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El penúltimo raulista vivo

El milagro cotidiano

Es muy difícil (y más aún después de un partido tan extraño como el de ayer) no volver a recordar la frase que, justo después de haber perdido por 2-0 ante el Inter en Milán, le soltó en un macarrónico pero práctico italiano el retador Juanito a un futbolista cualquiera del Inter, adivirtiéndole de antemano de la que se le venía encima: "Noventa minuti en el Bernabéu son molto longos". Con el tiempo, la frase de los "noventa minuti" de Juan se ha ido convirtiendo poco a poco en algo muy parecido al "Cuidado con el perro" o el "Peligro, alto voltaje" que suelen poner a la entrada de las fincas. Así, advertido de antemano, el rival del Real Madrid se adentra en el estadio Santiago Bernabéu totalmente informado de las consecuencias de sus actos y bajo su absoluta responsabilidad. Así, si al final hay heridos, no se podrá acusar de nada al propietario del recinto. Por cierto, el Inter cayó en el partido de vuelta por 3-0; los "noventa minuti" fueron efectivamente "molto longos" para los italianos.

Lo que, más allá de sus títulos y sus triunfos, define al Real Madrid es que el club blanco ha convertido en cotidiano el milagro y en habitual lo imposible. No hay nada imposible para el Real Madrid, nada; tampoco escapa de su alcance ningún hecho milagroso. Es cierto que ayer, cuando el partido iba 0-1 en el minuto 85, hablé con tres madridistas y los tres me dijeron "vamos a ganar". Ojo, no me dijeron "el Madrid empata" sino "vamos a ganar". El partido fue perfecto para el Madrid porque se ganó milagrosamente jugando especialmente mal al fútbol ante un buen equipo y porque a este nuevo milagro contribuyeron notablemente tres jugadores de la segunda unidad, a saber: Lucas, Morata y James, cuestión ésta que habla también muy bien del entrenador, que los tiene enchufados para el momento oportuno.

Digo que el partido fue perfecto para el Madrid porque servirá para que entrenadores y jugadores saquen algunas conclusiones, no digo que el partido del Madrid fuera perfecto porque cualquiera pudo comprobar que no lo fue. Ahora bien, al público del Bernabéu, del que muchas veces se critica su aburguesamiento, empieza a ocurrirle que le gusta que su equipo gane sufriendo y haciéndole sufrir, en el último minuto, a la desesperada, como si después del encuentro no fuera a haber un mañana, siempre caminando sobre el alambre, como si el reto ya no fuera ganar dos veces seguidas la Champions o conquistar una Liga sino demostrar una vez más que el Real Madrid ha convertido en cotidiano el milagro.

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