraron mucho los cuatro jóvenes pero dejaron para la historia, al menos, ese par de melodías que están en la mente y el corazón de millones de jóvenes. Mamá Cass fue del cuarteto quien después tuvo algunas temporadas brillantes como solista.

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Ni que decir tiene que hubo festivales que aún se evocan a menudo si se hace recuento de la música de finales de los 60, relacionados con el beat californiano y la explosión hippy. Nos referimos, por supuesto, al primero de ellos, aquel que tuvo lugar en el Golden Gate Park, donde sus miles de asistentes clamaban para que se autorizara el LSD. Y luego los de Woodstock, Monterrey, Isla de Wight… Se difundía el ácid rock, los músicos se inspiraban en la música hindú fusionándola con toques de jazz…Los Beatles, el primer conjunto británico que armó la marimorena en U.S.A., llegando al número 1, sonaba incesantemente con otra especie de himno, "All You Need is Love". Vestidos con casacas multicolores llenas de floripondios John, Paul, George y Ringo aparecían en la portada de su magnífico álbum de 1967, Sgt. Pepper´s Lonely Hearts Club Band.

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Pero claro, en todo ese maremágnun, donde entre otras cosas la homosexualidad dejó de ser perseguida en aquellos lares californianos, surgía el feminismo más idealista y se potenciaba la libertad de expresión, los grupos musicales que se llevaban la palma eran los autóctonos. Por ejemplo, Jefferson Airplane, nombre comercial que nada tenía que ver con la aviación. Más bien se contaba de manera divertida que era el de una determinada marca de porro. Sin ningún pudor ni problemas de conciencia sus componentes alababan el consumo de pastillas alucinógenas en uno de sus temas favoritos: "White rabbit", donde traían a colación la caza del conejo. Y ya es curioso que otro de los conjuntos psicodélicos decidiera llamarse "Grateful Dead", o sea "Muerte agradecida". ¿Eran unos masocas? El caso es que influyeron mucho en otros colegas con sus espectaculares shows.

Eran amigos de Bob Dylan, que naturalmente llevaba ya varios años como ídolo de la grey juvenil, y a su lado a veces y luego por separado, una de las mayores voces del pacifismo, Joan Báez, que era quizás la única o por lo menos la más conocida entre las cantantes hispanoahablantes. Eso la convertía en España en una de las que mejor pudiera influir en nuestros intérpretes que en su gran mayoría adolecían del conocimiento de la lengua inglesa. Canned Heat, los Lovin´ Spoonful y desde luego entre las solistas Janis Joplin pertenecen a esos años, finales de los 60. Janis sigue siendo el mito siempre recordando entre las cantantes malditas, que murió con sólo veintisiete años por una sobredosis de barbitúricos. No tuvo suerte en el pueblo tejano donde naciera y se trasladó a San Francisco en busca de mejor fortuna. Y aquel verano de 1967 la encontró entre la comunidad hippy. No era una chica atractiva pero eso no es algo que entonces se valorara en los ambientes musicales que frecuentaba. Lo importante era su voz, tan dramática como sería su efímera existencia.

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Algunos de los artistas aquí nombrados aún tendrían recorrido en la década siguiente. Pero todos de alguna manera añoraron aquel verano de amor y flores, hace de esto, exactamente, cincuenta años. En algún lugar del armario de mi casa debe estar una corbata floreada, que era lo único que me atrevía a usar entonces. Muy poco para lo que significó, como hemos tratado de evocar, el mundo de aquellas tribus pacifistas.

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