El domingo oí a Jorge D'Alessandro decirle a Pedro Pablo Parrado que se sobrevaloraba (creo que el verbo empleado por él fue exactamente "hinchar" aunque no estoy en condiciones de asegurarlo) a David Silva para no reconocer que el mejor jugador de España y de la Eurocopa pertenecía al Fútbol Club Barcelona, imagino que en referencia a Andrés Iniesta. Y confieso que casi pego un volantazo al escucharlo. ¿Se puede ser más enrevesado?... Silva e Iniesta, Iniesta y Silva, son dos jugadorazos y uno estará bien un día y otro estará bien otro, y lo que cualquier español bien nacido debe desear es que los dos estén siempre muy bien para que nuestra selección nacional se beneficie de su fantástico juego. Pero, ya que estamos y puesto que parece que el jueguecito consiste ahora en personalizar, yo sí quiero decir algo al respecto de quién es el mejor y más decisivo jugador de la vigente campeona europea y del mundo.

Claro que Torres marcó el gol ante Alemania que nos dio la Eurocopa de 2008. Por supuesto que Iniesta marcó el gol ante Holanda que nos dio el Mundial de 2010. Pero, y ahí están los datos objetivos al alcance de cualquiera que quiera contrastarlos, tanto en una competición como en otra quien se mostró absolutamente regular en su brillantez a lo largo de ambos campeonatos fue el señor Iker Casillas Fernández. No voy a venir yo hoy aquí a volver a repetir lo que el capitán de España paró o dejó de parar entonces porque, reitero, las imágenes están ahí al alcance de cualquiera, pero sí da la impresión de que somos sensibles al elogio hacia cualquiera salvo cuando va dirigido al mejor portero del mundo, y es probable que eso sea así porque nos hemos malacostumbrado a que siempre, en cualquier situación y bajo cualquier circunstancia, San Iker raye a un nivel excepcional, superlativo, celestial.

Y anoche, ante Croacia, volvió a producirse de nuevo la intercesión de San Iker a favor de España. Anoche, como en Austria y Suiza-2008 y Sudáfrica-2010, Casillas volvió a desatascar un partido que estaba raro, raro, raro. Anoche, como ya ocurriera ante Italia hace cuatro años y ante Paraguay u Holanda hace dos, el portero de la selección puso otra vez en valor su aportación real y permanente a los éxitos del equipo nacional. Porque, del mismo modo que los especialistas dicen que el Mundial de motociclismo se gana frenando, una Eurocopa y un Mundial se ganan parando y no encajando goles. Y porque, como ocurre con Santa Bárbara, de San Iker únicamente nos acordamos cuando truena, y anoche tronó, vaya que si tronó. Y al rato, como sucede casi siempre que tenemos a este chico bajo los tres palos, escampó y salió el sol de los cuartos de final. Milagro. Otro más. El enésimo. Lo normal.