
Parece increíble en los tiempos que corren, pero efectivamente se ha estrenado una nueva zarzuela con este curioso título: El café de la rima ondulante. Fernán de Valder (el poeta Alberto González Valderrama, que debuta como autor dramático), firma el libreto y dio vida a uno de los personajes; y el maestro Manuel Valencia, una institución en el mundo de la música, firmó y ejecutó la partitura en este estreno, verdaderamente mundial, que ha tenido lugar , el pasado 9 de diciembre, en el precioso Centro del Arte de la localidad madrileña de Alcobendas. Más concretamente en el Auditorio Paco de Lucía, albergado en el mismo.
Fernán de Valder, el propio autor, interpretó a uno de los personajes, el ceceante flamenco aspirante a artista que desgranó un hilarante fandango, muy bien escrito por el maestro para que fuera interpretado de forma paródica; el resultado, desternillante.
Siguiendo los moldes clásicos del viejo género chico, el argumento es sencillo, desenfadado y con un final que es todo un canto al optimismo: "todo lo que se puede soñar, se puede conseguir", aclaraba el propio autor entre los saludos y las ovaciones finales. Doce actores cantantes, todos excelentes intérpretes líricos de reconocida solvencia y todos comprometidos con algo, tan sencillo y complejo a la vez, como hacer pasar al público un excelente rato. Lo consiguieron.
En un café al borde de la ruina a causa de las deudas del alquiler que les reclama la arrendataria, Doña Pulcra, quienes lo regentan, un padre, Don Hilario, (Ángel Marañón) y su hija, Carmencita, (Sara Viñas) recurren a una solución salvadora: convertir el local en café cantante y convocar un premio para quienes concurran en el certamen.
De fondo transcurre la trama basada en las esperanzas de uno de los personajes, Honorio, (Carlos Jiménez), que dice estar esperando una herencia de una tía de América que le hará muy rico; todo parece indicar que ha sido víctima de un timo, por lo que el coro de parroquianos le corea tachándolo de "tonto".
El final, que no desvelaremos, es un verdadero canto al optimismo y demuestra que muchas veces no hay que desconfiar ni pensar mal de los demás; si en el género chico clásico conservamos un divertido sainete lírico de los Quintero, con música de José Serrano, titulado La mala sombra, este Café de la rima ondulante bien podría admitir como subtítulo "La buena sombra".
La variedad de temas musicales que requiere la presentación al concurso convocado por los arruinados dueños del café supone un verdadero desafío para la creatividad del excelente músico Manuel Valencia: una romanza de corte asturiano para la soprano Patricia (Laura Pulido); una "Canción del esclavo", clara parodia de las romanzas de Lecuona, para El cubano inmigrante (Álvaro Siddharta) que soportó dignamente el reto; el desternillante fandango del "Maestro Cachiporra", que resolvió con gracia y tablas sorprendentes para un debutante el propio autor del libreto, Fernán de Valder.
El resto de la partitura, dúos, romanzas y cadencias para los demás participantes: Ángel Marañón, solvente barítono (D. Hilario), Carlos Jiménez, tenor de registro potente y limpio (Honorio), heredero de la fortuna americana, y una muy divertida música oriental para caracterizar a un esperpéntico "chino" encarnado por el experto tenor cómico José Tejado.
Todo respondió a la inspiración y la excelente técnica de un músico genial, Manuel Valencia, que goza de merecido respeto en la totalidad de los miembros de esta difícil profesión.
No dejaremos de destacar la labor la soprano Mabel González, (Doña Pulcra) elegante y muy acertada vocalmente en su difícil doble papel de casera indignada por los recibos no cobrados a tiempo, y veterana estrella retirada de los musicales parisinos. La profesionalidad de Mabel fue una verdadera garantía para el éxito del sainete.
Y la soprano cómica Sara Viñas, (Carmencita), cuya gracia y afinación están al nivel de cualquier compañía del repertorio de los grandes teatros musicales, donde no son abundantes los intérpretes dotados de semejante solvencia para cantar bien y hacer reír al tiempo.
El abogado Karmelo Peña se limitó en este caso a la aportación actoral, los partiquinos mantuvieron el buen tono general, como también lo hizo el excelente coro de parroquianos, preparado por la pianista y musicóloga Celia Laguna.
Sencilla pero muy acertada la escenografía, mostrando la animación del café, y hasta hubo una corta filmación en la que apareció "el abuelo de Cupido", lanzando flechas de oro que enamoraban a la pareja protagonista, Carmencita y Honorio. En el esperpéntico papel del diosecillo repitió aparición el autor, Fernán de Valder, también ceceante flamenco en otro momento de la obra.
En definitiva, libretista y músico han formado una pareja merecedora de otras repeticiones: el género lírico necesita mucha valentía por parte de artistas capaces de lanzarse a proyectos similares. Esperamos que El café de la rima ondulante se represente en un futuro próximo en muchos escenarios líricos españoles.
El curioso título se debe a que los cantables están escritos por el autor siguiendo una divertida forma métrica inventada por el mismo: la rima ondulante, formada por octosílabos en cuyos finales van alternado las vocales, a, e, i, o u, para retomar en forma inversa en las estrofas sucesivas, todo tan ingenioso como novedoso.
Y no olvidemos a un clásico de la zarzuela y de la ópera, el tenor y actor Ángel Walter, muy conocido y querido en la profesión, que se movió entre las sombras en apoyo, realmente vital, para que los autores pudieran ver realizado este hermoso sueño.

