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El penúltimo raulista vivo

Calderón, perdidamente enamorado de sí mismo

¿Qué novedades aporta la mal llamada renovación de por vida de Raúl y Casillas? Tal y como yo lo veo, sólo dos: la primera atañe al portero y supone una fenomenal operación deportiva puesto que amplía su contrato seis años más, hasta 2017, evitando así posibles desencuentros como los que se produjeron la última vez. Iker finalizará su contrato con el Real Madrid cuando tenga 36 años, una buena edad para un jugador de su puesto que haya sabido cuidarse; la segunda novedad es la operación de marketing puro y duro que Ramón Calderón se ha regalado a sí mismo por San Valentín a costa del dinero de los socios y con la anuencia de los jugadores, agradecidos convidados de piedra. En el caso de Raúl, que seguirá cobrando lo mismo que hasta ahora, se amplía un año su contrato, y no seré yo quien ponga en duda que no se lo ha merecido sobradamente, pero a partir de los 34 años deberá jugar un mínimo de 30 partidos para renovar por otro año más.

Llámenle X, pero yo soy de los que creen que un futbolista profesional que juega 30 partidos oficiales con la camiseta del Madrid se merece renovar automáticamente; de hecho, suele ser muy habitual incluir cláusulas así en los contratos. Calderón ya ha anunciado que Raúl y Casillas no serán los únicos, y que la semana que viene se sumará a este selecto grupo Guti, dejando la puerta abierta en el futuro a otros jugadores que se lo merezcan. Si el club logra atar a Sergio Ramos, por ejemplo, del mismo modo que acaba de hacer con Casillas, sólo quedará aplaudir la iniciativa, pero lo que me preocupa es el distingo realizado adrede por el presidente entre aquellos jugadores que se merezcan el contrato vitalicio y aquellos otros que no se lo merezcan, y las posibles consecuencias que eso pueda acarrear en el vestuario. Por otro lado, los 30 partidos de marras son una milonga: que les pregunten a Arsenio Iglesias y a Soler cómo se preparan esas cosillas.

Todo, desde el día elegido hasta la puesta en escena, pasando por los jugadores escogidos, supone una enorme operación de publicidad para la gestión del presidente madridista. En San Valentín, Ramón Calderón ha demostrado estar profunda e irremediablemente enamorado de sí mismo. Si por él fuera se ofrecería uno de esos planes de pensiones, pero se encuentra con el problemilla de que el Real Madrid no es una Sociedad Anónima Deportiva y está en la obligación de convocar elecciones cada cuatro años. Ya verán cómo en 2010, cuando toque, Calderón utilizará la fotografía que se hizo ayer con Di Stéfano, Raúl y Casillas como parte esencial de su promoción personal. El, que en la campaña dijo estar en contra de los galácticos a pesar de que dijo amén a todo lo que hizo Florentino Pérez, acaba de dividir otra vez al vestuario en dos: los que se merecen un contrato de por vida y los que no. Veremos cómo le sale la jugada.

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