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Las lágrimas de una 'vendetta'

La conmovedora celebración de la española tenía detrás una curiosa y emotiva historia.

Nada más terminar el combate de semifinales, y tras una espectacular remontada en apenas 40 segundos, Brigitte Yagüe estalló en lágrimas. Era consciente de que iba a estar en una final olímpica. Dicho de otra manera, era consciente de que iba a ganar una medalla en unos Juegos. Aquello por lo que llevaba años luchando. Porque es con lo que sueña cualquier deportista, pero sobre todo porque es con lo que se quedó a punto de conseguir su marido, Juan Antonio Ramos.

La pareja de la mallorquina se quedó dos veces a las puertas de la medalla. En Atenas fue quinto. En Pekín, cuarto. Pero la historia de los Juegos de 2008 va mucho más allá. Tras una semifinal que tuvo controlada, cayó derrotado en el último suspiro del combate. Tocaba rehacerse para luchar por el bronce, pero entonces una polémica decisión arbitral y una lesión terminaron por alejarle de la presea.

"La vida es una mierda. Nadie se acuerda de los quintos y de los cuartos, sólo se acuerdan de las medallas", fueron primeras palabras de Ramos al perder el combate. Se acababa de desvanecer su última oportunidad de lograr una medalla, aquello por lo que había luchado toda su vida.

Pero desde ese momento, y tras su retirada, Brigitte Yagüe, su mujer, le prometió que le iba a devolver la medalla que debía haber sido suya. Tampoco lo iba a tener fácil la mallorquina. Su mal resultado en Atenas y su no clasificación, por culpa de una lesión, para Pekín le relegaron a un segundo plano del que, en un deporte minoritario, es complicado salir. Da igual que anteriormente hayas ganado cuatro mundiales y cinco europeos. Si no ganas una medalla en unos Juegos, las cosas se ponen muy complicadas para seguir.

Pero Brigitte lo tenía claro. Tenía que ir a Londres y cumplir la ilusión y la venganza de su marido. Se suele decir que trabajó más que nunca, pero tampoco es cierto. Trabajó tanto como había hecho siempre, que es mucho. Pudo volver a la competición en 2009, y lo primero que hizo fue proclamarse campeona del mundo. Era la tercera vez que lo conseguía, algo que nunca nadie antes había hecho.

El camino a Londres acababa de empezar. Y terminó de la mejor manera posible. Desde meses antes la mallorquina siempre decía que iba a por la medalla para poder dedicársela a su marido. El destino, caprichoso, quiso que tuviera que sufrir de lo lindo para conseguirlo. A falta de poco más de cuarenta segundos para terminar el combate de semifinales, la taekwondista española perdía por seis puntos. Inexplicablemente, brillantemente, heroicamente, le dio la vuelta al marcador, y logró clasificarse para la final. Y estalló el júbilo, la celebración, el éxtasis. Saltos, abrazos, gritos y sobre todo, mucha felicidad. La imagen de Juan Antonio Ramos y Brigitte Yagüe abrazados entre lágrimas celebrando la conquista, por fin, de una medalla quedará para la historia del deporte español.

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