
Carlos Escobedo (Madrid, 1975) sabe que el agua estancada genera podredumbre. Así, tras generar la gira por el trigésimo aniversario de Sôber, se puso a dar conciertos en formato acústico –En estado puro– y a gestar su primer disco en solitario, Solitud (Dromedario Récords, 2025), que vio la luz el 10 de octubre, donde se ha permitido el lujo libérrimo de mezclar temas propios y versiones, como "Dolores se llamaba Lola", de Los Suaves, o "Y sin embargo", de Joaquín Sabina. Recibe a LD en su estudio, donde le pillamos grabando las bases del próximo álbum de la icónica banda que lidera.
P: ¿Es usted un hombre solitario?
R: No soy demasiado solitario, pero sí busco esos momentos de solitud que, de alguna manera, tienen esa sensación agradable de estar solo y pleno, sin necesidad de muchos estímulos externos para encontrarte en paz y, sobre todo, en conexión cuando te pones a componer. Ese es el momento más chulo de todos.
P: Va una perogrullada: sin soledad, no hay arte.
R: Cuando te aburres es cuando salen cosas. Cuando estás con una actividad tan grande, no hay momentos… Hay grupos que están de gira y, de repente, entremedias, hacen un disco. Para mí, es imposible. Tengo que tener momentos de calma total.
P: Entre la soledad del mendigo y la de, qué sé yo, la del presidente del Gobierno, ¿con cuál se queda?
R: (Risas) Con la del mendigo. De alguna manera, puede ser una soledad elegida, no sabría cómo llamarla. La otra es una soledad muy triste. Estás rodeado, pero te sientes solo, por supuesto.
P: Canta en "Solitud": "Aquí siento mi voz, / dentro de mi soledad / me puedo encontrar / cuando esté perdido". ¿Se pierde mucho?
R: De vez en cuando. Si te dejas, entras en la rueda del hámster y dices: "Hostias, para salir de aquí…". La actividad frenética que tenemos te convierte en empresario, por un lado, en padre frenético, por otro…, debes encontrar el momento de parar y decir: "Desde aquí, puedo ver y manejar la situación".
P: ¿Y se encuentra siempre?
R: Tardo, pero me suelo encontrar. Hay una parte de mí que quiere protegerme. Tengo que decir que esos momentos te dan salvación, ese punto de refugio: cuando todo está mal, hay un sitio al que puedo llegar, donde puedo respirar y conectar con esa esencia.
P: ¿Qué buscaba mientras hacía Solitud?
R: Quería encontrar al compositor sin miedo. Lo dicen mucho los escritores: el primer libro es el más libre porque nadie te conoce y puedes hacer y deshacer lo que quieres. Yo me he tomado el disco en solitario como experimental. De ahí que haya mezclado una versión de Los Suaves con una canción como "Sábanas vacías". Hay caos y, dentro del caos, orden. He ordenado mis ideas. Me podía permitir el lujo de hacer un disco así. Con el segundo, da un poco más de reparo.
P: Canta en "Sábanas vacías": "Aquel lugar donde no irías es un paraíso terrenal". ¿Conoce ese lugar? ¿Lo visita con frecuencia?
R: Sí. Realidades hay tantas como personas. A veces, nos ponemos a juzgar la realidad de cualquiera y, en realidad, vive la realidad desde su punto de vista. Yo vivo la mía. Lo que para mí es un manjar, a lo mejor, otro nunca lo comería. Tu visión no es la única. Eso te permite apartar al ego. Muchas veces, para defender nuestra postura, criticamos al de al lado. No hace falta: cuando uno está bien, no tiene necesidad de criticar a nadie.
P: En esa misma canción, canta: "Cuando tú crees que estamos muertos, hay cientos de supervivientes". ¿Pecamos de agonías?
R: Creemos que el mundo se va a acabar y que, después de tu problema, hay una catarata y, debajo, cocodrilos. Qué va, tío. En el vídeo de "Sábanas vacías", aparecen varios personajes que son yo mismo. Esa casa es mi mente, somos muchos y tenemos que ponernos de acuerdo para generar esa melodía. En el vídeo, tocan los cuatro a la vez porque se han puesto de acuerdo. A veces nos creemos que si el padre de familia falla, el resto está todo herido. O al revés: la parte profesional falla y estás vendido. Para, para: hay cientos de supervivientes, pon en orden la mente.
P: ¿"Inmerso" emparenta con "Náufrago", de Sôber?
R: Es una segunda parte. Fíjate, me llevé una alegría muy grande. La compuse en acústico y se la pasé a Pastora Soler, porque a veces compongo para otros. Pastora Soler me dijo que sí, que le molaba mucho, pero que tenía que cambiar no sé qué, que si la editorial… Y dije: "¡Qué cojones!".
