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El penúltimo raulista vivo

Ese toro se llama Real Madrid

No sé por qué pero al acabar de leer el artículo de mi amigo Tomás Cuesta, el del rapto de Europa, me ha venido a la memoria aquella memorable escena de la magnífica serie Breaking Bead en la que el profesor Walter White, transformado definitivamente a esas alturas en Mister Hyde, mantiene con un narcotraficante la siguiente conversación:

- "¿Quién coño eres tú?"...

- "Ya lo sabes. Todos tenéis muy claro quién soy. Di mi nombre".

- "¿Qué?... Yo no tengo ni puta idea de quién eres tú".

- "Sí la tienes. Di mi nombre".

- "Heisenberg".

- "Has acertado de pleno".

Como al narco de Breaking Bead, a mi dilecto compañero también le cuesta decir el nombre del diez veces campeón de Europa y, al final de su brillante artículo, se refiere a él como al "verdugo del City". Di su nombre, Tomás, dilo. No quedarás convertido en estatua de sal por mirar hacia atrás. "Say my name". Lo tienes muy claro, todos lo tenéis. Dilo.

Como no podía ser menos, el artículo de Tomás Cuesta es elogioso hacia su Atlético de Madrid, la envidia de Europa, a la que, según él, yo creo que tergiversando un poco los hechos, acaban de raptar los chicos de Simeone. Pero, fiel al pensamiento de Oscar Wilde según el cual el mejor modo de evitar la tentación es cayendo en ella, Tomás se zambulle de lleno en esa malsana tentación, que es demasiado fuerte para él, de menospreciar al Rey de la Copa de Europa, que, y cito textualmente, "es como si no existiera". Pero existe, compañero, claro que existe. Lo mismo que escribiste tú ayer lo escribió en 1998, cuando la Juve era favorita, el Cuesta italiano. Y luego en 2000, cuando el rodillo valenciano. Y, más recientemente, en 2014. Pareciera que, salvo honrosísimas excepciones, para el periodismo deportivo español es "como si no existiera"... pero existe. Di su nombre. Decidlo todos. Lo tenéis muy claro.

Efectivamente a la princesa fenicia Europa, según cuenta la leyenda, la raptó un toro, loco de deseo por ella. Nada más llegar a Creta, el toro, que era en realidad Zeus, se transformó en hombre y poseyó a Europa cerca de la fuente de Gortina. Del encuentro entre Europa y Zeus nacieron Sarpidón, Radamantes y Minos, futuro Rey. Cuentan que, transcurrido el tiempo y en honor a Europa, Zeus convirtió en constelación a aquella forma de toro gracias a la cual pudo raptar a la princesa, incluyéndose desde ese momento entre los signos del zodiaco. Pero, volviendo al principio de la historia, lo que sedujo a Europa no fueron ni el dios ni el hombre, ni siquiera el toro; lo que sedujo en realidad a Europa fue el color del animal; aquel toro deslumbrante, magnífico y poderoso, aquel toro mítico y portentoso, mi admirado Tomás, aquel toro era de color... ¡blanco!... Di su nombre. Dilo. Ese toro se llama Real Madrid.

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