P: Me la quedo.
R: A veces compones para otros artistas pensando en su estilo, poniéndote en la piel de otros, pero aquí me puse en la piel mía. ¿Cómo algo tan mío voy a darlo? Es una historia de amor, tiene mucho sentimiento. Me llevé una alegría porque es una canción que salió el día del disco, no fue ningún adelanto. A la semana siguiente, la toqué en directo y se la sabía toda la gente. Una canción que, en una semana, te ha dado tiempo a escucharla, y aprendértela para el directo, es porque te ha tocado.
P: Hábleme de la lorquiana "Thamar y Amnom" y de cómo, en esa historia, aparece su hija.
R: Ella estaba estudiando el Romancero gitano y me dijo: "Este poema de Lorca te va a encantar". Tenía su explicación de todo el poema, que hacen un análisis y tal… Yo estaba leyendo el poema y, sin darme cuenta, porque además Lorca es muy musical, empecé: "(Canta) La luna gira en el cielo…". En veinte o veinticinco minutos, tenía estrofa, puente y estribillo. Es complicado: los versos miden lo mismo, hay momentos que hay que alargar, jugar con ello…, y me dio otra visión de como estoy acostumbrado a escribir. Siempre tengo una melodía en la cabeza y luego voy escribiendo, pero lo de tener una letra y encajarla… tenía un punto de salir de la zona de confort. Fue un reto y me encantó. A mi amigo Kutxi Romero, que ha utilizado cosas de Lorca para Marea, le flipó. En el concierto de Madrid, de la gira 30 años de Sôber, me trajo la obra completa de Lorca, una caja de doce kilos (risas).
P: En Solitud hay varias versiones: "Dolores se llamaba Lola", "La luna me sabe a poco", "Lucha de gigantes" e "Y sin embargo". ¿Es más auténtico el artista que sabe de dónde viene?
R: Creo que sí. Una canción como "Dolores se llamaba Lola" la escuchaba desde pequeño, en formato rock. Pasé un fin de semana con Yosi –el cantante de Los Suaves– en su casa. Me contó la historia que había detrás de la canción y dije: "Esto es ser escritor de canciones". Llegué a Madrid y pensé: "Tengo que llevarme 'Dolores' a mi rollo acústico". Sé que es muy arriesgado. Sé que habrá gente que diga: "Este se ha cargado la canción". Joder, no me la he cargado, ahí está, la puedes seguir oyendo (risas). Le pedí a Laura, su mujer, que le pusiera la canción a Yosi, a ver qué sentía, a ver que decía. Me dijo que se le saltaron las lágrimas. Teniendo su beneplácito, el del resto me la trae al pairo. Es una versión que hice para mí, no sabía si la iba a editar o no, pero al decirme Yosi que le había tocado, aquí está.
P: Está de gira.
R: Así es. Faltan cuatro o cinco conciertos, entre ellos, por supuesto, el de Madrid, que es el momento de más nervios de toda la gira. Esta gira ha sido supertranquila, estamos tres en el escenario, de una manera muy orgánica, sin pinganillos, sin claquetas. Me acompañan dos musicazos, Raúl Perona, al piano, y Charly López, a la viola y violín. En Madrid vamos a dar un punto extra: vienen Sergio Bernal, batería de M-Clan, que va a hacer percusión y algo de batería para buscar un punto más dinámico al show; David Lozano, guitarrista que ha estado con Second o con Bebe, y vienen Ruth Lorenzo, Rulo y el propio Yosi, que, realmente, viene a estar con nosotros, aunque luego se sube al escenario y no hay quien lo baje (risas).
P: ¿Se puede contar que está grabando nuevo disco de Sôber?
R: Sí. Estamos con las bases. Llevo dos o tres años preparando canciones. La idea es que en abril o mayo del año que viene el disco esté acabado y arranquemos esta nueva etapa.
P: Finalmente, ¿qué tal la experiencia de tocar en una iglesia?
R: Brutal. ¡Y con una tumba debajo! Al principio, me acojoné un poco: llegas a una iglesia vacía, con un punto de frialdad…, pero empezamos a iluminar, y creo que es el sitio más bonito en el que he tocado. La acústica era brutal. Eso sí, había una tumba con un cristal, me preguntaron si me la dejaban iluminada, y yo dije que no (risas).
P: ¿Cómo se llamaba el pueblo?
R: Valdealgorfa, en Teruel. Es un pueblo muy pequeño que tiene una iglesia muy grande y luego una ermita y luego esta otra iglesia. Consiguieron el permiso para hacer el concierto ahí y salí encantado de la vida.

